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Sanzol llega al Siglo de Oro con una "Dama boba" de subyugante romanticismo

Por Horacio Otheguy Riveira

En un escenario circular, todos ellos con nosotros y nosotros entre ellos: los fantásticos integrantes de La Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico que tantas satisfacciones nos vienen dando. Crecen y amalgaman talentos para regocijo de los amantes de los clásicos en versiones muy libres con un gran respeto por el autor, a tal punto que el lenguaje fascinante de Lope de Vega se recrea con ropas de hoy en un ambiente atemporal, pero con la palabra de entonces adaptada a un nuevo ritmo que enriquece el original.

Toda la Compañía ha trabajado tan intensamente que aborda el ruedo como una humana pista de atracciones circenses, animales sedientos de amor y cargados de prejuicios y pobreza, muy necesitados de pareja sumisa y bella… y con buena dote. Una de enredos con los actores entre los espectadores, por momentos cómplices inmóviles, parapetos regocijados, compañeros de ruta encantados de formar parte de una fiesta completa en la que se empieza y termina cantando en lo que bien podría ser un Himno Sanzol, romántico, solidario, dichoso con su baño de inocencia adolescente, deliciosamente simpática.

 

 

La dama boba de Lope de Vega se brinda en el cálido ambiente de la sala pequeña del Teatro de la Comedia, para algo menos de cien espectadores. Puede que al comienzo el torbellino con los jóvenes tan cerca, tan encima maree un poco, pero es mareo saludable, bienvenido, que enseguida nos atrapa y ya no nos suelta, logrando sin elementos escenográficos y ropas de andar por casa que entremos de lleno en las intrigas de un mundo cargado de machismo recalcitrante, al que Lope aporta un mirada muy femenina: la de su amor ferviente, y no por ello menos complicado, por mujeres que le hacen perder la cabeza. Quién si no Lope es Laurencio, el único del vaivén de caballeros que rondan a las muchachas que se atreve a cortejar a quien todos dan por Boba y teme «bobearse» de verdad y para siempre, si pronto no se instala en ella el rotundo amor que le hizo descubrir el arte, la palabra, el aire que bellamente respira.

Todo circula con el cuerpo doliente y a la par divertido de Alfredo Sanzol, nuestro hombre de teatro capaz de compartir con una creciente mayoría de espectadores su mundo propio con el de infinita cantidad de personajes y sentimientos cruzados. Muchas son sus obras escritas y dirigidas por él mismo (por ejemplo, DelicadasLa calma mágica  y La respiración), pero también un clásico del siglo XX (Esperando a Godot) y ahora la entrada fantástica en el Siglo de Oro. El reparto funciona de maravilla con su peculiar estilo. La puesta en escena tiene un ritmo intenso con momentos muy logrados de serenidad. El verso circula por las venas de los intérpretes con esa extraordinaria naturalidad conquistada a base de mucho trabajo con una gran disciplina entre grandes maestros.

 

¡Amor, divina invención… Extraños efetos son los que de tu ciencia nacen, pues las tinieblas deshacen.

 

Versión y dirección: Alfredo Sanzol

La Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico está integrada por intérpretes de muy diferentes partes del Estado, recibe formación en la especialidad concreta del teatro clásico, que exige tanto el conocimiento de los textos dramáticos, como el análisis e investigación en cuanto a forma y fondo, además del entrenamiento en las destrezas necesarias: voz, prosodia, cuerpo, danza, emoción, pensamiento, sensorialidad, lucha escénica y canto.

Reparto (por orden de intervención): Jimmy Castro, David Soto Giganto, José Fernández, Daniel Alonso de Santos, Marçal Bayona, Georgina de Yebra, Cristina Arias, Paula Iwasaki, Kev de la Rosa, Silvana Navas, Miguel Ángel Amor, Pablo Béjar
Asesor de verso: Vicente Fuentes
Iluminación: Pedro Yagüe
Composición musical: Fernando Velázquez
Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar
Teatro de la Comedia. Sala Tirso de Molina, hasta el 30 de diciembre. Encuentro con el público: 14 de diciembre.
 

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