'El crimen del Conde Neville', de Amélie Nothomb
Por Lucía Tolosa.
Decía Italo Calvino que la melancolía es la tristeza que ha adquirido ligereza. Resulta curioso cómo a veces dos términos opuestos pueden llegar a casar tan fácilmente, encontrando un equilibrio perfecto y demostrando que no importa unir dos contrarios, siempre que sean complementarios. Amélie Nothomb viene a ser un gran exponente de ello, y vuelve a demostrarlo con su novela titulada »El crimen del Conde Neville». En ella nos presenta otra historia surrealista, en la que un peculiar aristócrata recibe la siguiente premonición de una vidente: «Pronto dará usted una gran fiesta en su casa. Durante esa recepción, usted matará a un invitado.»
A partir de ahí, arranca una narración en la que caminan juntos la comedia y el drama, la tradición y la actualidad, la sencillez y la complejidad. Los Neville, una familia de lo más excéntrica, aparecen como la excusa perfecta para retratar en clave de humor el mundo absurdo de las apariencias, la frivolidad de la nobleza, la importancia de la educación, la muerte y los caprichos del destino. Hay que reconocerle a la autora su capacidad para tratar temas espinosos sin perder frescura, sin tomarse demasiado en serio la carga que supone reflexionar sobre ellos. Hay que tener mucho talento para saber usar debidamente la ironía, y protegerse así (como diría Franz Fannon) de la angustia existencialista.
Por otro lado, la escritora belga dibuja unos personajes tan estrambóticos como Sérieuse (Seria), la hija menor del Conde. De hecho, la novela inicia con la fuga de esta joven apática, desencantada con la realidad, que ha decidido escaparse del castillo familiar en plena noche con el único propósito de dormir sola en el bosque. Es destacable el contraste de la desidia de Sérieuse frente a la exagerada perfección de sus dos hermanos, que también tienen sus propias frustraciones. Todos ellos representan una excusa para mostrarnos las inseguridades e incertidumbres que rodean inevitablemente la adolescencia, y demostrarnos cómo cada cual vive con sus propios demonios interiores. Nothomb da en el clavo mostrándonos lo enrevesadas que pueden llegar a ser las relaciones familiares, ya no sólo entre hermanos, sino sobre todo entre padres e hijos.
A lo largo de la novela nos encontraremos con los leitmotivs estilísticos propios de la escritora: la limitada extensión, la preponderancia de diálogos y los numerosos giros de guión. El crimen del Conde Neville cumple su función porque lleva el sello de la autora, que viene a ser la originalidad, la acérrima inteligencia y la gracia verbal: tres características que dificultan el aburrimiento y merecen captar nuestro interés.
Sin embargo, y quizás porque las altas expectativas suelen ser cheques difíciles de cobrar, no creo que estemos ante la mejor obra de la escritora de »Metafísica de los tubos» o »Estupor y temblores’‘. La previsibilidad en numerosas escenas, el surrealismo exagerado y la excesiva redundancia de ciertos temas me hacen echar de menos el nivel de las historias anteriores.
Aún con todo ello, hay que reconocer que Amélie es una de las voces más ingeniosas del panorama literario actual. Un ejemplo de brillante trapecista de las palabras, un modelo de lo que representa saber jugar con el lenguaje. En definitiva, cuando la literatura está bien hecha. Cuando cobra vida.