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'La frantumaglia. Un viaje por la escritura', una obra de Elena Ferrante

Por Ricardo Martínez.

El subtítulo que completa la explicación del contenido de este subyugante libro, ‘Un viaje por la escritura’ viene a resumir bien el rico legado que esta autora reflexiva, exigente, enamorada de la literatura, nos lega con distintos ejemplos, ya sea en lo referido a través de cartas respondiendo  a sus numerosos interlocutores, ya en entrevistas o bien como puro legado teórico de su compromiso con el discurso literario.

Para el primer caso,  la autora, respondiendo a una interlocutora que la adscribe a una literatura del abandono -y los libros que haya leído al respecto- responde: “Ninguno, si se refiere usted a ensayos. Sin embargo, a lo largo de los años leí muchas obras literarias sobre mujeres abandonadas,  de Ariadna a Medea, de Dido a La mujer rota de Simone de Beauvoir” Es decir, el abandono no es un tema personal, exclusivo, sino uno de los grandes temas de la literatura, cosa que cualquier lector atento podría corroborar sin esfuerzo.

En otro pasaje, preguntada acerca de la influencia en su obra de la ‘presencia’ de su Nápoles natal, contesta: “Dado que escribo de lo que sé pero que guardo desordenadamente –solo consigo extraer el relato, inventarlo, a  partir de una opacidad mía-, las raíces de mis libros suelen  ser casi siempre napolitanas, aunque su punto de partida esté situado en la actualidad y en ciudades diferentes” Lo que equivale a decir, creo, que la curiosidad y la inventiva literaria son omnívoras, si bien, inexcusablemente, los referentes comunes son los que el conocimiento propio y la experiencia puede manejar. Por el contrario, podría resaltarse  aquí la eterna discusión de en qué medida una autobiografía responde a una realidad concreta y no a una realidad que se pretende como tal.

Literatura, pues, es vida, es experimentación, es invención imaginativa. Resulta entonces como si el autor considerase que la realidad como tal es escasa para el genio, y ha de ser ampliada, extendida, renovada para que el panorama real que necesita toda inteligencia humana que se precie haya de considerarse satisfecha; si bien siempre lo será en parte, pues otro genio está ya a la espera de elaborar un discurso literario que renueve, amplíe, vivifique de algún modo el escenario donde el hombre libre –ambicioso en el mejor sentido- haya de manifestarse.

Y ello para el amor y la guerra, para la ciencia y el espíritu, para la soledad, para la larga y eterna soledad en que hemos sido dejados, abandonados.

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