Escribir desde la distancia
Por Sonia Rico.
A priori podría parecernos que para escribir sobre un lugar, una ciudad, un pueblo, lo mejor es estar allí. Así cada rincón que queramos recorrer estará a nuestro alcance, cada pequeño detalle que no recordemos bien podremos ir a buscarlo….sin embargo, en la literatura encontramos varios ejemplos que desmontan esta idea.
Rodoreda y Joyce. Y, es que, sin bien estos autores conocían bien las ciudades que les sirvieron de escenario , Barcelona y Dublin, no vivían en ellas cuando escribieron sus más memorables novelas: La plaza del diamante y Ulises.
De esa escritura en al distancia se valio Mercè Rodoreda para escribir la Plaza del diamante. Uno de los referentes de la novela novela catalana de posguerra. Cuenta la historia de Natalia «La Colometa» una chica que se siente perdida en el mundo. Huérfana de madre, verá partir y morir a sus seres queridos, pasará hambre y miseria y se verá muchas veces incapaz de sacar adelante a sus hijos. La novela es una crónica fiel de la Barcelona de posguerra y de cómo marcó este periodo histórico a sus habitantes. Se desarrolla en el barrio de Gracia y hoy podemos encontrar en esa plaza una escultura que representa a la Colometa. La novela se abre con las famosas fiestas de Gracia y en ella nos va dando detalles sobre la vida en el barrio en aquella época, sobre bares a los que iban, los comecios, sobre la vivienda…
Rodoreda escribió esta novela en 1960, cuando se encontraba en el exilio en Ginebra, por ello soprende la capacidad de recrear espacios y lugares, de evocar esa Barcelona, que ella había caminado, con tanta exactitud.
En el caso de Joyce, el dublinés más famoso de la literatura, siempre tomó la ciudad que le había visto crecer como escenario de sus novelas. Ya con veintidós años escribió Dublineses, un libro de relatos en el que retrata la sociedad de aquella época que el describió como “ejemplo de parálisis entre el catolicismo y la doble moral”. Sería por eso que sus cuentos no gozaron de muchas simpatias en aquel momento.
Joyce vivió la mayor parte de su vida fuera de Irlanda y mantuvo siempre una relación conflictiva con la compleja realidad política e histórica de su ciudad y, aún así, cuando escribió su obra más representativa, “Ulises”, recreó Dublín con todo lujo de detalles, de manera que parece complicado que este autor pudiera elaborar esta novela desde la distancia.
La obra monumental de James Joyce, Ulises es el relato de un día en la vida de tres personajes: Leopold Bloom, su mujer Molly y el joven Stephen Dedalus. Un viaje de un día, una Odisea inversa, en la que los temas, tópicamente homéricos, se invierten y subvierten a través de un grupo antiheroico cuya tragedia raya la comicidad. Es un relato paródico de la condición humana y de Dublín y sus buenas costumbres cuya estructura, vanguardista demanda máxima atencion durante su lectura. Es considerada, por algunos, una de las novelas más difíciles de leer y es, al mismo, tiempo venerada por otros.
Joyce dedicó cinco años de su vida a la escritura de Ulises y durante ese tiempo vivió en Zurich y París. En la novela es capaz de describir las oficinas, las cantinas, los burdeles…nos muestra los interiores de las casas y sus muebles como su fuésemos a hacer un inventario.
Esa capacidad para crear las imágenes de las ciudades pasadas por el filtro “literario” y personal, es lo que hace estos libros sean tan especiales. La literatura es algo que se cocina a fuego lento y poner distancia a los recuerdos y los sentimientos asociados a los lugares quizás sea la clave del éxito.
Disfrutemos de la lectura de ambas novelas, que pueden transportarnos a la ciudad de otra época sin necesidad de movernos de casa ni de viajar en el tiempo.