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'La conquista del aire', de Belén Gopegui

Por Juanma del Olmo.

El aire es etéreo. No podemos conquistarlo. Perseguimos la identificación, buscamos (todos, sin excepción) algún tipo de reconocimiento, en los que diferimos es en lo que entendemos por reconocimiento. Pero es una obsesión. Que se vea la firma. Jean Van Eyck fuit hic.

Imagina que un amigo te pide dinero. Una suma de dinero importante. Un buen amigo necesita dinero para salvar su empresa, y recurre a ti. Imagina también que valoras a ese amigo, pero no llegas a confiar del todo en sus capacidades profesionales, aunque nunca hayas sido capaz de admitírselo a la cara. Pero a la vez, ves en su empresa algo digno, algo justo. Algo que quizás no ves en tu propio trabajo. ¿Hasta dónde obliga la ética a ayudarle? ¿Cómo afecta la concesión de un préstamo a las relaciones personales? ¿Cómo pretendemos que el dinero nos cambie?

Estos son algunas de las cuestiones que plantea Belén Gopegui en La conquista del aire, un retrato de los anhelos y las aspiraciones que habitan dentro de nosotros, y también de nuestra identidad y de su inconstancia. La autora dibuja a la perfección ese lugar pasivo, lleno de artificio, de extrañeza (a veces plácida) y desencanto al que llegamos cuando aquello en lo que creemos se desvanece por nuestra propia voluntad. Y para hacerlo, compone esta poderosa ficción a través del amor, de los celos, de ideales políticos y del intento de conquistar el aire.

En este libro, el dinero posee cualidades narrativas. Los tres amigos, que son los personajes principales, (Carlos, Santiago y Marta) verán como el hecho de haber prestado dinero a un amigo trastoca los intereses que tenían. A larga, sus problemas se trasvasarán a sus parejas conforme la fecha de devolución del préstamo se aplace. Uno de los grandes logros narrativos de esta novela es el juego de los narradores que plantea Gopegui: a través de la omnisciencia selectiva, el foco se sitúa sobre cada uno de los protagonistas y el lector asiste a cada acontecimiento desde su perspectiva. Este mosaico de voces permite un mayor grado de identificación (en todos nosotros vive un poco de cada personaje) y revela la calidad literaria de la autora. Belén Gopegui dota a los personajes de profundidad psicológica, siendo algunas reflexiones sumamente inteligentes. Tanto es así que, en ocasiones, el lector puede llegar a acusar al libro de no ser realista, puesto que día de hoy nadie se preocupa tanto por sus propias contradicciones.

En La conquista del aire, las convicciones abandonan su solidez y se vuelven líquidas. La autora construye un relato descorazonador que se alimenta de las fobias y las paradojas de una clase social compleja: aquella que partía de la izquierda, convencida de la necesidad de cambio, pero que se fue acomodando. ¿Cuál es el verdadero margen que tiene una persona que se considera progresista para cambiar la sociedad? Esta es una de las premisas: aquellos que ascendieron y consiguieron un buen puesto de trabajo conviven con la amenaza de convertirse en lo que juraron que combatirían. Belén Gopegui se enfrenta a la realidad de cara, sin protección y a muerte; con una prosa exquisita, de denuncia social y de análisis psicológico (quizá estas dos dimensiones no estén tan lejanas, al fin y al cabo) dotada de un considerable sentido metafórico. La manera en la que sus líneas remueven la conciencia reverbera en la memoria hasta mucho después de leerlas.

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