'Cancroregina', de Tommaso Landolfi
Por Pedro Pujante.
La entrada por primera vez en el universo de un escritor puede suponer su aceptación total, su rechazo o una postura ambigua e indefinida que nos impide emitir un juicio objetivo respecto a su obra. Esta sensación de ambigüedad es la que me ha producido el primer libro que leo del italiano Tommaso Landolfi (1908-1979), Cangrogenia. Tommaso Landolfi un autor raro, como Manganelli o Buzzati, y de los más destacados de la Italia del siglo pasado. Hasta Harold Bloom alabó su obra. No obstante creo que es poco conocido, y traducido, en nuestro país.
Cangrogenia se trata de una rara avis pieza de ciencia ficción que apropiándose de los códigos del género (máquinas, viajes en el espacio, científicos locos) propone un texto existencialista, perverso, grotesco y desmedido, que tiene más de Kafka, Ionesco o Camus que de la ruptura ontológica de K. Dick o del lirismo de un Bradbury.
La historia es más bien sencilla: nuestro protagonista y narrador es convencido por un loco (iluminado, genio, quizá excéntrico) para viajar a la Luna en una misión mesiánica. No obstante, el viaje de proporciones hiperbólicas se verá dificultado por una serie de inconvenientes y reducido a una vuelta eterna a la Tierra. En efecto, el relato consiste en el diario espasmódico y a tiempo real que el narrador consigue esbozar en su viaje alrededor de la Tierra y que dedica a un lector improbable. Un viaje absurdo, sin destino, en el que los fantasmas de la locura, la soledad y el miedo estimulan un alucinógeno discurso marcado por lo paradójico. Sería esta una novela oscura y grotesca si no fuese por la ironía que Landolfi consigue destilar, haciendo que la aventura a bordo de Cangrogenia, como el viaje de Lemur Gulliver, funcione como un espejo de la condición humana. Además, la máquina que da nombre a la novela es presentada como una criatura fascinante, con vida y voluntad propia, a la que hay que alimentar, y cuya indefinición nos conmueve a la vez que nos inquieta.
Cangrogenia es el relato de un hombre absurdo, abocado a su propio declive personal en una empresa fatal y disparatada. También es el retrato de un ser sencillo y la certificación de que la locura se distancia de la cordura por una fina tela fabricada con los mimbres tenues de la realidad.