La verdad es que Sanyi, después de beberse y fumarse todo el dinero, no puede creer que su hermana sea tan tonta como para haberse creído semejante embuste.
De forma similar, tampoco Irimiás puede creer que los trabajadores de la explotación sean tan estúpidos.
Pero no se trata solamente de la estupidez mezquina y sucia de los personajes de la novela. Se trata también de la necesidad de salvación, de la esperanza en un líder que los saque de la miseria, aun sabiendo que ese líder les haya traicionado con anterioridad.
No son tan tontos como para ser engañados. Quieren, desean, necesitan, ser engañados.
Porque el engaño da consistencia al universo.
Entonces, ¿qué es Tango satánico?: ¿El delirio de un borracho?¿Una parábola sobre una sociedad que se desmorona?¿Una alegoría sobre la mezquindad humana? ¿Un cuento lleno de barro y lluvia y miseria que nada significa?
La otra pregunta que me hago es si es posible separar la narración de Krasznahorkai de la impecable y precisa adaptación cinematográfica de Bela Tarr, porque no es posible hacer una película con tantos matices sin una magnífica obra literaria detrás y porque, en el círculo vicioso que conforman las dos obras, es imposible borrar de la memoria las inconmensurables (en espacio y tiempo) imágenes que Tarr nos brindó al adaptarSatántangó.
(Recordemos, Tarr y Krasznahorkai han quedado ligados por sus colaboraciones cinematográficas. Pero, cada uno en su campo, es un absoluto maestro. Así que somos afortunados por poder contemplar en una pantalla los frutos de su alianza)
Resumiendo, tengo un gran problema al evaluar Tango satánico. He visto esa película nunca estrenada en este país, nunca distribuida en soportes caseros. Y de alguna manera, todas esas imágenes que han acudido a mi memoria mientras leía, todo el argumento de alguna manera conocido de la novela, no me permiten evaluarla en sí misma. Mi experiencia lectora se ha convertido en una memorística. He leído la novela en blanco y negro. He oído los jadeos de Peter Berling haciendo el papel del doctor, cuando en la novela no se mencionan. En la novela no se oyen. Pero la novela me ha mostrado aquello que la película no es capaz de mostrar: la suciedad, el hedor, las arañas… creo que leer en estas condiciones la novela la ha dotado de una dimensión extra que aumenta el grado de satisfacción.
Tango satánico es circular, como queriendo demostrar que no hay posibilidad de escapar de la miseria. Sin embargo el final nos hace pensar si no habremos estado todo el tiempo en manos de un narrador que como un demiurgo malicioso nos ha querido mostrar una imagen distorsionada de unos personajes a los que íntimamente desprecia. Es decir, como si no se criticase el círculo vicioso de la miseria y la necesidad de liderazgo de unas personas abandonadas entre el barro y la lluvia, y sí, o mucho más, su estupidez y su mezquindad. Pero, nos volvemos a preguntar, ¿acaso el narrador, o supuesto narrador o inventor de la historia, no es también mezquino y estúpido? Si de alguna manera, en el ámbito de la explotación agraria en la que se desarrolla la historia, el doctor representa la “intelectualidad”, no es menos cierto que su actitud, la forma en que queda relejado en la narración, no es demasiado halagüeña. Borracho, obeso, sucio, decrépito, aislado de su entorno al tiempo que quiere controlarlo todo desde su ventana-mirador, el doctor, si simboliza la inteligencia, siendo el más instruido de los habitantes, da la espalda a los problemas de sus vecinos, al tiempo que, controlando todos sus movimientos, se regodea de sus miserias.
El otro personaje con un rol por el que sobresale del resto de los personajes, Irimiás, el líder mesiánico, tampoco tiene en mejor consideración a sus víctimas-acólitos. De la misma manera que el doctor, Irimiás no se libra de verse descrito como alguien con un comportamiento mísero, interesado y despótico al tiempo que sumiso ante la autoridad.
Pero los verdaderos protagonistas son los habitantes de la explotación. Y en sus caracterizaciones y comportamientos, a la vez que en el ambiente en que se mueven, queda completa y desoladoramente descritas toda la bajeza del ser humano.
Es cierto, existen dos clases de personas: Aquellas que son capaces de engañar a los demás y las que son engañadas. Y ambas clases son igualmente miserables.
Y yo y vosotros pertenecemos a una de esas clases.
Pero podemos redimirnos leyendo está magnífica novela.
(No. Ya es imposible la redención)