La esmorga y la tragedia griega
Por César Alen.
Cualquier estudio preliminar que se acerque al teatro, indefectiblemente tiene que tomar como referencia La Poética de Aristóteles, libro fundacional sobre preceptiva literaria y por supuesto teatral. El estagirita centra gran parte de su obra, precisamente en la tragedia, a la que pone por encima de otras expresiones literarias. Por otro lado A Esmorga, del gran escritor orensano, Eduardo Blanco Amor, a pesar de ser una novela, contiene una estructura absolutamente teatral. No en vano fue llevada a la escena en multitud de ocasiones, así como a la gran pantalla. Ese desarrollo con reminiscencias teatrales nos puede dar claves de comparación con la tragedia clásica. Por ejemplo para Aristóteles toda obra literaria es un esforzado ejercicio de “imitación”.
Aquí tenemos la primera similitud, Blanco Amor basa su novela en un hecho real o por lo menos posible. Una historia que subsistía en el imaginario colectivo, y a la que él dio visos de realidad. Indagó en diversas fuentes. Uno de sus tíos que trabajaba de secretario en el juzgado, se encontró entre todos los legajos polvorientos del juzgado con las diligencias del caso de tres hombres que habían creado el caos durante una triste y lluviosa noche. Sus correrías habían dejado un reguero de infortunios, habían sembrado la ciudad y sus aledaños de desconcierto, de pavor, de muerte. Su inconsciencia etílica le había devorado. Asímismo, el escritor orensano había tenido, según su propio relato, una visión inspirada en la representación de un Auto Sacramental en la plaza Mayor de Ourense, no olvidemos que el Auto Sacramental fue una de las formas primitivas del teatroMedieval. Su inclinación por el teatro se plasmó en obras como: Farsas para títeres, y Teatro para a xente.
Pero volvamos a Aristóteles y a su definición de tragedia. La imitación debe tener un contenido, algo que imitar. Las partes del contenido son: la fábula, el carácter y el pensamiento. “La imitación de la acción es la fábula, pues llamo aquí fábula a la composición de los hechos”. La fábula por lo tanto, sería el argumento, la estructuración de los hechos y es lo que sustenta la tragedia. Debe imitar una “acción completa”, y sus partes deben estar ordenadas, de tal manera que si se cambia o suprime algo, el todo queda alterado. En la novela concurren estas premisas de tragedia antigua. La estructuración de los hechos es sólida, hay unidad de acción. El argumento de la obra es la gran “parranda”, una suerte de viaje iniciático, una búsqueda desesperada del sentido de la vida, de la ubicación de unos personajes perdidos en medio de una sociedad cruel, desangelada, la madre naturaleza abandona a sus criaturas.
El héroe clásico, es aquí cambiado por el antihéroe, que podría representar el personaje del Bocas. Un antihéroe con un marcado sesgo existencialista, heredero de las filosofías y escritores europeos de posguerra, como Camus, Sartre, Joyce o Hesse. Hay, por otro lado un innegable aroma folkneriano que encontramos en obras como Mientras que agonizo. Tintes melodramáticos muy comunes en la narrativa norteamericana incluso. La búsqueda de una épica en medio de la más patética desolación. El milhomes y Cibrán, cada uno con sus carencias, se pliegan a las disposiciones del antihéroe repressentado por el Bocas, que bien podríamos trasponer como héroe en el escenario y la época donde transcurre la acción, con unas circunstancias sociales y políticas demoledoras.
Circunstancias que arrastran inexorablemente a los protagonistas hacia la “tragedia”, hacia el drama total. Aquí encontramos otra dispensable característica de la tragedia aristotélica, la catarsis, es decir, el efecto psicológico que produce la tragedia. Y en la novela es más que evidente, nadie puede permanecer indiferente ante el desenlace fatídico, doloso, cruel. Para el filósofo griego la catarsis suponía una “purgación”, una expiación del temor. Se trataba de conmover al espectador para generar un cambio, una reacción. En la novela de Blanco Amor esta característica es llevada al paroxismo, con la recurrente utilización de la prolepsis (anticipar lo que sucederá después), en donde Cibrán nos muestra las horribles consecuencias de la acción, golpeado y acorralado en el cuartelillo que tanto temía. No olvidemos que el fundamento de la tragedia clásica es la caída de un personaje, de un héroe.
Ése, es en realidad el leitmotiv de la novela. Encontramos, pues, aquí otra similitud clara. Otra similitud la encontramos en la cronología de los hechos, que para Aristóteles se concentra en un intervalo de 24 horas. El libro nos propone la acción en una sola jornada, con la única salvedad de los saltos en el tiempo, recurso muy utilizado en la literatura. Ésa es una de las aportaciones de modernismo de Blanco Amor. La
narrativa expeditiva, vertiginosa. Los caracteres toman el protagonismo absoluto, prevalecen en un acentuado primer plano, todo lo demás está a su servicio.
Las partes de la fábula son: peripecia, agnición y lance patético. Y de las tres encontramos en la novela. La peripecia es el cambio de acción en
sentido contrario. Eso es lo que les ocurre a los tres protagonistas, a la trama. La acción va cambiando, se va transformando delante mismo de sus ojos, aunque en la nebulosa etílica parecen no darse cuenta. Es ahí donde aparece la agnición, es decir “un cambio desde la ignorancia al conocimiento”. Finalmente se enfrentan a sí mismos, se descubren en su verdad, pueden llegar a ver su alma, lo que se conoce en literatura como anagnórisis.
Para llegar a esta comprensión súbita hace falta la otra parte de la fábula; el lance patético; “una acción destructora, dolorosa, las muertes, los tormentos, las heridas”. En A Esmorga, sí algo queda patente son los tormentos, las heridas y finalmente la muerte. Es tan claro el efecto trágico de la novela, de su argumento y los hechos que narra, que según las propias palabras de Aristóteles, si la fábula está bien diseñada (es decir el argumento), no es necesario verla representada, sino que basta con escucharla.
Hay un maravilloso paralelismo en el concepto del “Pensamiento”. Dice el estagirita: “Es el pensamiento lo que hace que las acciones sean tales o cuales”. En la novela Cibrán, hace referencias continuas a lo que el llama “el pensamiento”, refiriéndose a una fuerza que lo arrastra sin remisión, que lo atrapa y domina, implicándolo en las acciones sin su consentimiento. En cuanto a los caracteres (actores) si encontramos diferencias. Para Aristóteles, los caracteres deben tener cuatro cualidades: que sean buenos (que tomen buenas decisiones). La segunda que el carácter sea apropiado. La semejanza ( que representa los estereotipos) y la consecuencia, es decir que sean coherentes. Este último aspecto hay que entenderlo dentro de otras de las grandes premisas de la Poética, por no decir la principal, la verosimilitud, que debe ser más importante que la verdad. Es decir, a veces hay que sacrificar la verdad, la realidad, para encajar las piezas de la fábula, del argumento. Nadie diría que los personajes de A Esmorga son consecuentes, pero si lo son bajo el enfoque de la verosimilitud. Como son personajes inconsecuentes, ésa misma inconsecuencia es la que les da coherencia. Un personaje inconsecuente nunca podría ser consecuente.
Muy bueno el relato,me trae recuerdos de juventud