Creación de Isabel Ordaz en una peculiar historia de amor madre-hijo
Por Horacio Otheguy Riveira
Isabel Ordaz compone de modo magistral a una mujer junto a un hijo discapacitado del que tendrá que separarse. Donde podría darse un melodrama desbocado, difícilmente soportable, surge una pieza poética que conmueve a través de lazos profundos por los que transcurre toda una vida en pantallazos de tragedia, humor y ternura, a ritmo de bolero y ópera. He nacido para verte sonreír, reaparece en La Abadía, tras el éxito de la pasada temporada.
Cada gesto es el resultado de un muy medido encuentro con la pericia técnica y la emoción contenida. Lo mismo en el devenir físico y palabrero de la mujer que dejó a un lado la plena dicha tras la luna de miel, que en la insondable soledad de su hijo que un mal día dejó de hablar. Un chico que se hundió en un ensimismamiento paralizante, y solo se dio a gozar en soledad con música que le permite sobrevolar los desdichados espacios incomunicados. Y a su lado, ella, la que no pudo cantar en el coro de niña porque la profesora le pidió que se callara, que solo abriera la boca. Ella, una mujer madura que cuando duerme se sueña a sí misma con 14 años…
Suma de desdichas para ir construyendo una existencia que en el momento de la acción va a cortarse: pronto llegará su padre y le llevarán en el coche a un hospital para ingresarlo donde suponen que lo cuidarán mejor, porque ellos ya no pueden con él. Aunque hace tiempo que sus arrebatos de violencia ya han pasado, su comportamiento contiene una especie de bomba de tiempo, a caballo de esa tortuosa manera de no comunicar, de aislarse en compañía. Esa expresión de la enfermedad mental, tan cercana a la fraternidad resquebrajada.
En la madre se suceden ráfagas de recuerdos con su dosis de bella nostalgia, y la dolorosa impotencia de no atreverse a cumplir su delirante sueño de tomar al hijo de la mano y desaparecer, fugarse juntos para construir la más extraordinaria historia de amor jamás contada: perderse en un pueblo pesquero, andando por la playa, jugando con la arena, libres de ataduras, con el puro gozo de cantar la felicidad en un bolero al fin llevado a cabo, como el que emociona al muchacho cuando lo escucha en la radio y de pronto, en medio de la espera de la que es consciente, logra involucrarla, consigue hacerla partícipe rumbo a un abrazo revelador.
Isabel Ordaz compone casi musicalmente a una madre que camina a paso lento, a punto de caer; acumula un cansancio tan enfermizo como el del muchacho; mueve las manos, golpea la nevera para que deje de hacer ruido, se sirve un vaso de agua, rememora, lamenta, grita, padece y disfruta… en una magistral creación heredera de otros dos trabajos memorables, igualmente insólitos: el de Samuel Beckett en Días felices (Winnie hundiéndose en la tierra mientras desgrana su cotidianidad) y el de Rafael Spregelburd en Lúcido (Teté: una madre volcánica que se inventa un mundo hasta hacerlo real). Isabel Ordaz conforma estilo para situaciones atípicas y deja a un lado su irresistible vis cómica, que tan popular la hizo en series de televisión. A su lado, el joven sevillano Fernando Delgado-Hierro hace de sus pequeños gestos un ritual donde el silencio expresa sutiles emociones.
La escenografía de Elisa Sanz combina el naturalismo de la cocina donde transcurre la acción con la rebelión de la naturaleza: la casa lentamente devorada por ramas secas. La dirección de Pablo Messiez se desliza por la tensión de los personajes y recala en las caricias reales y venideras como si formaran parte de la música que invade la acción, el alma y la esperanza de estos seres desvalidos que luchan por dejar de serlo.
HE NACIDO PARA VERTE SONREÍR
Autor: Santiago Loza
Director: Pablo Messiez
Ayudantes dirección Domingo Milesi y Andrea Delicado
Intérpretes: Isabel Ordaz, Fernando Delgado-Hierro
Escenografía y vestuario Elisa Sanz
Ayudante escenografía Paula Castellano
Iluminación Paloma Parra
Diseño de sonido Nicolás Rodríguez
Fotografías Sergio Parra
Una producción del Teatro de La Abadía e Ignacio Fumero Ayo
Teatro de La Abadía. Sala José Luis Alonso. Del 11 al 28 de enero 2018