Si no te hubiese conocido… o sí
Los que me conocen es posible que me tilden de práctica, incluso de resolutiva. Y seguramente estén en lo cierto. Solo que esa es solo una parte de mí. Hay más, todos escondemos más. Yo, por ejemplo, tengo también mi parcela creativa e imaginativa a la que mimo mucho, aunque básicamente en la intimidad. Es una faceta que, con la edad, está cogiendo fuerza. O quizás sea que empieza a cerrarse el círculo y poco a poco estoy volviendo a mi infancia y me parezco cada vez más a la niña que fui. En cualquier caso, yo séque de tanto en tanto me gusta fantasear con lo que pudo ser o no, con las miles de posibles vidas paralelas que pude haber vivido, con las casi casualidades que en el último momento se torcieron, con las historias que han quedado a medias, con las cosas que he ido dejando por el camino,a veces incluso sin saberlo.
Por eso mi conexión con el texto de Sergi Belbel fue instantánea. Y eso que debo reconocer que hace mucho, muchísimo tiempo, decidí darle la espalda. De un modo metafórico, claro. Ni siquiera recuerdo exactamente por qué. Seguramente no fue más que una decisión subjetiva y discutible que tomé entonces, un camino que decidí seguir despreciando otros que se me ofrecían también. Si no me equivoco fue a raíz de una charla en la que coincidimos, él como ponente, yo como oyente. O tal vez no tuvo nada que ver. La cuestión es que hemos vuelto a coincidir, esta vez como director y espectadora. Y que viendo su obra Si no te hubiera conocido, que ha escrito y dirigido y que se representa estos días en el Teatro Valle-Inclán, he hecho las paces con él.
Sí, pensé. Qué buena idea. Más, quiero más. Me encantó el juego, me encantó la idea. No me costó nada entregarme por completo a la propuesta y debo decir que la experiencia resultó muy placentera, casi embriagadora. A partir de una premisa original: ¿existe realmente una realidad paralela para cada una de las decisiones que hemos tomado o desestimado en la vida?, el texto fluye y va cogiendo cuerpo. Los cuatro protagonistas lo van moldeando, le van insuflando vida con su entrega, con su pasión. La proximidad entre el público y los actores hace que la obra todavía parezca más verosímil, más humana. Es un lujo poder ver un primer plano de las lágrimas de Unax Ugalde, brillando mejilla abajo, o de la cara de absoluta decepción de Ana Cerdeiriña cuando constata que el hombre al que ama no la comprende ni la corresponde, o de la emoción recorriendo el cuerpo de Marta Hazas ante el reencuentro con un gran amor de su niñez; o de la borrachera de Óscar Jarque, el amigo que va y viene, y cuya vida parece entrecruzarse de forma obcecada con la del protagonista.
Al autor le bastan una pantalla blanca, dos sillas y un decorado de fondo versátil para contarnos esta historia que intenta responder, o al menos sugerir algunas posibles respuestas, al viejo dilema de si nuestro destino está predeterminado o somos nosotros con nuestras decisiones y elecciones los que lo definimos. En cualquier caso, se trata de un ejercicio interesante que seguro le dará que pensar. No se lo pierda.
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También en CULTURAMAS: … un bosquejo de comedia romántica.
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Equipo artístico
Escenografía Max Glaenzel
Iluminación Kiko Planas
Vestuario Lupe Valero
Música Ana Villa y Juanjo Valmorisco
Videoescena Emilio Valenzuela (dLux)
Ayudante de escenografía Anna Gil
Ayudante de vestuario Paula Castellano
Ayudante de videoescena Natalia Moreno
Ayudante de dirección Antonio Calvo
Dirección de producción Nadia Corral
Producción Fabián Ojeda
Diseño cartel Javier Jaén
Fotos marcosGpunto
Coproducción Centro Dramático Nacional y Octubre Producciones
Teatro Valle Inclán. Sala Francisco Nieva. Del 6 de abril al 6 de mayo 2018.