El cazador de historias de Eduardo Galeano
EL CAZADOR DE HISTORIAS
GALEANO EDUARDO
EDITORIAL: SIGLO XXI EDITORES
NARRATIVA, HISTORIAS BREVES
Por Juliano Ortiz
Este, quizás no sea un libro más, porque es el último. Con la importancia que tiene ser el último de la fila, el que llegó a horas trasnochadas, el que cierra una obra.
“El cazador de historias”, como cuenta su editor Carlos E. Díaz, demoró su salida dada la precaria salud que Galeano tenía, a fin de no protegerlo de todo el trajín que conlleva un lanzamiento editorial. En ese tiempo, Galeano continuó escribiendo historias, que serían parte de un nuevo libro, Garabatos. A la muerte, como siempre, no le afectó esto, y el maestro uruguayo se fue con una veintena de esas historias, garabatos que quedaron como un proyecto inacabado. Claro que “El cazador de historias” nunca se había podido publicar, por lo que la editorial, concluyó que varias de esos garabatos, bien podían estar incluidos en este volumen que parecen ser una huella dejada por el autor.
Galeano es Galeano. En cada breve y profunda historia, la pluma del literato, del periodista, del buscador incansable describe las ilusiones, los pensamientos, los vagos hechos, las conversaciones, pequeñas apostillas que se van sumando y completan una gran obra universal. En cada historia, la libertad abre sus manos y extiende sus alas, para denunciar, para conmover, para alertar, para celebrar los miles y miles de hombres y mujeres que posaron sus pies y sus sueños por América toda.
“Eran niños venidos de tierra adentro, de muy adentro, que no habían estado nunca en la playa de Piriápolis, ni en ninguna playa, y que nunca habían visto la mar.
A lo sumo se atrevían a mojarse los pies, pero ninguno rompía las olas.
Para vencer el miedo, uno de los niños, el más sabido, explicó lo qué era la mar:
-Es un río de una sola orilla”.
“El cazador de historias” está dividido en cuatro partes, «Molinos de tiempo», «Los cuentos cuentan», «Prontuario» y «Quise, quiero, quisiera». En la primera, Eduardo Galeano muestra su ego narrative, el de la historia mínima, el que recoge ideas y pensamientos sobre el futbol, la guerra, la memoria, el amor, los oficios, etc. En la siguiente unidad, el cuentacuentos traza un hilo invisible por los tiempos de su exilio y recuerda sus anteriores libros, escribiendo para no olvidar, repasándolos uno a uno como un balance de vida que no quiere serlo. En “Prontuario”, el escritor cuenta el porqué escribe, la intimidad del hombre solitario dejándose llevar por esa pasión inútil como decía Sartre. La última sección del libro recoge su nombre del poema navajo «Quise, quiero, quisiera», y es, como apuntamos anteriormente, la parte que está compuesta por textos que no se habían pensado inicialmente como parte integrante de “El cazador de historias”
Eduardo Galeano es dueño de una vasta obra literaria, caracterizándose por su compromiso en la literatura y en la vida. Desde la publicación de Las venas abiertas de América Latina (1971), su obra más conocida y que fue prohibida por las dictaduras militares de Uruguay, Brasil, Chile y Argentina, sus libros —la trilogía Memoria del fuego, integrada por Los nacimientos (1982), Las caras y las máscaras (1984) y El siglo del viento (1986); El libro de los abrazos (1989), Las palabras andantes (1993), El fútbol a sol y sombra (1995), Bocas del tiempo (2004), Espejos (2008), Los hijos de los días (2011) o Mujeres (2015) son ejemplos de esa vida dedicada a luchar por los oprimidos, por aquellos que quedaron en la orilla, los olvidados de las historias oficiales.
Un buen artículo y mejor comentario.
Pero me ha causado gracia el leer: Galeano Eduardo, es decir primero el apellido como hacemos con nuestros alumnos en la escuela, o como si fuera un desconocido.
O, como si no fuera, «nuestro Galeano» porque él es universal.
Una broma.
Gracias y saludos.