El asco

Por Raquel JR
El Asco, de Grant Morrison, Chris Weston, Gary Erskine. ECC Ediciones.

Ya sólo con observar la portada y las páginas introductorias de este cómic, nos damos cuenta que estamos ante una obra que desafía lo convencional y lo políticamente correcto. Tras el prospecto médico inicial Grant Morrison nos sumerge de lleno, y a toda velocidad, en un mundo psicodélico y futurista a la vez en el que Greg Feely, que en apariencia lleva una vida gris y anodina, resulta ser Ned Slade, integrante de La Mano, misteriosa organización que se ocupa de mantener la estabilidad en la sociedad y perseguir aquello que la infecta. Así, Slade y su compañera Nil deberán enfrentarse a enemigos de toda índole, como ciborgs, criaturas microscópicas descontroladas o actores porno psicópatas. Pero Feely-Slade no accederá de buen grado a recuperar su antigua identidad, sino que la disyuntiva entre cuál de las dos es la verdadera se mantendrá a lo largo de toda la historia, haciéndonos reflexionar sobre los múltiples puntos de vista que puede tener nuestra personalidad y cuál de ellos es el auténtico.

Aunque el argumento parezca sencillo, la trama no lo es en absoluto, y Morrison deja muchas cuestiones en el aire, como la verdadera naturaleza de La Mano, más allá de mantener el Status Q, es decir, la estabilidad de la civilización a nivel interdimensional; el origen de su poder, o los peligros de la tecnología. Somos los lectores quienes tenemos que completar estas incógnitas con una lectura activa, que no deja indiferente a nadie. A pesar de que se trata de un cómic difícil, que deja con la sensación de no haber captado la historia al completo, la riqueza del contenido subyacente y los diferentes niveles de lectura posibles hacen que merezca la pena. Bajo el atractivo y la complejidad de los personajes, el despliegue de imaginación y surrealismo y la carga de violencia y sexo explícitos, subyace una reflexión cínica y nihilista sobre dictadura de estos en la sociedad actual y cómo la industria del entretenimiento nos controla a través de nuestros instintos más primarios.

El dibujo de Chris Weston se adapta perfectamente al vertiginoso ritmo de la historia, en un alarde de originalidad formal a nivel compositivo y un despliegue de color y acción en cada viñeta, mezclando con gran maestría psicodelia y underground. También hay que reseñar la originalidad de las portadas de cada entrega, en el mismo tono satírico-científico del inicio.

En resumen, el esfuerzo de concentración que requiere este cómic merece sobradamente la pena tanto por la peculiaridad de los planteamientos y el inteligente uso de lo irreverente y lo escatológico, como por la calidad del despliegue gráfico que los secunda.

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