Violeta, de princesa a heronía
Por Estíbaliz García.
En estos últimos años las feministas de la tercera ola hemos leído a otras mujeres feministas
para aprender lo que nunca deberíamos de haber aprendido. Hemos leído teoría feminista en la que la mayoría tenemos más de veinte años. Algunas, afortunadamente, la han leído en la adolescencia. Y yo, y seguramente muchas más mujeres podrán corroborar mis palabras, nos hemos dicho, más de una ocasión, que echamos en falta literatura infantil que se desmarque de prejuicios y estereotipos para generaciones venideras.
Violeta, la princesa que fundió su corona es el libro que estábamos esperando para nuestros pequeños y en especial para nuestras pequeñas. Como todas las niñas, vivía en el Palacio de las Normas y como tal, la educaron en todo lo que tenía que hacer una princesa: estar sujeta a unos estándares. En el cuento tiene a una criada que la peina todos los días y vigila mucho lo que come para no “pasarse”. Sin embargo, la parte más violenta para Violeta es cuando tiene que elegir entre tres príncipes para casarse con uno de ellos en cuestión de semanas y tenerhijos en un futuro más lejano.
Esto, simbólicamente, empieza a cambiar cuando sale del Palacio de las Normas. En su estancia fuera, cuando quiere luchar en la guerra contra los dragones y que por ello ha practicado con el arco, le dicen que eso es “cosa de hombres” (nos suena, ¿verdad?) poco a
poco se da cuenta de las presiones que a la que ha sido sometida, pero a su vez reconoce que
ella ejerce presiones, sin quererlo, sobre la gente humilde.
Al cumplir los 16 debe volver al Palacio de las Normas por órdenes de su padre, que le anuncia que una vez cumplida esa edad, se convierte en reina, y le recuerda que debe elegir con cuál de los tres príncipes quiere casarse. Y es aquí, cuando el título del cuento cobra sentido: Decide no depender de ningún hombre y funde su corona, convirtiéndose en oro fundido, repartido entre la gente más humilde. Cuando una mujer toma sus decisiones, puede ocurrir dos cosas: que tu entorno tenga empatía y lo acepte o que reaccione con violencia ante la amenaza de que alguien rompa su status quo. Esta última opción se ve reflejada al final del cuento. No es fácil liberarse. Afortunadamente, aparece también la sororidad, que nos alivia o nos salva en el mejor de los casos. Y en este cuento, una mujer salva a otra mujer, rompiendo con el esquema establecido que nos dice que tiene que ser un hombre el que lo haga.
La sororidad aumenta y se fortalece cuando ninguna mujer subordina a otra y luchan juntas junto con sus compañeros contra los dragones. Violeta ha pasado, como todas nosotras, de estar en un lugar donde las normas no se cuestionan, hasta que descubres otras realidades, coges experiencias y ahí tu perspectiva cambia, te revisas y descubres que has sido sometida a presiones que el patriarcado te ha inculcado. A su vez, eres más empática con el resto de realidades que no te tocan de cerca y finalmente, luchas contra el enemigo en común.
Ojalá las niñas se hermanen antes de que se comparen entre ellas. Ojalá Violeta traspase la
ficción y sea la primera de muchas.