Flor de hadas en el bolsillo
Flor de hadas en el bolsillo
Juan Antonio Fernández Madrigal
Descripción:
Prólogo de Miguel Córdoba. Ilustraciones y postfacio de Manuel Mota.
EL TRANSBORDADOR
Hemos permitido que las máquinas nos releguen a cuidadores de sus procesos y mecanismos dentro de una ciudad negra, caliente y homogénea que domina el inmenso erial del mundo. ¿Cómo llegamos hasta ahí? ¿Por qué nos vaciamos de todo lo no uniforme, del arte, de la curiosidad, del dolor y de la alegría, de la imaginación? ¿Hubo algún momento en el pasado en que tuviéramos alguna oportunidad de haberlo evitado?
En la ciudad de nomorfa una persona despierta del letargo. Armada tan sólo con un poco de una sustancia que le cabe en el bolsillo, herramientas con las que construir un anacrónico pedazo de historia en el erial e imágenes y sensaciones que recuerda haber visto en los archivos de las máquinas, emprende un viaje para encontrar las respuestas. Aunque lo que encuentra al final del mismo no puede ser más inesperado.
“Flor de hadas en el bolsillo” es una obra que se sitúa en múltiples puntos de intersección: empieza como el cuaderno de notas de un viajero pero termina como novela, es una crónica pero roza la poesía, bebe de numerosos géneros literarios pero no se queda con ninguno, es ficción y no lo es… Porque él, el libro, es también una herramienta para buscar respuestas, estudiar lo que nos hace humanos y redescubrirnos algunas regiones de esa humanidad; una narración preciosista en la que cada palabra cuenta, cada personaje suma y cada detalle contribuye a crear una historia que nos llevará, con algo de suerte, a la esencia de las cosas.
Juan Antonio Fernández Madrigal (1970, Córdoba) comenzó a escribir en su más tierna infancia. Lamentablemente, ciertos problemas de inconstancia (que más tarde evolucionaron hacia su actual eterna búsqueda de la variación) impidieron que diera fin e incluso que diera principio a trabajos que mostraban una apreciable tendencia a formar trilogías, tetralogías, pentalogías, e incluso ene-logías siendo ene un número arbitrario. Al mismo tiempo, y dado que su cuerpo mostraba una nula inclinación hacia el desarrollo de actividad física que no estuviera relacionada con conectar varias pilas en paralelo para dotar de motor eléctrico a un trozo de madera que navegara las procelosas aguas de la piscina, su mente incansable comenzó a garabatear, luego a dibujar, y finalmente consiguió pergeñar alguna que otra ilustración. Se pierde en el tiempo el momento en el que enunció su famosa profecía: “Yo de mayor construiré un robot”.
Actualmente se dedica a varias cosas relacionadas con lo que él cree que es la creatividad: la escritura sin género preciso (el género se lo pone y se lo cambia como le parece), la ilustración sencilla (para no poner de manifiesto sus limitaciones demasiado pronto), la investigación en robótica inteligente (un área en la que aún no hay robots inteligentes), y la docencia universitaria (si sigue la tendencia actual de convertir la Universidad a las leyes del mercado libre, está convencido de que ambos términos -docencia y universitaria- llegarán a ser contradictorios).
Tras estos años de vida, en los que en realidad todas estas manifestaciones supuestamente creativas tienen en su origen el afán por descubrir qué demonios es esto donde nos han metido -el mundo, la vida, el universo-, ha llegado a varias conclusiones que, como él, son difíciles de interpretar. Por citar una con algo de sentido: merece la pena hacer lo que a uno realmente le gusta. Claro, que para eso hace falta saber (sentir) qué es lo que a uno realmente le gusta.
Año: 2018
Edición: 1ª Edición
Año edición: 2018
Cubierta: ilustración de Manuel Mota
Páginas: 236