Nada es más asombroso que la verdad


Edición, traducción y posfacio de Francisco Uzcanga Meinecke
MINÚSCULA
Primera edición: 2017
Páginas: 288


 

Egon Erwin Kisch dilató las fronteras del género hasta los límites de la literatura; fabuló la realidad, la dramatizó, hizo palpitar los hechos y contribuyó a que el reportaje sirviera para transmitir y explicar al lector los cambios vertiginosos que se estaban produciendo en los años veinte del siglo pasado. Kisch aprendió muy pronto a observar y describir lo cotidiano. La resonancia de sus reportajes, que aparecían en numerosos diarios y revistas, fue tan grande que enseguida se publicaron tomos recopilatorios, algunos de los cuales estarían entre los libros más vendidos durante la República de Weimar. Su estilo ágil e incisivo, la presentación visual, casi fílmica, la perfecta ambientación de los lugares donde transcurren los hechos y una tensión narrativa que consigue atrapar al lector desde la primera línea convirtieron a Kisch en el maestro del reportaje literario en lengua alemana.

Egon Erwin Kisch (1885-1948) era hijo de un comerciante de Praga, ciudad donde nació. Tras estudiar en una escuela de periodismo berlinesa, trabajó hasta 1913 como reportero para el Bohemia, el más importante periódico en lengua alemana de Praga. Durante la Primera Guerra Mundial fue soldado del Ejército Real e Imperial. Entró a formar parte del Consejo de Obreros y Soldados y, en 1918, fue primer coma ndante de los Guardias Rojos de Viena. En 1921 se trasladó a Berlín. Sus periplos como reportero, que lo convirtieron en una celebridad, lo llevaron a la Unión Soviética, Estados Unidos, China y Australia. En 1933, a raíz de la persecución de simpatizantes comunistas desencadenada tras el incendio del Reichstag, estuvo detenido en la fortaleza de Spandau y fue deportado a Praga. Ese mismo año se marchó a París, ciudad en la que vivió hasta 1939 y desde la que realizó diversas visitas a España durante la Guerra Civil. Tras el comienzo de la Segunda Guerra Mundial se trasladó a Estados Unidos, pero al cabo de poco tiempo fijó su residencia en México. En la primavera de 1946 Kisch regresó a Praga, donde murió dos años más tarde.

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