El escritor y su curiosidad (3)
Edad literaria
¿Existe alguna relación entre la edad de un escritor y su obra maestra? Si hacemos un somero repaso de autores y obras nos encontramos con todo tipo de casos, desde los 58 años de Cervantes o Goethe cuando publicaron Don Quijote de la Mancha y Fausto a los 19 de Neruda con los Veinte poemas de amor y una canción desesperada, los 21 de Mary Shelly con su Frankenstein o los 18 de Claudio Rodríguez y su Don de la ebriedad.
De estos primeros datos podría sacarse una conclusión: la narrativa es más un arte de canas y la poesía, sin embargo, brota con toda su fuerza en la juventud. Una afirmación que sin ser del todo falsa, tiene muchos poros. Sí parece cierto que los poetas explotan antes. Y algunos, además, lo dan todo (o casi) en esa primera erupción volcánica, un do de pecho no sostenido. Aunque también ha sucedido en la narrativa. Hay autores con una ópera prima que ha llegado a cada rincón del mundo y, por la razón que sea, no han sido capaces de superarla con posterioridad. El mencionado Claudio Rodríguez o Juan Rulfo con su inmortal Pedro Páramo pueden servirnos de ejemplo. Lo cual no quiere decir que su obra posterior no se haya de tener en cuenta.
Veamos la relación de edad y obra maestra en algunos de nuestros ilustres. En la decena que va de los treinta a los cuarenta años incluimos escritores y obras tan conocidas como Kafka y su Metamorfosis, Faulkner y El ruido y la furia, o Lorca y su Poeta en Nueva York que las publicaron con 32 años. Lewis Carrol y R.L. Stevenson dieron a la imprenta Alicia en el país de las maravillas y La isla del tesoro con 33; Flaubert sacó Madame Bovary con 34, Baudelaire publicó Las flores del mal con 36 y Leon Tolstoi Guerra y paz con 37. Una cosecha espectacular, propia de un gran reserva.
En el prólogo del último poemario de mi amigo Jonathan García Villena, Las voces del dolor, Verbum, 2016, Victor Pozanco (también amigo) ponía en boca de Pere Gimferrer la distinción entre la edad (medida en años) y la edad literaria y comentaba que la edad poética no siempre “coincide con lo que solemos considerar una madurez legitimadora de opiniones contrastadas”
Teniendo en cuenta esa madurez, vamos a desglosar las obras por décadas. La nómina de escritores que destacaron entre los cuarenta y cincuenta años no luce con menos brillantez que otras. Una relación extensa, pero solo voy a ceñirme a lo más alto, a los cercanos a la gloria sin perjuicio de algún olvido de los llamados imperdonables. Cuarenta años acababa de cumplir García Márquez cuando vio la luz Cien años de soledad (sin contar su peregrinaje por distintas editoriales que le negaron su publicación). 41 J. Verne cuando recorrió los Veinte mil leguas de viaje submarino; 42 Proust con uno de los libros de En busca del tiempo perdido, Saint-Exupery con El principito o Orwell con Rebelión en la granja. La del 45 tampoco fue mala cosecha: a esa edad publicaron Dostoyevski su Crimen y castigo, Borges sus Ficciones o Bolaño Los detectives salvajes. Con los 49 cumplidos dos autores sobresalieron: Thomas Mann con La montaña mágica y L. Tolstoi con Anna Karenina.
Hay autores de éxito que publicaron a mayor edad. Podemos destacar a Herman Hess y su Lobo estepario o Nabokov con su Lolita, o Bram Stoker y su Drácula. Todos ellos sacaron al mercado estos títulos con 50 años. Hemingway tenía 53 cuando publicó El viejo y el mar y Tolkien 62 con El señor de los anillos.
Pero si un escritor destaca por haber sido conocido del gran público a una edad que para otros representa la jubilación ese es el portugués José Saramago (por cierto, su apellido debía de ser Sousa, pero el escribano en
un lapsus calami lo inscribió como Saramago, que era el apodo de la familia). Tras su primera novela, que no triunfó, y una segunda que no publicó, estuvo más de veinte años sin escribir y no es hasta 1980, con 58 años, cuando publica Levantado do chao y, dos años después, Memorial do convento. A partir de ahí comienza a ser conocido y la explosión llega con El Evangelio según Jesucristo, que es vetada por el gobierno portugués a un premio europeo por considerarla una ofensa a los católicos. Esto sucede cuando Saramago contaba 69 años. A raíz de esto se traslada a Lanzarote (su casa se puede visitar en el municipio de Tías) y allí escribe sus mejores obras, Ensayo sobre la ceguera (73 años), La caverna (78 años), Ensayo sobre la lucidez (82 años) o Cain (87 años). Una lúcida vejez, no cabe duda.
Antonio Tejedor García