Los 120 días de Sodoma es declarado tesoro nacional francés

Por Alejandro Gamero (@alexsisifo)

La historia de la escritura de Los 120 días de Sodoma es una de las más apasionantes y también de las más penosas de la historia de la literatura. Su manuscrito da buena cuenta de ello: una tira de más de doce metros formada por infinidad de hojas de 11 centímetros, encoladas entre sí, y escritas por ambos lados con letra minúscula. En 1784 el marqués de Sade ingresaba en la prisión de la Bastilla y, lejos de dejar a un lado la literatura, el hombre que estuvo encarcelado unas doce veces a lo largo de su vida, que llegó a pasar entre rejas unos 30 años, decidió que tenía que escribir Los 120 días de Sodoma. Y así lo hizo, a escondidas, con un papel que fue introducido de contrabando en la celda. En ese desolador contexto, incomunicado del mundo, Sade sintió la necesidad de escribir la historia más depravada jamás contada, la de cuatro aristócratas licenciosos que encarcelan a 28 adolescentes y las someten a todo tipo de torturas sexuales antes de matarlas. Georges Bataille no dudo en calificar esta obra y el resto de novelas de Sade como «apología del crimen».

Hasta cierto punto, era lógico pensar que sus obras fueran prohibidas durante todo el siglo XIX y buena parte del XX. Era lógico que Francia no se sintiera precisamente orgullosa de su escritor más libertino. Sin embargo, la fama es veleidosa, y el nombre que un día es denostado al día siguiente es encumbrado. Lo vimos en Francia con Baudelaire o en el Reino Unido con Oscar Wilde. Sin embargo, la decisión de declarar Los 120 días de Sodoma como tesoro nacional francés no responde solo al deseo de repartir justicia literaria; tras esta determinación se esconde una estrategia que tiene que ver más con el manuscrito que con la propia figura de Sade.

Cuando los revolucionarios asaltaron la Bastilla en 1789, el escritor fue sacado de su celda y trasladado a otra prisión. Se vio obligado a abandonar todas sus pertenencias personales a toda prisa, incluyendo el manuscrito de Los 120 días de Sodoma. Al no encontrarlo más tarde en la fortaleza, saqueada y demolida, escribiría que «derramó lágrimas de sangre» pensando que lo había perdido para siempre. Pero no se perdió sino que fue hallado por Arnoux Saint-Maximin en una grieta de la pared en la celda que ocupaba Sade en la Tour Liberté. Este lo entregó al abuelo del marqués de Villeneuve-Trans, en cuya familia permaneció durante tres generaciones. A finales del siglo XIX, se vendió a un psiquiatra de Berlín llamado Iwan Bloch, que lo publicó en 1904 bajo el seudónimo de Eugene Dühren, en una primera versión llena de errores de transcripción.

En 1929 el manuscrito vuelve a Francia: Maurice Heine lo adquiere por un alto precio en nombre de la célebre pareja de mecenas Charles y Marie-Laure de Noailles. En 1982, el manuscrito fue robado a un descendiente del vizconde de Noailles, sacado ilegalmente de Francia y vendido en Ginebra al coleccionista de libros raros, en su mayor parte eróticos, Gérard Nordmann. En junio de 1990, Francia considera que el manuscrito había sido robado y que debía ser devuelto a la familia de Noailles, pero el Tribunal Federal Suizo sentenciaba en mayo de 1998 que Nordmann había adquirido el documento de forma legal. Finalmente, los herederos de Nordmann decidieron revenderlo. El 3 de abril de 2014, Gérard Lhéritier, fundador del fondo de inversión Aristophil, pagó 7 millones de euros por el texto, con la intención de cedérselo a la Biblioteca Nacional Francesa después de cinco años. A partir de ese momento se conviertió en uno de los manuscritos más caros de Francia, asegurado por un valor de 12 millones de euros.

El problema es que la firma de inversión Aristophil fue liquidada en 2015, después de ser acusada de llevar a cabo un fraude piramidal que la llevó a malversar unos 850 millones de euros. La compañía que había adquirido más de 130.000 documentos en 12 años, gracias en gran medida a las inversiones de sus clientes, se declaró en quiebra. Los activos de la compañía se liquidarían gradualmente durante los próximos seis años. A partir de ese momento el rollo de Los 120 días de Sodoma entró en tierra de nadie judicial, mientras se inventariaban los fondos de Aristophil con vistas a liquidarlos.

El 20 de diciembre de 2017 tuvo lugar la primera subasta de manuscritos y obras de arte de la colección Aristophil, que incluía el texto de Sade como uno de los documentos más importantes. Y aquí es donde entra la jugada maestra del gobierno francés declarándolo tesoro nacional: de esta forma el rollo fue retirado de la subasta y adquirido directamente por el estado ‒por una cantidad indeterminada que se sospecha que ronde los 8 millones de euros‒. El mismo destino que el manuscrito de Sade tuvo el manifiesto surrealista que André Breton publicó en 1924 y donde definía su movimiento artístico. Así, este valiosísimo documento histórico también fue declarado tesoro nacional y sacado de la subasta.

Los surrealistas, por cierto, reivindicaron a Sade, considerándolo uno de sus principales precursores. A principios del siglo XX, Guillaume Apollinaire, que creía que Sade era «el espíritu más libre que haya existido jamás», editó sus obras. Con el paso de los años, la reputación de Sade se ha ido rehabilitando poco a poco en su país natal. Según sus defensores, exploró los impulsos ocultos de la sexualidad humana mucho antes de Freud y fue uno de los primeros defensores de la libertad sexual y política. Aunque, todo hay que decirlo, Los 120 días de Sodoma sigue siendo un plato difícil de digerir para estómagos sensibles.

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