Antología literaria para regresar a la infancia
«Hay una época en la vida en que es imposible escapar a la felicidad. Es una felicidad que no proviene de la bondad, ni de las demás personas, sino del vigor de un corazón». ‘Semión’, Andréi Platónov.
Llega a las librerías Antología literaria para regresar a la infancia (Editorial Catedral), una recopilación de narraciones que nos harán mirar atrás en el tiempo… Porque los niños explican el mundo mejor que los mayores y consiguen sorprendernos con sus preguntas. Una visión del mundo limpia y que siempre se interroga. Una visión que casi siempre perdemos al crecer. Por orden de nacimiento: Svetlana Alexievitx, Sylvia Plath, Alice Munro, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite, Clarice Lispector, Gesualdo Bufalino, Roald Dahl, Dylan Thomas, Mercè Rodoreda, Miguel Torga, I. Bashevis Singer, William Irish, Amadou Hampaté Ba, Andréi Platónov, Y. Kawabata, Issak Babel, E. Martínez Ferrando, Bruno Schulz, K. Mansfield, Alfonso Daniel Rodríguez Castelao, Marcel Schwob y Antón Chéjov son los autores que componen esta antología que nos demuestra que «somos las palabras gastadas de los niños que fuimos. Por eso la literatura, que intenta volver a unir palabra y ser, memoria y materia, sentido y vida, se vuelca tantas veces a aquel espacio inmaduro y a la vez tan acabado de nuestro ser», cuenta el antólogo J.L. Badal.
«Jugando a los indios al atardecer tenía plena conciencia de mí mismo en el centro exacto de un cuento viviente, y mi cuerpo era mi nombre y mi aventura». ‘Los melocotones’, Dylan Thomas.
Los niños y niñas que protagonizan estas narraciones son voces blancas que contemplan, interrogan, eligen, son arrastradas por el mal, el deseo, la soledad, la oscuridad interior. Pequeños grandes héroes que corren llenos de vida y desesperación hacia la carcajada, la crueldad, la ternura, el engaño. Bellas criaturas que habitan y exploran conciencias nuevas. Los niños, seres que renacen a cada instante Para recordarnos que somos las palabras gastadas que una vez fuimos. Porque «¿Cuántas sabidurías han proclamado a lo largo de los siglos la necesidad de una mirada infantil, prístina sobre el mundo? El niño mira sin pasado y con todo el presente. Su futuro es pobre, aunque fantasioso. Y, aunque no posee lenguaje, está lleno de confianza en las palabras que aún son, una por una, ciertas. Todos nosotros creímos en los cuentos y en lo irreal si su posibilidad dependía de una palabra o de una frase. Creímos en los peligros monstruosos que invocaba la abuela, en las explicaciones absolutas del mundo que de vez en cuando el padre profería con palabras no siempre comprensibles». Escribir la infancia, leerla, es aferrarnos a la única posibilidad de recuperarla: reinventarla de la forma más limpia, sincera, nuestra posible. No volveremos a poseer nuestros días, pero reescribiéndolos, releyéndolos, reproducimos por unos instantes el mismo cuerpo que sentíamos cuando, niños, nos inventábamos a nosotros mismos como grandes capitanes de barco de caña partida que flotaba en el charco.
«¿Cómo llegar alguna vez a conocer al niño? Para conocerlo tengo que esperar a que se deteriore, solo entonces estará a mi alcance». ‘Niño dibujado a pluma’, Clarice Lispector.
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Antología literaria para regresar a la infancia. VV AA. Editorial Catedral, 2017. 400 páginas. 24,00 €
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