Por Amalia Pérez

Paloma Rodera es una artista multidisciplinar e investigadora que desarrolla su actividad artística desde hace más de 20 años. Ya tuvimos la ocasión de hablar de sus piezas en otras ocasiones, aquí en Culturamas.  Pero hoy volvemos a retomar su nombre por la interesante fusión que está llevando a cabo en sus últimos trabajos sobre Arte y Filosofía. Sus piezas concentran un despliegue de conceptos filosóficos a través de arte abstracto en estado puro. Es una obra que nos permite acercarnos tomando distancia a términos relativos al pensamiento occidental y que nos invita a la reflexión de nuestro día a día, así como a las preguntas más esenciales.

Recogemos unas palabras de la comisaria italiana Sandra Leone, que organizó la exposición individual de la artista madrileña en Calabria el año pasado bajo el título de Caverne:

«¿Qué es una caverna? Una casa, una vivienda, algo que protege, un espacio seguro. Del latín, caverna, de cavas, ‘cavo’. Un hueco, un útero. Una cosa que acoge y una cosa que es acogida, un lugar que viven en realcen a quien lo vive en cuanto creado por la naturaleza y adaptado a un uso privado. Una forma para el contenido. Una madre. El arte.

El hombre primitivo encuentra reposo de las fatigas y de las violencias y al final habita, se para. Oscuridad, humedad y ruidos de fuera se hacen ahora tenues y vibrantes. Es un espacio bueno para él. Enciende un fuego y se calienta, da luz. Coge una piedra y la pone en pie, se ensucia las manos con el fango y lo apoya en las paredes de su vivienda. Y así es como aparece el signo, que ahora está habitado por miedos y deseos.

Nace el pensamiento como autoafirmación de una existencia. Un gesto anestésico, una praxis que da inicio a una autoconciencia. Ese mirarse dentro a través de cualquier cosa de fuera, el mundo. Esto es lo que rápidamente he reconocido en el arte de Paloma. Un arte acogedor y perturbador y al mismo tiempo, una casa que se viste de tradiciones y experimentaciones, inmediatez y vida, lo palpable y lo intangible, mito y reflexión. La línea áspera de las esculturas, el calor de la tierra, el signo en el lienzo, que en su simplicidad es el producto de superposiciones de pensamiento, este encuentro entre el mundo de la representación y de la percepción a través de la línea del tiempo. Un arte paradójicamente accesible, que habla a todos. “Paradójicamente” porque detrás de éste se tejen estadios interdisciplinares que, por la fuerza de su coherencia, pasan a un segundo plano, velando implícitamente el juego. Esa virtud que llamamos gracia, habría dicho un pionero de la crítica de Arte.

Su arte tiene orígenes de vida y se engancha a la función espiritual y existencial que constituye la sustancia, su presupuesto ontológico.  Las obras de Paloma Rodera, en la historia cognitiva en la que se sumergen percepciones y representaciones, se convierten ahora en gestos existenciales que modifican, uno cada vez, los parámetros interpretativos.»

Sandra Leone, comisaria de Arte


 
Pero no dejemos de seguirle la pista. Durante este mes de enero, Rodera, ha participado en una exposición colectiva en el MOMA de Nueva York tras una investigación sobre la pintura abstracta americana de después de la II Guerra Mundial.