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Lucky (2017), de John Carroll Lynch – Crítica

 
Por Jaime Fa de Lucas.
Lucky se centra en un nonagenario solitario que vive en un pueblo del medio oeste americano. El personaje principal, Lucky, escéptico, realista y con inquietudes filosóficas, está basado en la personalidad y las creencias del actor que lo interpreta, Harry Dean Stanton, que por desgracia falleció sin poder ver el montaje final. Se podría decir que es un tributo al actor, pues uno de los guionistas era amigo íntimo, algo que da a la película una dimensión extra y la hace más genuina.
Ahora, sin rodeos: Lucky es una pequeña joya. Una película sencilla y modesta que no por ello renuncia a rebozarse en el fango para tratar de forma sutil un tema tan complejo como la muerte. Creo que John Carroll Lynch ha conseguido una de las mejores películas de 2017 y es una lástima que la pasaran por alto en los Oscar, a pesar de ser superior a la mayoría de nominadas.
Hay que destacar, por encima de todo, el buen hacer del guion de Logan Sparks y Drago Sumonja, repleto de diálogos ingeniosos, humor que da en el clavo y reflexiones filosóficas que sin caer en la pretenciosidad alcanzan cierta profundidad. También me ha parecido muy agudo a nivel narrativo, desplegando unos simbolismos conceptuales y visuales de gran calidad. Posiblemente sea una de las pocas películas recientes que trata el tema de la muerte con inteligencia y sin miedo.
Spoilers desde aquí… La idea del reloj de la cafetera que parpadea y siempre marca las 12:00 es genial. Lucky se cae después de quedarse hipnotizado con él. Ahí empieza el camino hacia su «iluminación». Tendrá que aceptar que el tiempo pasa, que no está congelado como en su cafetera, y que la muerte está cada vez más cerca. Una vez que entiende esto, pone el reloj en hora. También es interesante la escena en la que el médico, tras darle una dosis de realidad respecto a la muerte, le regala una piruleta como si fuera un niño eternamente joven.
Aunque hay algunas deficiencias en la fotografía –varios planos ligeramente borrosos– y en las actuaciones –horrible David Lynch–, no es algo que empañe la gran labor de John Carroll Lynch y de todo el equipo. Tampoco se puede decir nada negativo de la actuación de Harry Dean Stanton, que se mueve como pez en el agua con un guion prácticamente pensado y diseñado para él.
La filosofía de Stanton se podría resumir en una especie de «realismo relativista» en el que hay que afrontar las cosas tal y como son, pero teniendo en cuenta que cada uno tiene su punto de vista sobre la realidad. En lo referente a la muerte, tiene un enfoque bastante escéptico: no existe el alma y no hay nada después, sólo un vacío. Y ante esto lo único que se puede hacer es sonreír, aceptar lo que venga, algo que adopta de una anécdota sobre una niña budista que ante un destino fatal sonreía.
La escena final representa la culminación del trayecto espiritual, el último escalón perceptivo-existencial. Lucky va al desierto, se queda mirando a los cactus y sonríe a la cámara. Se trata de un individuo que se ve a sí mismo en relación con el entorno, con el universo, y ante la magnitud y la longevidad de lo que le rodea, reconoce su insignificancia y acepta el porvenir con serenidad.
Observaciones:
Lucky se permite un guiño al paso del tiempo y cómo éste se ve reflejado en la sociedad estadounidense a través de la inmigración. No es gratuito que el protagonista haga migas con una familia mexicana. Lucky acepta esto con alegría. Cuando la madre le dice que su hijo se llama Juan, él lo compara con el nombre John y alza el puño y exclama «¡Juan Wayne!», refiriéndose a John Wayne, haciendo de los inmigrantes las futuras figuras heroicas del país.
– Un gesto bastante conmovedor es cuando entra en la tienda de mascotas para adoptar algún animal y acaba comprando los grillos que la gente compra para alimentar a sus mascotas.
– La película es muy consciente de la importancia de la suerte en la vida, algo que a su vez resta importancia a la propia existencia. Ejemplo: el médico dice que el protagonista se llama Lucky porque tiene suerte de estar vivo después de todo lo que fuma. En otra escena, él dice que le llaman Lucky porque en la guerra le tocó ser cocinero y es el puesto más fácil.

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