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Lucidez y alucinación

Por Julia Mª Carvajal
 

El Museo Guggenheim de Bilbao presenta una selección de trabajos realizados por el artista Henri Michaux, bajo el titulo “El otro lado” desde los años veinte a los ochenta del siglo pasado, en sesenta años de producción, dibujos, tintas, gouaches, acuarelas, y obras sobre lienzo, muestran su trayectoria a través de las artes plásticas y su pasión por la literatura. Entre las más de doscientas obras que pueden contemplarse, hay algunas inéditas y otras pertenecientes a fondos de importantes colecciones públicas y privadas, también curiosos objetos de su colección personal, procedentes de sus viajes por distintos continentes. La exposición inaugurada este mes de Febrero, permanecerá hasta el mes de Mayo.
Henri Michaux, pintor y poeta belga (NamurBélgica, 24 de mayo de 1899París, 19 de octubre de 1984), publicó su primer texto en 1923, «Cas de folie circulaire»- en la revista Le Disque Vert, que dirigía su amigo Franz Hellens, ese mismo año abandonó Bruselas y fijó su residencia en París, donde inició su carrera literaria y descubrió el surrealismo, admirando especialmente la obra de Paul Klee, Max Ernst, Giorgio de Chirico y Salvador Dalí. Se editaron sus primeros libros, Les rêves et la jambe (1923) y Qui je fus (1927).
Durante los diez años siguientes viaja por América y Extremo Oriente, lugares que le inspiran para escribir otros libros, en Uruguay conoce a Susana Coca la escritora que aprendió ruso para poder leer a Boris Pasternak y su magnífica obra “Doctor Zhivago”, cuyos manuscritos escondió hasta que el libro pudo publicarse,  y a Victoria Ocampo, escritora y mecenas argentina, en cuya editorial “Sur” se imprimieron los ejemplares de los escritores más importantes de la década de 1930 a 1940. En 1937 se convirtió en el redactor jefe de la revista Hermès, publicada en Bruselas y cuyo objetivo era «provocar o facilitar ciertas confrontaciones directas entre la filosofía, la mística, y la poesía», y comenzó a dibujar y a pintar.
A partir de ese momento, expuso con regularidad en galerías parisinas, y publicó numerosos libros ilustrados. Aunque fue un artista inclasificable,  en sus inicios influenciado por el surrealismo, en  distintas etapas se le ha identificado con el tachismo, palabra derivada de “tache”, mancha en francés, y que se caracteriza por el empleo de manchas de color sobre la tela de modo espontáneo y automático y el empleo de materiales no habituales en la pintura,  el expresionismo  caracterizado por el desequilibrio y la fuerza de los colores y las formas, y la abstracción lirica en la que expresa sus emociones de una forma individual e inmediata. Su actividad pictórica va unida a la literaria, se siente atraído por la caligrafía, y utiliza la tinta y el papel en sus obras con profusión. Incansable viajero, decide hacer  viajes interiores imaginarios, experimentar como hace la ciencia, quizá recordando los estudios de medicina que abandonó,  y contando con supervisión médica, consume drogas, principalmente  mescalina,  bajo sus efectos escribe algunos textos impactantes, y plasma la distorsionada percepción de las formas, la irrealidad de los colores, sin embargo se siente decepcionado “miserable milagro” denomina a los resultados de los alucinógenos. Le interesan fundamentalmente la figura y la mente humanas, la caligrafía, como el arte de escribir dotando de belleza a las letras, por eso el alfabeto japonés le atrae especialmente, las palabras escritas son realmente dibujos y los niños aprenden a trazarlos con pincel.
Toda su obra es “una fortaleza hecha de torbellinos y temblores”, como él mismo describe, lo que le lleva a crear un movimiento artístico denominado “el fantasmismo”, arte de interpretar las apariciones y los espectros, esta corriente tuvo un solo seguidor, él mismo. En su poema titulado “¡En Contra!”, toda una declaración de principios, se manifiesta en contra de lo establecido, en contra del conformismo, en contra de los prejuicios, de la opinión pública y las certidumbres seculares, en contra de comprender o domesticar ese impulso que, a cada intento de escritura o dibujo, le llevaba a otro lugar,  Esa mezcla de rebeldía y decepción se hace patente en uno de los versos del mismo poema: ¡Sí, creo en Dios! Por supuesto él no lo sabe.
 
 

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