'El viajero accidental', de Harry Kelsey
Por Ricardo Martínez Conde.
La aventura es a la literatura como las palabras son al texto, es decir, una sin la otra pierden eficacia, significación, razón de ser. Complementadas, pues, anidan una nueva aventura prolongada, magnífica, interminable, cual es la del gozo de leer, de ser de otra manera gracias al embrujo del relato viajero que las tales palabras proponen.
Bajo esta consideración, el viaje como tal ha añadido un atractivo mayor, más cualificado si cabe, a la aventura del viaje de la imaginación. Si bien en este caso, tal como nos propone y argumenta el profesor Kelsey, la imaginación se hizo real con lo que ha sido la plasmación de la ‘realidad’ imaginativa sobre la propia superficie de la tierra. Es decir, con el nacimiento de los viajes por mar y tierra el mundo –interior y exterior- del hombre se ensanchó hasta tal punto que aún hoy, y siempre atendiendo a la recomendación platónica del bien de la curiosidad, el hombre sigue buscando, sigue ‘navegando’ por los espacios desconocidos y así alimenta el progreso y el conocimiento.
Hay un párrafo significativo en el libro que pone de manifiesto los dos grandes momentos en que el hombre, venciendo miedos y suspicacias –y respondiendo a un interés bien material, todo hay que decirlo- se adentra en lo desconocido: “Las dos décadas finales del siglo XV fueron testigo de dos descubrimientos espectaculares que lo cambiaron todo. Bartolomé Díaz logró doblar el extremo meridional de África entre 1487 y 1488 e hizo posible así llegar por mar a Asia y evitar a los monopolistas (comerciantes) turcovenecianos (…) Mientras, los marineros castellanos empezaron a buscar una ruta occidental a Asia. Cuando regresó de su primer viaje de descubrimiento, Cristóbal Colón informó a los soberanos españoles de que había llegado a las Islas de las Especias navegando hacia poniente”
Es conveniente aclarar, eso sí, que estamos hablando (este libro se ocupa) del viaje y la revolución habida gracias a los navegantes. Los viajeros por tierra habían comenzado con el migrar de los primeros hombres, y, por citar un caso emblemático, la Ruta de la Seda supuso, antes que los viajes marinos, un hito dentro de los descubrimientos de nuevas gentes y nuevas culturas, una vez más bajo el móvil comercial, que ha movido y moverá siempre la actividad del hombre.
El texto libro está pródiga y magníficamente documentado, claramente escrito y supone un regalo para todo lector que quiera adentrarse y conocer lo que ha sido la voluntad del hombre por indagar en todo aquello que le es ajeno; por burlar el desconocimiento a costa de tantos y tantos riesgos. “¿Por qué arriesga el montañero en subir esa montaña tan difícil? Porque (ella) está ahí, sencillamente” Ahora compete al lector el re-iniciar la seuctora aventura de siempre: leer.