The Last Family (2016), de Jan Matuszynski – Crítica
Por Jaime Fa de Lucas.
The Last Family se centra en la vida del maravilloso pintor polaco Zdzislaw Beksinski. El director Jan Matuszynski se acerca a él de manera distante, tangencial, tanto es así que al principio sabemos más de su hijo y su familia que del propio Zdzislaw. Tras ese inicio algo cuestionable, al que tampoco ayuda el comportamiento irritante del hijo, la película coge fuerza y se despliega un retrato sutil y discreto del pintor, en el que los pequeños detalles dicen mucho sobre su personalidad y sobre cómo afrontaba los diferentes acontecimientos de su vida.
El carácter de Zdzislaw Beksinski es lo suficientemente atractivo por sí solo para sostener al film, aunque no se puede obviar la impecable actuación de Andrzej Seweryn, que se llevó el premio al mejor actor en el Festival de Locarno. Lo más sorprendente es el contraste que existe entre la oscuridad de sus obras y su personalidad alegre y desenfadada. Este contraste da sentido al ingenioso humor negro que impregna a toda la película y que hace de The Last Family una obra más interesante si cabe.
Aunque no se puede negar que es una película bastante trágica, ya que dedica bastante metraje al tramo final de la vida del pintor, Matuszynski y el guionista Robert Bolesto consiguen que ésta sea acogedora y tierna, incluso muy graciosa. Los momentos de humor negro son de mucha calidad: mención especial para las escenas de Beksinski con la cámara de vídeo y para la escena de la numerología, el hijo suicida y el avión. A esto hay que sumar los interesantes detalles de la época, como el del ventilador con el que enfriaban patatas, el traductor de películas en tiempo real, etc.
Cabe destacar la relación etérea que se establece entre sus obras y su vida. Como si en sus cuadros se manifestara el lado oscuro subyacente, casi como si su pintura fuera una profecía de la tragedia que le iba a acontecer en el tramo final de su existencia. Esta conexión intangible entre obra y vida, junto con la humildad y la jovialidad de su carácter, hacen que la escena final de la película sea absolutamente devastadora.
En general, The Last Family presenta una delicadeza, una sutileza y una sensibilidad fuera de lo común. Esto se manifiesta, por ejemplo, en la distancia que toma la cámara respecto a los personajes en determinadas ocasiones. Cuando Beksinski necesita espacio para lidiar con acontecimientos dolorosos, Matuszynski sitúa la cámara bastante lejos. Esta inteligencia espacial pone la guinda a una película divertida y muy conmovedora.