'Las niñas ya no quieren ser princesas', de Covadonga González-Pola
Por Josué Ramos.
No soy muy fan de Disney y he de decir que mi infancia no estuvo marcada por tantos y tantos títulos como la mayor parte de mis amigos recuerdan. Sí sabría decir, de hecho de niño sabía, el argumento de todas ellas; pero hay una gran cantidad de películas que no he visto aún: Aladín, Cenicienta, Blancanieves… Mi etapa de títulos Disney Pixar se basa en otro tipo de historias, posterior al reinado de las princesas, de El Rey León y Toy Story en adelante.
Así pues, es posible que se me hayan pasado muchas de las referencias de Las niñas ya no quieren ser princesas; sin embargo, desde que lo terminé de leer (en una tarde), se me quedaron unas ganas enormes de hacer una reseña de la antología en este blog. Porque, de verdad, se lo merece.
Lo primero que nos viene a la mente últimamente cuando hablamos de princesas Disney es lo tergiversado que se pinta el mundo en esas películas. Las niñas que crecieron envidiando a aquellas y tomándolas de modelo, se dan cuenta ahora (desde hace mucho, pero especialmente ahora) de lo equivocado que era el rumbo que se les estaba haciendo tomar con ese tipo de modelos en pantalla.
Recuerdo que, en mi infancia, todos los niños querían ser policías, bomberos, futbolistas… Y las niñas, princesas. Esos eran los modelos que teníamos en televisión y eran los ídolos a los que adorábamos y seguíamos.
Por eso, la premisa de esta antología es la siguiente:
Las princesas de nuestra infancia se han quedado rancias y los lectores de la actualidad no entienden por qué se quedan esperando a un príncipe que las rescate. ¿Qué sucedería si estas mujeres tuvieran un momento de lucidez que las hiciera despertar, tomar las riendas de su vida y romper con ese rol lánguido y aburrido que las convierte en víctimas y cómplices de sus desgracias?¿Qué pasaría si Cenicienta se rebelase contra su madrastra? ¿Y si Jasmín no quisiera casarse para poder reinar? ¿Qué más podría descubrir Ariel cuando la Bruja del Mar le dé piernas?En Las niñas ya no quieren ser princesas ellas se convierten en mujeres reales, que toman las riendas de su vida. Pueblan. las páginas de este libro como jóvenes y niñas a las que les vendieron que lo mejor era ser princesas esperando ser salvadas, pero que un día se dieron cuenta de que no querían serlo.
Me encanta esta sinopsis, porque deja muy claro cuál es la postura del libro. Ante todo, no toma a las mujeres para colocarlas en el lugar que les correspondería por justicia, tomando el control de sus vidas y siendo libres para actuar a su voluntad, sino que las toma tal y como son, tal y como nos las vendieron, para darles una bofetada en la cara y despertarlas del letargo estúpido en el que están metidas. Durante un momento de lucidez, veremos cómo se comportarían si dejasen a un lado los convencionalismos y la opresión a la que el sistema las está sometiendo, para ver cómo cambiaría su vida.
Además, Covadonga, lo hace dejando bien claro cómo cambiaría el cuento, nunca mejor dicho. Con grandes dosis de realidad, tintes de humor y, en ocasiones, crudeza, arranca la cortina tras la que se esconde el mago para mostrarles cómo sería el mundo en el que están metidas si fuese real. Porque estas princesas de cuento no son perfectas, igual que sus príncipes o los hombres que las gobiernan no lo son. Necesitan que alguien les muestre cómo sería su mundo si tomasen un papel activo en sus vidas, dejando a un lado para siempre la pasividad de dejar que otros decidan su futuro. Necesitan conocer cuál es su desgracia, porque ni ellas mismas se dan cuenta, y pasar de víctimas de ellas a mujeres reales, que se enfrenten al mundo real con decisión y valor.
No quiero ahondar mucho más en la premisa de los relatos, pero creo que con estas palabras se puede tener una idea clara de cuál es el hilo conductor, de cuál será la historia que nos encontraremos en cada uno de ellos. El resto es tomar cada uno de esos cuentos y pensar: «¿En qué momento y cómo vendrá el bofetón?» «Y cuando llegue, ¿cómo lo resolverá la princesa?»
