Borg McEnroe (2017), de Janus Metz – Crítica

 
Por Jaime Fa de Lucas.
Borg vs McEnroe, orden vs caos, hielo vs fuego, música clásica vs rock and roll… Se podría hacer una larga lista de dualismos para hablar de la polaridad que definió a estos dos tenistas a lo largo de su carrera. No obstante, como bien expone Janus Metz en esta Borg McEnroe, la realidad es algo más complicada de lo que le gustaría a nuestra razón, y en este caso, puesto que la película no evita el enfrentamiento con ella, estamos de enhorabuena. Visto lo visto, que una película profundice un poco más para desmarcarse de ese blanco y negro que lastra a casi todas las películas es un logro.
Metz relata la trayectoria de ambos tenistas en el torneo de Wimbledon de 1980, que acabó con una final en la que ambos se enfrentaron, incluyendo flashbacks de la vida de ambos para explicar sus orígenes, su evolución y las diferencias de carácter. Por suerte, esa estructura con saltos temporales funciona a la perfección y es necesaria para entender en su totalidad a los dos protagonistas y empatizar con ellos.
Los flashbacks dan mayor dimensión a Borg McEnroe, pues además de ser bastante precisos en contenido, desarman ligeramente ese dualismo elemental en el que se apoya la película –el bueno frente al malo, el héroe frente al villano–, mostrando a un Björn Borg adolescente cuyo carácter era igual de difícil que el del John McEnroe de los 80. La clave de la evolución de Borg es que aprendió a controlar las emociones, si no sus reacciones habrían sido muy parecidas a las de McEnroe y no existiría esa percepción antagónica, de hecho al sueco se le llega a definir como “un volcán que lo guarda todo dentro”.
También cabría destacar la cantidad de detalles curiosos que ofrece, como las innumerables manías de Borg o las capacidades mentales de McEnroe en su infancia, así como algunos momentos inspiradores y alguna que otra reflexión sobre la psicología y la imagen de los deportistas. Las actuaciones de Sverrir Gudnason y Shia LaBeouf son excelentes, si bien creo que el actor escandinavo está más convincente en cuanto a expresión y parecido. La fotografía de Niels Thastum es más que correcta, aunque la final de Wimbledon se podría haber representado con menos cortes y más fluidez.
Aunque Borg McEnroe no es un ace, es bastante competente a todos los niveles. Presenta una historia bien narrada que alterna entre el presente y el pasado para ir desvelando poco a poco la personalidad de los dos protagonistas y cuenta con muchos detalles interesantes. El resultado de la final se sabe de antemano, pero no por ello disminuye el interés del espectador. Metz juega su partido y acaba sacándolo adelante.

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