Memorias de Leticia Valle
Memorias de Leticia Valle
Rosa Chacel
COMBA
La capacidad para captar la atención de los demás y jugar con sus pasiones centra la narración de Leticia Valle, a punto de cumplir los doce años y recién descubierta una libertad que antes no tenía. A través de jirones de su memoria, Rosa Chacel traza un retrato magistral en el cual revela, en palabras de Andrea Jeftanovic, la sensualidad de una preadolescente y lo que esto supone para ella. Memorias de Leticia Valle es una novela bella e inquietante, en la que aquello que no se dice toma más fuerza que lo dicho.
Rosa Chacel, nacida en Valladolid en junio de 1898, es autora de una de las obras más singulares de la literatura española, tanto en narrativa como en ensayo y poesía. Teresa, Memorias de Leticia Valle o La sinrazón son algunas de sus novelas más significativas, así como la trilogía iniciada con Barrio de Maravillas, los cuentos reunidos en Ícada, Nevda, Díada y el ensayo Saturnal. Testigo de los grandes acontecimientos del siglo XX desde distintos emplazamientos, Chacel dedicó gran atención a su correspondencia. La que mantuvo con Ana María Moix en su exilio brasileño fue de las más apasionantes y le motivó, en sus propias palabras, a escribir cartas realmente debidas. Obtuvo en 1988 el Premio de las Letras Españolas por el conjunto de su obra, y un año después, en 1989, la Universidad de Valladolid le otorgó el Doctorado Honoris Causa. Falleció en Madrid en 1994 y está enterrada en el Panteón de Personas Ilustres del Cementerio El Carmen de Valladolid.
El día 10 de marzo cumpliré doce años. No sé por qué, hace
ya varios días que no puedo pensar en otra cosa. ¿Qué me
importa cumplir doce años o cincuenta? Creo que pienso
en ello porque, si no, ¿en qué voy a pensar?
En todo lo de antes no pienso, lo veo dentro de mí; cada
uno de mis minutos es uno de aquéllos, pero pensar, cuando
me pongo a pensar, sólo se me ocurre: el día 10 de marzo
cumpliré doce años. Y es que, pensando, me pregunto:
¿qué va a suceder? Y no va a suceder nada. Solamente que
seguirán pasando los días hasta que llegue el 10 de marzo,
y ese día, sí, ya sé lo que pasará. Luego volverán a pasar
otros sin nada más.
Cuando quiero decirme a mí misma algo de todo lo que
sucedió, sólo se me ocurre la frase de mi padre: «¡Es inaudito,
es inaudito!» Me parece verle en su rincón, metido en su
butaca, cogiéndose la frente con la mano y repitiéndola, y
yo, desde el mío, diciéndole sin decirle: «Eso es lo que yo
estaba queriendo decirte siempre. Yo no sabía decir que todo
lo mío era inaudito, pero procuraba dártelo a entender, y tú
de todo decías que no tenía nada de particular. Claro que si
ahora lo que ha pasado te parece inaudito es porque sigues
creyendo que anteriormente nada tenía nada de particular.»
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