7 aberraciones de tus princesas favoritas que no descubriste de pequeña
¿Es por el príncipe? ¿Es por la magia? ¿Es porque son muy guapas? ¿Es por la vida de lujo que llevan algunas?
Cada una debimos de elegir alguna de estas razones de pequeñas para adorar a las princesas Disney, pero seguramente la vida nos enseñó que lo de ser princesa no era tan sano ni tan maduro. Que no nos iba a servir de mucho. Bueno, serviría para frustrarnos.
De esto tratará la conferencia «¿Quieren las niñas ser princesas?», que se celebra este jueves, 26 de octubre, en el Consejo de Mujeres del Municipio de Madrid (Señores Luzón 3, 2º izquierda, a las 19 horas, cerca de Ópera y La Latina, en pleno centro), donde intentaré arrojar un poco de luz sobre qué demonios nos pasaba por la cabeza cuando nos quedábamos fascinadas ante las princesas Disney y queríamos ser como ellas. ¿El motivo? El trabajo de investigación realizado para poder parir el libro de relatos Las niñas ya no quieren ser princesas (Esdrújula, 2017) —relatos en los que las princesas dejan de esperar y deciden tomar las riendas de la historia— y tratar de mezclar la nostalgia y aquello que nos gustaba, con un poco de sentido común.
Aquí muestro un pequeño adelanto en forma de lista. Porque a tod@s nos encantan las listas. Siete son las princesas que resultan más indignantes desde nuestro sentido común, sensatez y la necesidad de reivindicar nuestros derechos. ¿Estás list@ para ver tu infancia con otros ojos? Vamos allá.
- La pasividad de la no tan bondadosa Cenicienta. No, Cenicienta no es muy buena y compasiva. Cenicienta es una blanda. ¿Qué necesita esta muchacha para dar un puñetazo en la mesa? Desde luego, de tanto que se obsesionó por dar el perfil del cuento de hadas, quedó de pobrecita, pero también de cobarde. Querida, la historia habría sido muy distinta si hubiese reclamado lo que era tuyo.
- La sumisión de las leonas. Vale, es cierto que en la sabana los leones tienen su propio sistema de reparto de tareas. Pero igual de cierto es que lo único que esconde El rey león es una adaptación de Hamlet. El caso es que, mientras que las hienas tienen a su líder, la hembra Shenzi, las leonas dejan que su mundo se deteriore sin recordar algo que nunca deberíamos olvidar: que la unión hace la fuerza y que Scar da grimilla como para hacer cachorritos con él.
- La ceguera de Ariel. Vaya con la sirenita. Y eso que esta es de la segunda generación de Disney, de las chicas ya rebeldes y aventureras… o eso nos hace creer. Esa chica soñadora que quería conocer mundo, lo deja todo cuando se pilla por su alteza Eric. Y es que Ariel es de es@s amig@s a l@s que criticamos porque desaparecen en cuanto tienen novio. Lo deja todo y se lo juega todo para que el muchacho le haga un poco de caso. Ariel, cariño, si despiertas de esa ensoñación, seguro que volverías a vivir esas aventuras con las que tanto soñabas.
- El síndrome de Estocolmo de Bella. Con Bella sí que nos la colaron bien. Una lectora que quería «vivir preciosas aventuras». Pero sobre todo una mujer con todo el potencial para convertirse en una maltratada de los peores casos que se cuentan en el feminicidio. Y es que esta historia vende una de las ideas más tóxicas de nuestra sociedad: que, con paciencia, buenas caras y aguante, puedes lograr que una persona que te maltrata cambie y se convierta en tu príncipe azul. ¿Nadie se ha dado cuenta de que la Bestia se lleva a la chica más guapa (y menos superficial) de la historia? Él es el único que no aprende eso de que «la belleza está en el interior».
- El ninguneo a la valía de Jasmín. Esta princesa también es de las peleonas. No quiere casarse con el primer fulano que su padre le quiera encasquetar. Pero, ay, una vez más estamos con el problema de siempre: nadie quiere casarse con ella porque la quiera, sino por lo que van a heredar. Y aquí podríamos hablar largo y tendido sobre el absurdo que ha sido históricamente que las mujeres no hayan podido reinar por el hecho de tener ovarios.
- La cosificación de Aurora, la Bella Durmiente. A esta ni le preguntan. Ya la habían prometido. Y en la historia no es más que un pretexto para la aventura. Al menos, Felipe se rebela y le dice a su padre que se casará por amor. Ella solo se queda llorando y se deja llevar al patíbulo. No me extraña que hayan tenido que poner a las hadas como verdaderas protagonistas y conductoras de la acción. Si nos quedamos esperando a que ella haga algo, nos unimos a su sueño eterno.
- La imprudencia de Blancanieves. Esta pobre es una ingenua. Ya lo vemos cuando mete a la mujer más siniestra en su casa y se come la manzana que le ofrece. Aunque entrar a casa de unos desconocidos y quedarse allí durmiendo tampoco estaba mal. La muchacha es carne de burundanga. Pero lo que resulta más curioso es que se marche, tan contenta ella y tan contentos todos, con u tipo al que solamente había visto una vez. Justamente en el momento en que se ha librado de su madrastra y puede volver a casa, hacer algo con su castillo, con su reino… ¿qué tal tomarse las cosas con calma y por lo menos haber bostezado dos veces antes de tomar semejante decisión?
Pero no os preocupéis. Hay esperanza. Para las niñas y para las adultas. Los cuentos están cambiando, las historias que nos gustan ya son distintas. Bueno, no siempre. Pero de eso hablaremos este jueves. Si nos acompañas, estaremos encantados de contar contigo y profundizar un poco con esta conferencia.
Imagen: Barbaric Poetry