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Sitges 2017: La forma del agua (Guillermo del Toro), El sacrificio de un ciervo sagrado (Yorgos Lanthimos), Thelma (Joachim Trier)

 
Por Jordi Campeny.
El Festival de Sitges de este año se ha desarrollado en medio de un huracán sociopolítico extremo, convulso y aciago que lo ha cubierto de una extraña bruma, y nos ha llevado, a más de uno, a la conclusión de que ha habido más bizarrismo, violencia, ciencia-ficción y vientos de apocalipsis fuera de las pantallas que en ellas. Gente haciendo cola hablando de independencia o de posibles revueltas en las calles; estar atentos a las declaraciones de un político para intuir qué matices de gris o negro tendrá el futuro que nos aguarda justo antes de zambullirnos en la última película de un director amado; no tener del todo claro en qué lado del espejo estaban este año las hordas de zombis; sórdidas y extrañas conexiones entre realidad y ficción; dudas razonables acerca de dónde termina una y dónde empieza la otra. Y es que ambas están plagadas de monstruos; y sus espectadores los observamos entre ateridos e impertérritos. Pocos géneros como el fantástico pueden mostrar y canalizar mejor los estados de shock colectivos. Menos mal que nos salva el cine. Gran cine en algunos casos. Menos mal que en los momentos de máxima incertidumbre existen las películas y uno se agarra a ellas y las devora a dentelladas. Menos mal que este año Sitges se ha vestido de gala para celebrar su 50a edición y nos ha ofrecido un banquete opíparo: intenso, arriesgado, bello, perverso, zafio, crítico, nostálgico y para todos los gustos. Menos mal que la silueta de King Kong resiste a todas las inclemencias y adversidades. Menos mal que estabas tú, Susan Sarandon.
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La forma del agua (Guillermo del Toro)
Sitges 2017 dio su pistoletazo de salida por todo lo alto, con la lujosa y arrebatadoramente bella última fábula fantástica de Guillermo del Toro, La forma del agua. En ella se nos narra la historia de amor entre una joven muda que trabaja en un laboratorio (maravillosa Sally Hawkins) y un hombre anfibio que se encuentra ahí recluido, en medio del contexto de máxima tensión de la Guerra Fría.
En su mejor película desde El laberinto del fauno (2006), Del Toro hace gala de sus superdotadas dotes de cineasta, con un manejo contundente y elegantísimo de la cámara y un uso rotundo y sin fisuras de los elementos del medio, para zambullirnos en las aguas revueltas y hermosas de una historia de amor imposible y sin palabras que acaba erigiéndose en canto de amor a la otredad, marcado por la fatalidad a la que tantas veces nos arrojan los tiempos convulsos. La forma del agua, León de Oro en Venecia, desborda pasión por el cine y los cuentos; es un bellísimo artefacto para gozar y soñar y contagia el evidente placer que ha sentido su creador al rodarla.
Si se quiere, se le podría achacar la repetición de patrón y fórmula con la que sigue siendo su mejor obra, su deslumbrante Laberinto. Como en aquélla, el mundo de la fantasía sirve de paraguas donde resguardarse de los avatares más negros de la Historia –la Guerra Civil española/la Guerra Fría–; ambas cuentan con personajes clásicos de los cuentos, con sus férreos estereotipos; en ambos films todo gira alrededor de la relación entre una niña/mujer y un ser mitológico –el fauno; el hombre anfibio– e incluso ambas tienen un desarrollo argumental similar que hace previsible el desenlace de la que nos ocupa. A pesar de ello, conviene dejarse seducir y llevar por la grandeza de este cuento de hadas mágico y acuático del maestro mejicano.
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El sacrificio de un ciervo sagrado (Yorgos Lanthimos)
Uno de los platos fuertes del festival lo servía el director griego Yorgos Lanthimos, creador de un personalísimo universo surrealista, perverso, enfermizo, radicalmente lúcido y fascinante. Pero no apto para todos los paladares, sin duda. En la memoria cinéfila de cualquiera se mantienen atornilladas las geniales e incomodísimas Canino (2009), Alps (2011) y, en menor grado, Langosta (2015), en la que repetía exactamente la misma fórmula, fondo y forma que sus predecesoras, diezmando levemente el factor sorpresa.
Con El sacrificio de un ciervo sagrado explora nuevas vías en el terreno formal y recupera sus más altas cotas de brillantez y perversión, abofeteando al espectador y retorciendo la historia hasta límites rayanos en lo inmisericorde. La película, desprovista de la irreverente comicidad de sus primeros trabajos, a pesar de que pueda verse como una satírica tragedia griega, muestra la vida de Steven (Colin Farrell), un eminente cirujano que vive con su mujer (una espléndida Nicole Kidman, en el tramo más interesante de su carrera) y sus dos hijos. En la vida del médico se cruza Martin (Barry Keoghan, cuyo trabajo está más allá de los elogios; hiela la sangre), cuya irrupción dará un giro siniestro a sus vidas y situará a Steven en una delirante y perturbadora encrucijada.
Lanthimos, cuyo film se alzó con el Premio de la Crítica, ex aequo con As boas maneiras, de Juliana Rojas y Marco Dutra, osa encuadrar y mover la cámara a lo Kubrick e incluso retorcer perversiones puramente hanekianas, cayendo de pie. La belleza de sus imágenes, sus encuadres,  amplitud de objetivo y, en definitiva, todo el aparato formal, están al servicio de una película aséptica, incomodísima, arisca y brutal que empuja al espectador hasta el límite del aturdimiento y a la asfixia moral.
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Thelma (Joachim Trier)
La última propuesta que rescatamos de este Sitges 2017, que, como las anteriores, podrá verse en las pantallas españolas en los próximos meses, es la incursión en el fantástico mundo del interesantísimo director noruego Joachim Trier, director de la notable ópera prima Reprise (2006), de la extraordinaria Oslo, 31 de agosto (2011) –versión contemporánea de El fuego fatuo de Louis Malle (1963)– y de la trascendente, apasionante e infravalorada El amor es más fuerte que las bombas (2015).
El film, de los más premiados en el palmarés –Premio Especial del Jurado, mejor guión y Méliès de plata a mejor película–, nos presenta a Thelma, una joven reprimida y asfixiada por el peso de Dios y de sus misteriosos padres, quien posee unos poderes especiales que causan desastres cada vez que tiene sentimientos poderosos, en especial cuando conoce y se enamora de una chica.
Thelma, película inquietante, de elegantísimo estilo visual y cocida a fuego lento, va acumulando símbolos, metáforas y detalles que estallan en un bellísimo y poético tramo final. Modulada eficazmente por las manos de un artesano, el film sabe virar con naturalidad del drama íntimo y sin estridencias al thriller sobrenatural, logrando una admirable organicidad en su conjunto.

One thought on “Sitges 2017: La forma del agua (Guillermo del Toro), El sacrificio de un ciervo sagrado (Yorgos Lanthimos), Thelma (Joachim Trier)

  • Pues que decir de este gran director, si es algo diferente, si va en gustos, pero es genial sus ultimas películas son geniales, ademas se rodean de grandes actores.

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