'Biblioteca bizarra', de Eduardo Halfon
PEDRO PUJANTE.
Los libros de Halfon no los leemos, más bien los escuchamos. Porque su voz, cadenciosa, suave pero intensa, tiene una textura tan particular que nuestro oído acaba acostumbrándose a su timbre, a su tono y su acento. En estos textos Halfon nos habla de sí mismo, de sus experiencias vitales y de la relación que ha establecido con los libros, con la literatura. El texto que da título al volumen es un repaso por diferentes bibliotecas que han llamado su atención, algunas de ellas apócrifas, ilegales o incluso imaginarias. También hay espacio en estas páginas para testimoniar la realidad más dura de Guatemala, la corrupción, la censura, o sobre la gente marginal de Bogotá con la que compartió algunos momentos de su paso por la ciudad.
Halfon escribe libros multimedia, crea espacios en los que coexisten dos (o más) planos que su escritura hace confluir. La ficción y la realidad se entrelazan en la mente del autor (y en la del lector) y se presentan como un todo. Por ejemplo, el texto que dedica a su hijo y que entreteje con alusiones a un poeta que está traduciendo, Carlos William Carlos; o cuando ensarta preguntas de una entrevista con la crónica de los desechables.
Para que este procedimiento no resulte estridente, Halfon se somete a un régimen de lo leve, ya que como él mismo aclara: “La vida está codificada en los detalles nimios”. Pero lo sencillo no elude lo complejo, porque tras una arquitectura de lo esencial esconde ideas, fogonazos y sutiles emociones que hacen de Halfon un observador minucioso de la realidad, un escritor que se comunica sin estridencias pero que revela una sabiduría tan natural como aguda. Transforma, como Vila-Matas o Chejfec, la realidad en materia literaria, pero también trabaja en el sentido contrario: transformando la literatura (que es su obsesión y el motor de su escritura) en experiencia vital, creando así un circuito cerrado en el que la vida-literatura, fluye y construye todo su universo bioliterario. Así, experiencia, vivencias, memoria, inquietudes intelectuales y las pasiones más banales son coaguladas y vertidas en este pequeño libro en el que se rompen las barreras entre autobiografía y arte, entre recuerdo y ficción. Porque como el propio Halfon declara: “Hacer literatura es el arte de manipular el recuerdo”.