"Playoff": siete actrices gladiadoras en la piel de valientes deportistas
Por Horacio Otheguy Riveira
Pasiones a flor de piel. Jóvenes en conflicto consigo mismas y entre sí. Mucha acción en el devenir de un vestuario de chicas futbolistas. Marginadas en el mundo del deporte, brindan en escena una catarsis sin parangón, confabuladas en una memorable labor de equipo. Playoff, de Marta Buchaca, por La Joven Compañía.
Encerradas en un vestuario —antes y entremedias de una eliminatoria—, siete jugadoras de fútbol exponen sus frustraciones, ilusiones y abundante rabia en un mundo con exceso de testosterona. El esfuerzo de las siete actrices junto al director es inmenso y el resultado es tan importante que mejora lo bueno del texto de la autora y hasta sobrevuela con éxito una evidente necesidad de mitin feminista.
Una vez más La Joven Compañía dirigida por José Luis Arellano García logra impactar, especialmente al público adolescente de los numerosos institutos que asisten a sus matinales, tanto en Madrid como en otras comunidades españolas: a sala llena no vuela ni una mosca y se asombran y emocionan, y algunos se sientan al borde de la butaca tratando de incorporarse con todo su ser a la impactante experiencia de espectadores teatrales con capacidad de discernir y replantear cuestiones fundamentales de la vida.
Las mujeres de Playoff funcionan como una unidad deportiva que tiene que luchar con uñas y dientes porque detrás, fuera de los balones, rencillas y espíritu competitivo, necesitan afirmarse como personas sino libres, buscadoras de su libertad. En el trayecto cotidiano repiten esquemas machistas y no logran romper ataduras, como cuando respetan más al entrenador que a la compañera que le sustituye. Temas de fondo en el proceso femenino, a través de diversas situaciones.
El texto de Marta Buchaca tiene aciertos notables en la fluidez de los diálogos, inspirados en buena medida en conversaciones con las intérpretes, pero decae mucho en la ambición de contarlo todo en hora y media: conflictos de pareja, el deseo sexual en libertad, su ambigüedad, los deseos personales en conflicto con el medio, la familia, la maternidad temprana; la necesidad de avanzar, de ganar, mientras “lo femenino” sigue estando colgado del desprestigio y los bajos sueldos… Este “demasiado” tiene un punto de sectarismo muy fuerte que lo convierte en varios momentos, y sobre todo en el final, en una empobrecedora mezcla de melodrama con enfermo terminal y alarde mitinero de un feminismo muy elemental en el que todos los hombres que se mencionan resultan insufribles. El que no es un machista feroz sobreprotegido por su mujer, que se niega a aceptar su sumisión, es un empalagoso adorador incondicional o un padre pasivo, mientras la madre es la única que atiende el proceso deportivo de la niña. Esta visión tendenciosa pesa sobre el armazón en que se sostiene el espectáculo, lo aligera y empobrece, haciendo convencional lo que podría volar con alas propias, en busca de una voz diferente, pues en el teatro sólo vibran los personajes —en escena o aquellos de los que se habla— con capacidad para desarrollar contradicciones, la gente plana, lineal, de acciones monótonas es enemiga acérrima de toda causa teatral. De hecho, los siete personajes femeninos, con mayor o menor impacto, sí tienen en cuenta matices, avances y retrocesos en su lucha cotidiana.
Las siete actrices se entregan con la disciplina y el esfuerzo personal que caracteriza a La Joven Compañía. Cristina Bertol, Neus Cortès, Ana Escriu, Yolanda Fernández, Cris Gallego, María Romero y Cristina Varona forman un equipo de gladiadoras triunfales que no mueren en la pista porque, unidas en un frente común, consiguen liberar toxinas personales, componer personajes con voz propia, y hacer de la ira propia de su sexo, aún maniatado por prejuicios sociales muy destructivos, un puente verdadero hacia la creación escénica.
Entre todas ellas, siempre bien integradas en la tónica general, algunas cuentan con mayores posibilidades de lucimiento por la garra o creatividad de su personaje, como Cristina Varona en la apasionada y desprejuiciada Pippi; Neus Cortés es Nuria (alias Torete), que defiende su flexibilidad sexual y sentimental con la vehemencia “incuestionable” habitual en los hombres, y Yolanda Fernández como Mami: una muy lograda versión de una madre de gemelos que dirige al torpe de su marido por teléfono, dispuesta a batirse con su suegra y con quien se interponga, con tal de seguir su propia vida, sin por ello dejar de ocuparse de sus hijos.
Adquiere singular protagonismo María Romero, a quien aplaudí por primera vez interpretando a un chico en El señor de las moscas, y luego fui de admiración en admiración en funciones tan dispares como La isla del tesoro, Proyecto Homero, La edad de la ira. Ahora lleva a buen término el personaje más rico de la función, el único que tiene un proceso completo de transformación en escena en varias etapas, incluida la aceptación de una sexualidad sin rodeos, y una conmovedora declaración de amor a su madre ausente, que rompe el estigma de que toda rebelión ha de conllevar un enfrentamiento familiar.
La iluminación de Juanjo Llorens está siempre plenamente incorporada al despliegue de emociones del septeto, que juega, grita, habla, llora y ríe felizmente vestida o semidesnudada por Silvia de Marta. Se mantiene un ritmo frenético con sus puntos de calma, a ratos muy tierno, con una expresión corporal bien ejecutada con dirección de José Luis Arellano y eficaz coreografía de Andoni Larrabeiti que las exhibe como potentes futbolistas, luchadoras por ser ellas mismas en un mar de dificultades.
Nota al margen. Sorprende el título: Playoff, una Eliminatoria en inglés, algo que también sucedió en otra función de la misma autora, Losers (Perdedores): lamentable ejercicio anglófilo en obras escritas en muy rico castellano sin ninguna referencia al idioma ni a la geografía correspondiente. ¿A cuento de qué semejante anglicismo en el título, sin continuidad en lo que sucede en escena?
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Dirección: José Luis Arellano García
Elenco: Cristina Bertol, Neus Cortès, Ana Escriu, Yolanda Fernández, Cris Gallego, María Romero y Cristina Varona
Iluminación: Juanjo Llorens
Escenografía y vestuario: Silvia de Marta
Música y espacio sonoro: Luis Delgado
Videoescena: Álvaro Luna y Elvira Ruiz Zurita
Coreografías: Andoni Larrabeiti
Caracterización: Sara Álvarez
Dirección del proyecto: David R. Peralto
Dirección de producción: Olga Reguilón
Dirección técnica: David Elcano
Dirección de comunicación: José Luis Collado
Márketing y desarrollo: Pedro Sánchez, Rocío de Felipe y Samuel García
Regiduría: Dani Villar
Fotografía de ensayos: @SamuelGarAr
Fotografía de escena: David Ruano
Teatro Real Coliseo de Carlos II, San Lorenzo del Escorial, del 14 al 17 de marzo 2018
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