¿Dónde quedaron los buenos tiempos?
Por Raquel JR
¿Dónde quedaron los buenos tiempos? Jim (guion) y Alex Tefenkgi (dibujo). ECC, 2017
Tras un título tan descarnado sólo puede esconderse una historia intensa, de gran carga emocional en un momento vital, el de sus protagonistas, de desengaño y replanteamiento de cuestiones existenciales. Es lo que les ocurre a Hugo, Étienne y Jean-Marc, grupo de amigos treintañeros que sufren la pérdida de Fred, el cuarto integrante del grupo, por suicidio. El trauma y el dolor derivados de este hecho hace a todos reflexionar sobre su propia vida, sobre su pasado, y sobre lo que ocurrió con todos aquellos proyectos que planeaban, ilusionados, para el futuro. La narración se centra en particular en Hugo que, incapaz de borrar el contacto de su difunto amigo del teléfono, continúa marcando el número y hablando con el nuevo propietario de la línea… Con estas conversaciones como hilo conductor, Jim y Alex Tefenkgi nos mostrarán las circunstancias de los tres amigos y su reacción ante el insólito testamento de Fred, que lega a cada uno un objeto que no saben cómo interpretar. A partir de ahí, cada uno de ellos tratará de dar sentido al extraño regalo (un acordeón para Jean-Marc, un libro de Sartre para Étienne, un tirachinas y un monociclo para Hugo) y, con ello, a su propia vida.
El libro de Sartre regalado a Étienne nos da la clave existencialista que, sutilmente, subyace al relato: hasta qué punto la importancia que se le da a los hechos del pasado condiciona las decisiones del presente, y cómo es uno mismo el que decide la importancia que estos hechos van a tener para su vida futura. Así, una decisión aparentemente arbitraria supondrá para cada uno de ellos un viaje iniciático que les ayudará a descifrar claves de sus circunstancias vitales. A pesar de la intensidad sentimental -que roza peligrosamente el melodrama en algunas ocasiones-, en particular en las circunstancias familiares y sentimentales de Hugo, Jim y Tefengki muestran su habilidad para llegar a un trasfondo de reflexiones, pequeñas sensaciones e impresiones cotidianas que normalmente callamos, y con las que nos sentiremos fácilmente identificados. Por muy desesperadas que sean las situaciones que se no plantean, la impresión final es de lucha vital y optimista, en la que a pesar del mundo precarizado en el que les (nos) ha tocado vivir, los tres amigos salen adelante y el suicidio de Fred contribuye, en último término, a salvar otra vida.
El dibujo de Alex Tefenkgi, limpio, sobrio y elegante, lleva detrás un arduo estudio de los personajes y todo su abanico de emociones, que les empujan a situaciones límites transmitidas con eficacia. El estudio de color, también muy cuidado, tiene a la ciudad de París como la otra gran protagonista de la historia, con maravillosas perspectivas de las calles y edificios por los que transitan los personajes, y que resulta un buen recurso para los flashbacks y las divagaciones de los protagonistas. Además, el cómic se complementa con un colofón que detalla el proceso creativo del mismo y que resulta tremendamente interesante, ya que aunque la inclusión de bocetos y storyboards sea habitual, no lo es tanto que los autores tengan la generosidad de mostrarnos el making off creativo de manera tan exhaustiva.
En resumen, la belleza y la intensidad emocional de la historia se unen y compensan a lo largo de un cómic que nos hará reflexionar y que, a pesar de lo descarnado de sus planteamientos, nos dejará un buen sabor de boca.