El Cairo, el viaje al Oriente II
Gérard Nerval
El Cairo, el viaje al Oriente II
En su elogio a Viaje a Oriente, Teófilo Gautier ya subrayó el talento de Nerval para evitar el entusiasmo banal y las descripciones llenas de oro y plata de los turistas vulgares. De hecho, la larga permanencia en El Cairo es esto: una tentativa de fundirse con la multitud, una mirada al interior de la vida árabe. En la segunda parte de El Cairo, acompañamos al autor en su visita al harén, en el descubrimiento de las pirámides y en la cuarentena en una isla antes de que llegase a Beirut. Al viaje no le faltan aventuras ni buena compañía en forma de una dulce esclava con la que nuestro autor sufre graciosas dificultades a la hora de comunicarse.
Gérard de Nerval (1808-1855) Narrador, dramaturgo y poeta, llevó una vida bastante difícil, especialmente por sus crisis de locura. Pero esas crisis también le inspiraron algunas de sus mejores obras, como la novela Aurelia (1855), uno de los textos claves del romanticismo francés. Sueños y alucinaciones se mezclan ahí con mitos y relatos cosmogónicos de diversas culturas, un conjunto que solo pudo ser debidamente apreciado medio siglo después, a partir de las propuestas del psicoanálisis.
Sobre su obra anterior:
El Cairo. Viaje a Oriente I
En su elogio a Viaje a Oriente, Teófilo Gautier ya subrayó el talento de Nerval para evitar el entusiasmo banal y las descripciones llenas de oro y plata de los turistas vulgares. De hecho, la larga permanencia en El Cairo es esto: una tentativa de fundirse en la multitud, una mirada al interior de la vida árabe. Nada más llegar, huye del Hotel Inglés y se hunde en el corazón de la vida local. Alquila una casa en el barrio copto, compra muebles, se pone unos pantalones anchos, una chaqueta bordada y un tarbouch.
Su obra más profunda e inquietante fue escrita en los últimos años de su vida como un testimonio de su particular descenso a los infiernos.
El Cairo es la ciudad del Levante donde las mujeres están todavía más herméticamente veladas. En Constantinopla o en Esmirna, una gasa blanca o negra deja adivinar los rasgos de las bellas musulmanas y los edictos más rigurosos pocas veces logran espesar esa tela sutil. Son mujeres graciosas y presumidas a las que, aunque consagradas a un solo esposo, no les importa coquetear con otros hombres. Pero Egipto, grave y piadoso, es por siempre el país de los enigmas y los misterios.