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Virginia Woolf, feminismo literario en un mundo de hombres

Por Pilar M. Manzanares. @pilar_manza

Algunos movimientos literarios no necesitan mayor definición que el nombre de sus máximos exponentes. El modernismo literario lo encontró en Virginia Woolf. La excepcionalidad de sus obras y su pronto reconocimiento le valieron un puesto de gran relevancia en el mundo de la escritura. Esta autora se consolidó como una de las figuras más significativas de la sociedad londinense durante el período de entreguerras, llegando a formar parte de grupos de honor como el Bloomsbury.

1905 fue el año el que Virginia Woolf dio sus primeros pasos en el mundo literario. A pesar de llevar a cabo actos renovadores como la ruptura con esquemas narrativos precedentes la autora no recibió el apoyo ni la consideración por parte de la crítica. No fue hasta la publicación de sus obras cumbre, La señora Dalloway y Al faro, cuando los críticos comenzaron a admirar y elogiar su originalidad. La técnica y el afán experimental de la autora destacan de manera clara en estas obras, hasta el punto que Woolf llegó a introducir imágenes propias de la poesía en sus escritos.

Influenciada por escritores y filósofos como Henri Bergson, Woolf experimentó con el tiempo narrativo e hizo desaparecer todo rastro de acción e intriga en sus narraciones, intentando captar así la vida cambiante e inasible de la conciencia. Lo que verdaderamente caracterizó su obra y la convirtió en un de los grandes tesoros de la literatura fue la perseverancia de la propia autora en buscar un nuevo camino para la novela, alejándose del realismo imperante en ese momento, además del abandono de la convención de historia, así como la tradicional descripción de los personajes.

Sus ensayos también fueron objeto de críticas y elogios, incluso años después de sus publicaciones. Todos ellos, y en especial Una habitación propia, sirvieron a esta autora para proclamarse como una de las principales promotoras y símbolos del movimiento feminista. La reputación de Woolf declinó profundamente después de la Segunda Guerra Mundial, pero su eminencia fue restablecida con el auge de la crítica feminista en los años 70.

A pesar de su gran éxito, la vida de Virginia Woolf estuvo llena de grandes altibajos emocionales. Desde joven sufrió una enfermedad mental que hoy en día es conocida como trastorno bipolar. Tras acabar el manuscrito de su última novela, la autora se hundió en nueva depresión, que junto al el estallido de la Segunda Guerra Mundia, la destrucción de su casa en Londres o la fría acogida que tuvo su biografía sobre su amigo Roger Fry, la llevaron a acabar con su vida el 26 de Marzo de 1941. Virginia Woolf segó su vida poniéndose su abrigo, llenando sus bolsillos con piedras y se lanzándose al río Ouse cerca de su casa. Su cuerpo no fue encontrado hasta el 18 de abril, posteriormente su esposo dio orden de que fuera enterrada bajo un árbol en Rodmell, Sussex.

Mujer intensa y virtuosa al igual que todas sus creaciones, Virginia Woolf marcó un antes y un después en el pensamiento de sus contemporáneas. Su fuerza, lucha y entrega por hacerse un hueco en el mundo literario la consolidó como una de las mujeres más poderosas del siglo XX. Figura emblemática del modernismo literario, movimiento feminista personificado, Woolf se ganó un puesto entre las autoras más destacadas de todos los tiempos. Un lugar que aún conserva.

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