El amor para Leon Tolstoi
Además de haber sido uno de los escritores más brillantes de su tiempo, Tolstói también fue un pensador fascinante y plasmó —en ensayos y diarios— numerosas reflexiones sobre el espíritu humano y los sentimientos, e incluso escribió su propias reglas para la vida.
Las posturas políticas y espirituales de Tolstói, profundamente influenciadas por Schopenhauer y sus ideas en torno a la disolución del ser, escandalizaron tanto al gobierno ruso como a la iglesia (derivando en la censura de sus textos), en una época en la que el escritor ya gozaba de una importante fama alrededor del mundo.
Así, en 1888, la visionaria editorial inglesa The Free Age Press publicó On Life (Sobre la vida), un compendio de sus textos sobre moralidad y espiritualidad. En este libro es posible encontrar un capítulo en el que Tolstói examina el amor y expone sus ideas en torno a su compleja naturaleza (concepciones sugerentes que se suman a las que muchos grandes pensadores, como Stendhal u Ortega y Gasset, han manifestado en torno al sentimiento amoroso).
Todos sabemos que en el sentimiento amoroso hay algo especial, capaz de resolver todas las contradicciones de la vida y darnos un bienestar total, un motivo a partir del cual constituir nuestra vida. “Pero se trata de un sentimiento que aparece rara vez, dura poco, y es seguido de grandes sufrimientos”, declaran los hombres que no entienden la vida.
Para ellos, el amor no se presenta como la única y legítima manifestación de la vida (como sí lo hace para una conciencia razonable), sino como una de las muchas eventualidades de la existencia; como una de las miles de fases por las que un hombre pasa durante su vida.
[…]
Para esta clase de personas, el amor no responde a la idea que involuntariamente nos vincula al mundo. No es una actividad benigna que da bienestar a quien ama y quien es amado.
Tienen razón en decir que uno no debe razonar el amor, y que todos los razonamientos sobre éste lo destruyen. Pero el punto es que las personas que no necesitan razonar sobre el amor ya han usado la razón para entender la vida, y han renunciado a los beneficios de su existencia individual; aquellos que no han entendido la vida y existen solamente para el bienestar de la individualidad animal, no pueden evitar razonar al respecto. Tienen que razonar para poder entregarse a ese sentimiento que llaman amor.
De entre todas las profundas contradicciones que rodean al amor, el ruso plantea el solipsismo inherente al ser humano, en contraposición con el sentimiento del amor universal, y busca una paradójica reconciliación entre estas dos ideas aparentemente opuestas:
En realidad los hombres prefieren a sus propios hijos, su esposa, sus amigos y su propio país, que a los hijos, esposa, amigos o país de alguien más, y llaman a este sentimiento amor. Amar significa, en general, hacer el bien. Es así como todos entendemos el amor y no sabemos cómo pensarlo de otra forma.
Las reflexiones de Tolstói llegan a preguntas sin respuestas como esta: ¿en qué medida es correcto sacrificar nuestra individualidad, tomando en cuenta que es dicha individualidad lo que nos hace humanos, para poder amar a otros? Pero es a partir de estos cuestionamientos que es posible una verdadera conciencia de la multiplicidad y vastedad del amor en todas sus formas. De esta manera, se replantea el sentimiento amoroso no como una idea hipotética sino como una forma de vida, como un estado del ser que sólo es capaz de vivir en el presente (afortunadamente):
Si un hombre decide que es mejor para él resistirse a las demandas de un amor presente (un amor supuestamente débil) en el nombre de otro, de una manifestación futura, está engañándose o engañando a otras personas, y no ama a nadie más que a sí mismo.
El amor futuro no existe. El amor es una actividad que habita exclusivamente en el presente. El hombre que no manifiesta amor en el presente, no tiene amor que dar.