Sin amor (Loveless) (2017), de Andrei Zvyagintsev
Por Jaime Fa de Lucas.
Poco a poco Andrei Zvyagintsev se está convirtiendo en uno de los mejores directores del momento. Tras su majestuosa Leviatán (2014), nos trae esta Sin amor (Loveless), Premio del Jurado en el último Festival de Cannes y nominada al Oscar en la categoría de Mejor Película de Lengua Extranjera. Se centra en una familia rusa que se está rompiendo, padre y madre en proceso de divorcio, y el hijo como si no estuviera. El rechazo que siente éste de sus padres, el cual se manifiesta de forma directa en una conversación que tienen, le lleva a marcharse de casa y no volver. Casi toda la película presenta el proceso de búsqueda del niño, así como las diferentes historias paralelas del padre y la madre en su intento por rehacer sus vidas.
Si bien no estamos ante una obra maestra absoluta, de hecho, creo que Leviatán es superior, sí que es un trabajo meritorio y de mucha calidad. Zvyagintsev vuelve a demostrar que es un maestro en el apartado formal. Lo más destacable de Sin amor es la atmósfera. Ayudado por el director de fotografía Mikhail Krichman, con el que ya ha trabajado en varias ocasiones, despliega un abanico de imágenes oscuras, poco saturadas, con tonos azules, que potencian esa sensación de frialdad y desolación. También cabe destacar la intimidad que se logra gracias a esa subexposición, a la poca saturación, y a la decisión de grabar muchas escenas dentro de las casas de los personajes.
A nivel narrativo –ojo spoilers– la decisión más inteligente es la de que el niño sólo aparezca un par de veces al principio de la película y que se mantenga ausente durante el resto del metraje. Una obra convencional incluiría flashbacks o imágenes del niño haciendo travesuras, algo que al fin y al cabo es una concesión para tranquilizar al espectador o para generar emociones, pero Zvyagintsev se desmarca, logrando que la ausencia constante del niño cause angustia y un vacío real. Por si esto fuera poco, al final tampoco se presta a dar una gratificación al público, ya que el niño no aparece, dejando así que su ausencia y el consiguiente vacío germinen en el interior del espectador y hagan de la película algo poéticamente eterno.
Si algo consigue Sin amor es demostrar que una historia relativamente convencional puede ser impactante si se tiene sensibilidad narrativa y formal. El argumento es sencillo, lo hemos visto antes en cientos de películas, pero el exquisito acercamiento formal y la decisión de no complacer a la audiencia con un desarrollo típico, hacen que coja contundencia y que resulte muy interesante. Además, aunque la historia puede parecer algo ligera en sustancia, el director ruso consigue compensar esas carencias con el gran impacto emocional que aporta la ausencia constante del niño.
Como apunte negativo, creo que Zvyagintsev quiere introducir una crítica política y social a Rusia y en algunos momentos lo hace de manera algo torpe. Sí que es sutil y creíble que el estado, pagado del bolsillo de los rusos, no pueda ayudar a buscar al niño y tenga que hacerlo un grupo de voluntarios que no cobra. Sin embargo, el recurso de las noticias en la televisión para lanzar pullas al estado es algo demasiado típico, además de que se hace repetitivo e incluso puede parecer relleno, pues no tiene nada que ver con la historia principal. Por otro lado, el tema de los móviles, las redes sociales, los selfies y demás para evidenciar la banalidad de la sociedad sí que aparece de manera algo más suave, pero tampoco creo que sea necesario.
Sin amor tiene escenas bastante memorables y en algunos tramos Zvyagintsev muestra su poderío visual: el niño que aparece como un fantasma detrás de la puerta del baño, la mujer que se lleva las manos a la cabeza porque le duele mientras las luces de la carretera y un sonido heavy de guitarras la asfixian, esa bandera de Rusia que ondea en el colegio antes de que salgan los niños y que simboliza el futuro de Rusia, ese enorme edificio caleidoscópico mientras unos hombres con linternas buscan al niño por las escaleras… No cabe duda de que visualmente es espectacular.
Observaciones:
La duda: No he entendido por qué la película empieza con imágenes invernales y luego pasa a otoño para acabar otra vez en invierno. Entiendo que un clímax en invierno tiene más potencia en relación con la desaparición, pero ¿por qué tiene que empezar en invierno? Quizá se trate de una conexión que traza Zvyagintsev con Leviatán, que acababa con imágenes similares con la nieve como protagonista; como si pasara de criticar la religión a criticar la familia.
La conjetura: Al principio hay una escena en la que el niño coge una cinta de plástico que está enganchada a un palo y la utiliza como si fuera la cinta de un gimnasta. Cuando la policía entra al cuarto del niño, se ve que éste tiene unas anillas de gimnasia que cuelgan del techo. Al final vemos que la madre se pone un chándal en el que pone “RUSSIA”, que parece de la selección nacional de algún deporte, y empieza a correr en una máquina hasta que se cansa. La imagen final de la película es la cinta que el niño colgó en el árbol. Esa cinta representa el destino frustrado del niño, que probablemente quería ser gimnasta, como lo fue su madre. No queda claro si se trata de un guiño a toda la polémica del dopaje de Rusia. Lo que sí está claro es que el niño, a pesar de la falta de amor, tenía cierta conexión con su madre y por su culpa, no ha podido desarrollarla y evolucionar. La mujer con el chándal de Rusia corriendo en la máquina representa a esa Rusia que fue grande pero que ahora, metafóricamente, se cansa rápido, no aguanta el ritmo, porque ya no está en forma… ha degenerado.
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