Llegados a este punto, podríamos pensar que es un trabajo fácil, pero hacerlo como lo ha hecho Covadonga y con el resultado que ha logrado no lo es.
En mi opinión personal, en general todos los relatos tienen su punto de sorpresa. Unos por una cosa y otros por otra, ya que aborda el tema de forma diferente y en un punto diferente de la historia para cada una. Por ejemplo, Nala cambia el rumbo de su vida durante el metraje de El Rey León mientras Simba vive como un rey (qué irónico) en el exilio. ¿Acaso necesita ir a por él para que le saque las castañas del fuego a todas las leonas de la manada?
Por otro lado, Blancanieves o Bella tendrán que verse casadas, tras los primeros meses o años de enamoramiento adolescente para llegar a darse cuenta de cuál es la realidad y solucionar sus problemas.
Algo que me llegó mucho de cada uno de los relatos fue el modo en que se aborda el tema del maltrato dentro del matrimonio. No siempre se habla de maltrato físico ni se hace de una forma directa; también se habla de desprecio, de menosprecio, de palabras hirientes (con las que también se puede golpear haciendo mucho daño) y de hombres que muestran su verdadera cara tras años de relación. Eso sí, en todos los relatos en los que la premisa es esta resulta emocionante la solución a la que llegan las princesas oprimidas.
También hay historias como la de Jasmín, como dice la sinopsis, que da un golpe en la mesa tras la muerte de su padre para decidir sobre su futuro, antes de llegar al punto de Bella, Blancanieves o Nala.
No siempre los relatos te sacan una sonrisa ni tienen pinceladas de humor. Y hay que advertir, aunque quizá la temática lleven a equívoco, que no se trata de un libro para niños ni para niñas. Se trata de un libro para quienes fueron niños y niñas y ahora son adultos. Y quizá sea ese el mayor atractivo de esta antología: el hecho de que se trata de un libro con el que muchos podemos empatizar y que puede tocarnos muy hondo, según la crianza que hayamos recibido. Desde mi punto de vista, es como toda esta producción de material que busca ser un revival de los años ochenta, retrotrayéndonos a nuestra infancia… pero con un valor añadido impresionante.
Y, por qué no, si todavía quedan algunas de esas princesas, ojalá también las ayude a despertar del letargo y la pasividad.
Quisiera destacar lo mucho que me gustó el relato «Querido papá». De todos ellos, leer las cartas que Bella le va escribiendo a su padre desde el final de La Bella y la Bestia en adelante, fue lo que más me llegó de la antología. Es un relato muy bien trabajado, en el que se sugiere más que se cuenta, en el que se empatiza más que en ninguno con ese sentimiento de engaño, de dolor y de ruptura que experimenta la protagonista. Más aún, incluso con ese momento en el que Bella se da cuenta de que debe pasar a una posición activa y hacer algo no sólo para librarse de la Bestia el bestia con la que se ha casado y proteger a los suyos además.
Me ha encantado además el sabor de boca que deja «La manzana envenenada» (nunca mejor dicho), el último relato del libro. Se podría decir que su final es un resumen del sentimiento que impregna toda la obra.
Para concluir, me gustaría hacer hincapié en lo bien que encajan todos los relatos como conjunto, en lo bien que se lleva el hilo conductor y lo bien que Covadonga ha sabido llevar las emociones a lo largo de todas las páginas, no sólo en cada relato; además de lo sutil que resultan sus reflexiones sobre la situación que viven todas estas princesas. En ningún momento suelta su «manifiesto» ni se deja llevar por la emoción para expresar directamente lo que quiere contar, sino que deja que sea la propia historia, a modo de las antiguas fábulas y cuentos populares, el que se encargue por sí mismo de impregnar en el lector lo que nos quiere ilustrar.
Sin lugar a dudas, se trata de uno de los mejores libros que he leído este año y, me atrevería a decir, de premio.