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Algunas fuentes señalan que en realidad la temida fruta bíblica pudo ser una pera, un higo o un durazno.
Una de las primeras historias de la Biblia cuenta la expulsión de Adán y Eva del jardín del Edén por haber probado “la fruta” del árbol del conocimiento del bien y el mal; mientras la iconografía católica y la cultura popular suelen representar dicha fruta como una manzana, una lectura cuidadosa del pasaje nos hace ver que en realidad en el libro nunca se menciona la manzana. ¿Cómo es, entonces, que la manzana se convirtió en un símbolo de la tentación y del pecado?
Una versión estándar del Génesis 3:3 indica que:
del fruto del árbol que está en medio del huerto, ha dicho Dios ‘No comeréis de él, ni lo tocaréis, para que no muráis’. Y la serpiente dijo a la mujer: Ciertamente no moriréis. Pues Dios sabe que el día que de él comáis, serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, conociendo el bien y el mal…
Según Robert Appelbaum, en su libro Aguecheek’s Beef, Belch’s Hiccup, and Other Gastronomic Interjections, la confusión puede deberse a una especie de broma de San Jerónimo, quien tradujo la Biblia por primera vez al latín vulgar (de ahí que su versión fuera conocida como “la Vulgata”). Resulta que la palabra latina para manzana y para la maldad era la misma: malus. Según Appelbaum, la palabra hebrea “peri”, con la que se refieren a la fruta en la Biblia, puede referirse a cualquier tipo de fruta, un higo, una granada, una uva, incluso un durazno o un limón. Algunos comentadores bíblicos incluso creen que la fruta prohibida pudo haber sido una bebida que producía intoxicación a quienes la bebían, y de ahí “el conocimiento del bien y el mal”.
San Jerónimo tradujo “peri” por “malus”, que como adjetivo significa “malo”, y como sustantivo significa “manzana”, del árbol conocido hasta hoy como Malus pumila. Sin embargo, como refiere Appelbaum, malus puede referirse no sólo a la manzana, sino a cualquier fruta cuya pulpa tenga semillas: “una pera era una especie de malus. Al igual que el higo, el durazno y demás.”
En la iconografía religiosa tampoco existe un consenso claro durante varios siglos acerca de qué tipo de fruta es la de este árbol del cual los primeros padres no podían comer: Miguel Ángel pintó una higuera en la Capilla Sixtina, y Durero un manzano, al igual que Lucas Cranach el Viejo. Otra hipótesis de Appelbaum para explicar la preeminencia de la manzana sobre otro tipo de frutas con semillas proviene de El paraíso perdido del poeta inglés John Milton, publicado en 1667. Sin embargo, para Milton la ambigüedad semántica de malus no debió ser un misterio, versado como era en lenguas antiguas como el latín y el hebreo. Para Appelbaum, resulta factible que Milton conservara la broma como referencia a la intoxicación o embriaguez por sidra (un licor de manzana) muy popular en su tiempo, ya que el poema hace referencia en un par de ocasiones a la fruta del problemático árbol, y se refiere a ella como una manzana.Otra posible explicación tal vez provenga de la manzana de la discordia, que en la mitología griega es obra de la diosa Eris (una tentadora, al igual que Satanás para los hebreos). Según esta historia, Eris estaba enojada porque no la invitaron a la boda de Peleo y Tetis (padres del gran guerrero Aquiles), por lo que se presentó con una manzana dorada donde se podía leer “para la más bella de todas”. Tres diosas se la disputaron: Afrodita, diosa del amor y la belleza; Hera, guardiana de los hogares, los partos y esposa del gran Zeus, y Afrodita, hija de Zeus y diosa de la sabiduría. Para dirimir la disputa, Zeus encargó al pastor y príncipe troyano Paris que eligiera entre las tres diosas a la más bella —pero las tres diosas trataron de sobornarlo a su vez con nuevos regalos. Finalmente Paris se decide por Afrodita, quien le había prometido el amor de la mujer más bella de todas, quien era nada menos que Helena. El rapto de Helena por Paris es el origen mítico de la guerra de Troya y, como vemos, una excéntrica manzana también está en el origen de la disputa más épica de la civilización griega.
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