Los consejos de Isaac Asimov para desarrollar la creatividad
En un ensayo inédito descubierto recientemente, Asimov ofrece su personal enfoque sobre la generación de nuevas ideas.
Interconexión
Según Asimov, las nuevas ideas no aparecen de la nada, sino que son el resultado de un proceso “evolutivo” de ideas previas. Para ejemplificar esto, utiliza precisamente la teoría de la evolución por selección natural, desarrollada paralelamente por Charles Darwin y Alfred Wallace en el siglo XIX. “Ambos viajaron a lugares lejanos”, escribe, “observando especies extrañas de plantas y animales y la manera en que estas variaban de lugar a lugar. Ambos estaban muy interesados en encontrar explicación para esto, y ambos fallaron hasta que se toparon con Essay on Population, de Malthus.”
Sin embargo, muchos científicos y naturalistas del siglo XIX pudieron haber viajado a sitios distantes tratando de encontrar explicaciones sobre la adaptabilidad de unas especies y la extinción de otras mientras leían a Malthus. ¿Por qué sólo Darwin y Wallace desarrollaron la teoría de la evolución? ¿No sería lo más esperable que, si todos los factores están en la mesa o frente a nuestras narices, las soluciones brillantes fueran más frecuentes?
Para Asimov, la clave se encuentra en la interconexión (cross-connection) de factores: unir puntos que nadie hubiera unido antes para observar un nuevo dibujo sobre el mapa de las ideas, como si se tratara de una constelación a la que nunca nadie le hubiese prestado atención –sino hasta que la inventó. Esto nos lleva al segundo punto.
Arrojo
Siguiendo a Asimov, a pesar de que todos los elementos de una nueva idea se encuentren sobre la mesa, es necesaria cierta dosis de audacia para ponerlos en relación. Y es que las ideas nuevas usualmente parecen insensatas, como “suponer que la tierra era redonda en lugar de plana, o que se movía en lugar del sol, o que los objetos requerían una fuerza para detenerlos cuando se movían, en lugar de una fuerza que los siguiese moviendo, etc.”
Excentricidad
Exponer una idea nueva requiere audacia, pero para acceder a ella se necesita, a su vez, una medida de excentricidad. Para Asimov, la excentricidad no es andar por ahí con sombreros extraños o hablando en pentámetros yámbicos; pensando en términos de grupos de trabajo, la excentricidad de una persona puede ser solamente relativa. Hay que recordar que Asimov se encontraba trabajando con ingenieros aeronáuticos y expertos en servicios de defensa cuando redactó este ensayo, para quienes un escritor de ciencia ficción sin duda debía parecer una persona excéntrica.
Una persona excéntrica respecto a algo, a menudo es excéntrica respecto a varias cosas. En consecuencia, la persona que tiene más probabilidad de tener nuevas ideas es una persona con experiencia en su campo de interés, y que es poco convencional en sus hábitos.
Pensar “fuera de la caja” implica, precisamente, ser lo suficientemente excéntrico y audaz para vivir todo el tiempo fuera de ella.
Aislamiento
No se trata de un tipo de soledad como la de Thoreau, aislado por completo del mundo, sino cierto respeto a las muchas fallas de los actos creativos que sólo se pueden cometer con la impunidad de la privacidad. Más que de habitar la proverbial isla desierta, se trata de tener una isla (“un cuarto propio”, diría Virginia Woolf) donde uno tenga permiso de equivocarse –es decir, de ser creativo, pues no hay creatividad sin ensayo y error.
Mi sensación es que, cuando se trata de creatividad, se requiere aislamiento. La persona creativa, en este caso, está trabajando continuamente en ello. Su mente está mezclando información todo el tiempo, incluso cuando no es consciente de ello.
Irresponsabilidad
Aunque pueda parecer extraño, Asimov pensaba que “probablemente el sentimiento de responsabilidad inhibe más que cualquier otra cosa.” Y resulta aún más extraño en nuestra época, donde existen personas cuyo cargo y responsabilidad dentro de una empresa consiste precisamente en ser creativos. Pero para Asimov:
Las grandes ideas de la Historia provienen de personas a quienes no se les pagaba para tener grandes ideas, sino que recibían pago por ser maestros, atender oficinas de patentes [referencia a Albert Einstein] o burócratas insignificantes, o a quienes no se les pagaba del todo. Las grandes ideas venían como asunto aparte.
No se trata de no pagarle a la gente creativa o a la que necesita desarrollar ideas innovadoras, sino de entender que las ideas verdaderamente revolucionarias en todos los campos provienen de una fuente personal, casi diríamos íntima, que por definición no tiene precio. Tal vez el escritor Alan Moore pueda iluminarnos un poco al respecto de la “sana irresponsabilidad”:
El dinero es el código de todo, ¿no es cierto? De todo lo que posiblemente necesitarás en la vida o en la muerte. Pero hasta donde sé, no tengo precio. No se trata de dinero. Se trata de lo que yo siento.
En suma, podemos decir que para Asimov, la creatividad es una mezcla de factores vitales, no condicionados ni limitados por el espíritu del presente ni por imperativos económicos. Los beneficios económicos, morales o de otro tipo que la creación personal pueda tener para su creador son razones de segundo orden: lo primero y más importante (y tal vez lo que justifica cualquier empresa creativa) es tener el privilegio de vivir una vida impredecible, donde nuestras habilidades puedan desarrollarse y donde nuestras ideas formen parte de esa gran cadena de inspiración que aporta el sustrato vital de la humanidad.