La catedral y el niño
Eduardo Blanco Amor
La catedral y el niño
Luis Torralba es un niño de ocho años que vive en una ciudad gallega a comienzos del siglo xx. Sus padres están separados y pertenecen a mundos completamente distintos: su madre a los ambientes burgueses y clericales de la ciudad, con sus días previsibles y tranquilos; por el contrario, su padre es un pequeño aristócrata librepensador, un poco calavera, que vive en un destartalado pazo en las afueras, donde no faltan las tertulias con sus amistades bohemias.
La infancia de Luis se desarrolla entre estos dos ambientes tan contrastados y tan ricos en personajes y situaciones que irán convirtiéndole en alguien capaz de imaginar su propio futuro, muy distinto al que todos tienen pensado para él.
Esta novela de aprendizaje, seguramente una de las mejores novelas escritas en castellano en todo el siglo xx, debería haber situado a su autor como uno de los más destacados narradores españoles de su época. Sin embargo, la singular peripecia del libro –que fue publicado originalmente en Buenos Aires en 1946 y no pudo ver la luz en España hasta treinta años más tarde– y de su autor –que vivió casi toda su vida en Argentina y escribió la mayor parte de su producción literaria en gallego– le han privado del reconocimiento que sin duda merece.
Eduardo Blanco Amor (1897-1979) nació en Orense y fue narrador, poeta y dramaturgo. Aunque alternó el uso literario del gallego y el castellano, la mayor parte de su obra literaria la escribió en gallego. En 1919 emigró a Argentina, donde empezó a trabajar en el periódico La Nación. Como corresponsal de ese medio volvería a España durante dos periodos: de 1929 a 1931 y de 1933 a 1936. En esa época conoció y trabó amistad con los principales escritores galleguistas (Risco, Castelao y Otero Pedrayo, entre otros) y con García Lorca, a quien le editaría sus Seis poemas galegos. El inicio de la guerra civil le sorprendió en Buenos Aires, donde trabajó durante la guerra a las órdenes del gobierno de la República. Empezó a escribir ficción con casi cincuenta años, pero es autor de dos de las mejores novelas españolas del siglo xx: La catedral y el niño (1948), que escribió en castellano, y La parranda (A esmorga, 1959), en gallego. Entre su producción narrativa destacan también Las musarañas (Os Biosbardos, 1962), Los miedos (1963) y Aquella gente… (Xente ao lonxe, 1972). Regresó definitivamente a España en 1966 y moriría en Vigo trece años más tarde.
«Oscila entre el realismo costumbrista y la novela de formación con un estilo tan ameno […] como lujoso en los matices […]. Una obra maestra.» Iñaki Ezkerra (El Correo)
«La catedral y el niño es un espléndido friso de Auria […] en el primer tercio del pasado siglo, que muestra las relaciones de poder y la tensión que estas generan en las vidas de las gentes de una pequeña ciudad, y especialmente la confusión y el pathos del niño que crece oprimido, dividido entre el polo materno y el paterno.» Ana Rodríguez Fischer (Babelia)
«Blanco Amor despliega todo un universo pródigo en detalles costumbristas, volcado en una prosa sonora, arcaizante y de calidad exquisita.» Ignacio F. Garmendia (Diario de Sevilla)
«Fue un gran fabulador capaz de convertir las antiguas desazones infantiles en el germen de prodigios inesperados como La catedral y el niño.» Miguel Barrero (Zenda)
«Una auténtica delicia.» Óscar López (Página Dos)
«Esta obra de aprendizaje de la infancia del joven Luis Torralba -que como su creador también es abandonado en su infancia por su progenitor- guarda el encanto de las novelas que perduran y quedan ya para siempre como referente para generaciones literarias venideras.» Natalio Blanco (Diario16)
«No creemos que ningún escritor en lengua castellana haya escrito páginas tan reveladoras y de tan precisa complicación sobre la irrupción de la adolescencia y el descubrimiento del sexo por el niño como las que encontramos en el conjunto de la obra de Blanco Amor.» Ignacio Soldevila
«La catedral y el niño es una novela a modo de saga, comparable cuando menos a Los gozos y las sombras, que sorprenderá y encantará al lector partidario de la narrativa en clave realista.» Vicente Araguas (Revista de Letras)