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Most Beautiful Island (2017), de Ana Asensio

 
Por Jaime Fa de Lucas.
Most Beautiful Island se centra en las penurias de una inmigrante española en Estados Unidos. Lo que empieza siendo algo relativamente convencional se transforma en una pesadilla retorcida que por momentos recuerda, salvando las distancias, a títulos como Hostel (Eli Roth, 2005) o a una versión menos elegante de las travesuras de Takashi Miike y compañía. No obstante –spoiler desde aquí–, la escena principal recuerda a esos programas de televisión tipo Fear Factor, donde los concursantes tienen que pasar unas pruebas que ponen los pelos de punta.
El único mérito de Most Beautiful Island, aparte de contar con una Ana Asensio en modo todoterreno –directora, guionista y actriz protagonista–, es que consigue mantener la atención del espectador hasta el final. Algo que no es tan fácil si tenemos en cuenta el evidente bajo presupuesto del proyecto y lo poco que sucede en pantalla. Por desgracia, más allá de esto, no veo motivos para destacarla, pues creo que es una propuesta demasiado floja tanto a nivel narrativo como en lo referente al contenido.
Uno de sus principales problemas es que da la sensación de que hay una escena final medianamente interesante –la de las arañas– y el resto es relleno. De hecho, parece que la película se ha construido alrededor de esa escena, añadiendo partes irrelevantes antes de la misma. En gran medida, Most Beautiful Island levanta un poco la cabeza gracias a esa escena, ya que es el único momento en el que el espectador siente algo con cierta intensidad. Sin embargo, se le puede achacar que recurre a unas emociones muy primarias provocadas por una situación a la que cualquier ser humano respondería con aversión, lo que a su vez disminuye la sofisticación del relato.
Otro defecto bastante obvio es la artificialidad de los diálogos, no tanto por las interpretaciones, que en general son aceptables, sino por lo que se dice. Un ejemplo muy claro es cuando la protagonista quiere escaparse y uno de los matones le dice “inmigrante de mierda”, algo que suena tremendamente falso y que está ahí para remarcar la idea que quiere transmitir la película de que los inmigrantes son juguetes de las clases altas.
En definitiva, Ana Asensio cae un poco en la frivolidad, algo que no excusa ese “basado en hechos reales” que aparece al principio, ya que el enfoque es puramente sensacionalista. En lugar de plantear una reflexión sobria sobre la inmigración o tejer una narración más equilibrada, se da más importancia al morbo y a generar tensión. Se echa de menos algo más de oscuridad y complejidad. Si Most Beautiful Island fuera un texto escrito, el espectador lo único que encontraría sería una tilde a la deriva, flotando en una página en blanco.

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