Austera belleza y poética atmósfera para El caballero de Olmedo
Por Horacio Otheguy Riveira
La palabra enigmática se viste de energía poética para atravesar la oscura sabiduría de una pasión que desde el primer momento se sabe trágica:
Esta noche le mataron
al caballero
a la gala de Medina,
la flor de Olmedo
Basada en una historia real, mitificada como leyenda, El caballero de Olmedo es un apasionante recorrido por la piel y el corazón de un hombre valiente que teme resultar cobarde, y una hermosa mujer dispuesta a muchas travesuras con tal de afirmar su independencia familiar y comprometerse. Él teme que la desgracia le acose y derribe, ella sólo piensa en lograr unión eterna. He aquí una versión creada por un gran especialista en Lope de Vega, el director Eduardo Vasco, que reduce al mínimo esencial el texto del s.XVII, y enaltece la alegría del amor repentino y la profunda belleza del amargo final, donde se une el concepto clásico del destino infranqueable con la pasión de los hombres mezquinos.
Lo más importante, llegar al teatro despojado de prejuicios, abandonando la memoria de otras representaciones con distintos puntos de vista, deseosos de conectar con la novedad, ambiciosos de volver al asombro. O al menos de recuperar el deseo de asombro. Entonces se puede conectar muy bien, y muy pronto con esta indagación llevada a cabo con holgura estilística. Y se produce el fabuloso encuentro que responde algunas preguntas: ¿Cómo es que me asalta el disfrute ante una de las maravillas de mi autor clásico español preferido? ¿Cómo es que lo que tantas veces he leído y visto en diversas versiones montadas por admirados profesionales se me antoja ahora primerizo y cautivador? Será porque ya al recogerme en la butaca, me dejo llevar por lo que la escena me ofrece: un escenario casi desnudo en el que ocupa amplio espacio un gran panel vertical con un dibujo negro abstracto, acaso una mancha grande y sugerente, tal vez una enorme sombra, paredón de casona, muralla de convento.
Al iniciarse la acción, en el panel se irá proyectando la sombra de algunos personajes en momentos clave. Es un juego serenísimo y muy bello en lograda mancomunión de la escenógrafa Carolina González y el iluminador Miguel Ángel Camacho, al servicio de una historia que se desarrolla con un sentido de la acción dramática pausado, pero no por eso lento, dueño de un ritmo bien medido, dentro de una atmósfera poética sin estridencias; sus luces y sombras conforman el paisaje donde conviven los enamorados con sus aliados y enemigos, bien delimitados sus movimientos con el humor refrescante del criado o la intriga desafiante de la alcahueta, entre amenazantes embozos y espadas.
Los intérpretes forman parte desde hace mucho tiempo de esta Noviembre Compañía de Teatro, ya con 20 años de trayectoria, que en los últimos tiempos nos ha ofrecido varias obras de Shakespeare. Entre otras, una Noche de Reyes en clave de encantadora fábula musical, una discutible versión (¿feminista?) de Otelo con inolvidables hallazgos o un extraordinario Mercader de Venecia… En cada caso, una experiencia que no siempre me ha resultado gratificante. Ni tiene por qué. El teatro conviene como una aventura proclive al debate, necesariamente inquietante cuando la llevan a cabo profesionales que se la juegan cada vez con perspectivas diferentes, en busca del tono y la imagen adecuados para unir textos geniales con la acción que brota del trabajo diario de creadores.
En esta ocasión, Eduardo Vasco dirige un coro formado por primeras figuras, tal la musicalidad y armonía de su trabajo en equipo, donde cada humana criatura surge como una melodía de las propias sombras. Así la flexibilidad orgánica de Arturo Querejeta (ayer asumiendo protagonistas de fuste, hoy secundario chispeante); la sensualidad frágil que se torna todopoderosa de Isabel Rodes (foto) junto a la catadura del héroe que avanza a tientas por la oscuridad de sus temores en un Daniel Albaladejo que esgrime espada con la misma seguridad con que enlaza versos sublimes; la bárbara constancia de Fernando Sendino en ese don Rodrigo que convierte su amor por la bella inconquistable en odio implacable hacia quien sí la conquista… Y Fabia, a quien ninguna perversión le resulta ajena, cuanto más entrañable más peligrosa, bordada con el minucioso magisterio de Charo Amador…
En definitiva, breve temporada como Compañía invitada, sólo hasta el 31 de marzo. Las entradas se agotan. La ocasión es única. El placer, muy grande.
… llegaron los años en que estuve al frente de la CNTC (2004-2011) y mi predilección lopesca fue evidente: El castigo sin venganza, Las bizarrías de Belisa, La Estrella de Sevilla, La moza de cántaro y El perro del hortelano fueron los títulos lopescos que tuve el privilegio de estrenar y que me permitieron profundizar en la dramaturgia del Fénix madrileño, que ya formaba parte de mí.
Mi relación con El caballero de Olmedo comienza en el bachillerato. Me intrigaba la triste historia de don Alonso, la injusticia del acto cobarde, las malas artes de Fabia; me parecía una historia con mayúsculas. Pero lo más emocionante era su lírica, aquellos versos hermosos y llenos de fatalidad, profundos y de una belleza sencilla. Ya en la Escuela de Arte Dramático, estudiando dirección escénica, elegí la escena de la despedida de los enamorados para uno de los ejercicios del segundo curso y quedé prendado de la obra para siempre… (Eduardo Vasco)
El caballero de Olmedo en los últimos montajes presentados en Madrid
Teatro de la Comedia, Compañía Nacional de Teatro Clásico, Madrid, 1990. Dirección: Miguel Narros. Escenografía: Andrea D´Odorico. Música: Gregorio Paniagua. Con Carmelo Gómez, Enrique Menéndez, Encarna Paso, Laura Conejero, Jaime Blanch, Ana Goya, Marcial Álvarez, Fernando Conde.
Teatro Fernán Gómez, Madrid, 2013. Versión: Eduardo Galán. Dirección: Mariano de Paco Serrano. Escenografía: David de Loaysa. Música: Tomás Marco. Con Javier Veiga, Marta Hazas, José Manuel Seda, Enrique Arce, Encarna Gómez, Andrea Soto.
Teatro Pavón, Compañía Nacional de Teatro Clásico, Madrid, 2014. En colaboración con Teatre Lliure. Adaptación: Lluís Pasqual, a partir de la versión de Francisco Rico. Dirección: Lluís Pasqual. Intérpretes: Javier Beltrán, Mima Riera, Francisco Ortiz, Rosa Maria Sardà (alternando, por problemas de salud, con Carmen Machi y Francesca Piñón), Jordi Collet, Carlos Cuevas, Pol López, Paula Blanco, Laura Aubert, David Verdaguer, Samuel Viyuela González.
Lope de Vega (1562-1635), escrita aproximadamente en 1620.