Islas des-conocidas
Islas des-conocidas
Un archipiélago de mitos, misterios, fantasmas y fraudes
Malachy Tallack | Katie Scott
Editorial: GeoPlaneta
Temática:
Viajes | Ilustrados
Colección: Atlas
Número de páginas: 144
Un viaje por 24 islas que en su día se consideraron reales pero que ya no están en los mapas porque fueron producto de la imaginación, de engaños o de errores humanos.
Sinopsis de Islas des-conocidas:
Cada una de estas islas “des-conocidas” tiene su propia historia. No hay dos exactamente iguales… Algunas de ellas han contribuido a forjar culturas, mientras que otras no han despertado la atención de casi nadie. Unas son extrañas y fabulosas, mientras que otras son plenamente verosímiles. Todas ellas reflejan de algún modo los valores de su tiempo, y todas ellas han enriquecido la geografía de la mente. Este libro es un homenaje a estas islas perdidas y, con ellas, quiere narrar la historia de cómo se ha creado la imagen del mundo.
Islas de vida y muerte
C UANDO MIRAMOS AL CIELO imaginamos dioses; cuando miramos al océano
imaginamos islas. El vacío es aterrador, así que rellenamos las lagunas de nuestro conocimiento
con cosas inventadas, que nos reconfortan y que, a la vez, crean conflictos provocados
por nuestro deseo de saber y comprender; un deseo que a veces acaba devolviéndonos el vacío
que queríamos llenar.
Porque, desde que el hombre empezó a inventar historias, inventamos islas. Ahí están, en la
literatura y en las leyendas. Para las sociedades que viven a orillas del mar, soñar con otras costas es
lo más natural del mundo. Los polinesios, los árabes de las marismas, los antiguos griegos, los celtas…
todos imaginaron tierras más allá del horizonte. Todos contaban historias de islas.
Estos lugares no eran como el resto del mundo conocido. Eran regiones sobrenaturales, donde la
línea entre la vida y la muerte era imprecisa. El océano nos separa de otras tierras, igual que la muerte
nos separa de los vivos. Se puede cruzar al otro lado, pero solo una vez. Las islas, pues, son metáforas
perfectas de otros mundos y otras vidas. Están separadas, pero conectadas; están distantes, pero accesibles.
El mar de la muerte está salpicado de islas imaginarias.
Hoy en día intentamos trazar fronteras indiscutibles entre hechos y ficción. Pero el mito, la
superstición y la religión han formado parte de la vida humana desde siempre. Han forjado nuestro
pensamiento y guiado nuestras acciones. La comprensión que adquirimos de nuestra existencia está
vinculada a las historias que nos contamos. Así que, aunque las islas de este capítulo sean míticas,
no por ello son menos reales.
C UANDO MIRAMOS AL CIELO imaginamos dioses; cuando miramos al océano
imaginamos islas. El vacío es aterrador, así que rellenamos las lagunas de nuestro conocimiento
con cosas inventadas, que nos reconfortan y que, a la vez, crean conflictos provocados
por nuestro deseo de saber y comprender; un deseo que a veces acaba devolviéndonos el vacío
que queríamos llenar.
Porque, desde que el hombre empezó a inventar historias, inventamos islas. Ahí están, en la
literatura y en las leyendas. Para las sociedades que viven a orillas del mar, soñar con otras costas es
lo más natural del mundo. Los polinesios, los árabes de las marismas, los antiguos griegos, los celtas…
todos imaginaron tierras más allá del horizonte. Todos contaban historias de islas.
Estos lugares no eran como el resto del mundo conocido. Eran regiones sobrenaturales, donde la
línea entre la vida y la muerte era imprecisa. El océano nos separa de otras tierras, igual que la muerte
nos separa de los vivos. Se puede cruzar al otro lado, pero solo una vez. Las islas, pues, son metáforas
perfectas de otros mundos y otras vidas. Están separadas, pero conectadas; están distantes, pero accesibles.
El mar de la muerte está salpicado de islas imaginarias.
Hoy en día intentamos trazar fronteras indiscutibles entre hechos y ficción. Pero el mito, la
superstición y la religión han formado parte de la vida humana desde siempre. Han forjado nuestro
pensamiento y guiado nuestras acciones. La comprensión que adquirimos de nuestra existencia está
vinculada a las historias que nos contamos. Así que, aunque las islas de este capítulo sean míticas,
no por ello son menos reales.