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EL articulismo

Por César Alen.
El articulismo es un género que se encuentra entre lo literario, lo periodístico, filosófico o de reflexión. Un tipo de escritura que se expande de forma vigorosa con la aparición de los periódicos. Aunque quizá su inspiración se pueda remontar a los famosos “Essays” de Montaigne. El filósofo francés utilizaba los ensayos para verter en ellos todo tipo de pensamientos, de ideas, de enfoques de la realidad. Esta tipo de formato permitía desarrollar cualquier teoría sin entrar en profundidades empíricas, sino más bien se trataba de dar una visión individual y particular. La mayoría de las veces provocadora, sagaz, tal vez sesgada, pero con el ánimo de invitar a la reflexión del lector. No se trataba tanto de expresar erudición, sino de abrir un abanico de lecturas tangenciales. Quizá de esas ideas vengan los artículos, tal como los entendemos hoy. En España tenemos un ejemplo magnífico, un maestro en este tipo de periodismo como fue Larra. Al punto de que muchos
de los críticos consideran que lo más relevante de su obra es precisamente su producción periodística. Publicó en diversos periódicos de la época como: El Duende Satírico del Día, El Pobrecito hablador, La Revista Española y el Observador.
En esos artículos se impone un romanticismo que en aquella época y en este género está plagado de descripciones y un costumbrismo para remarcar la identidad de España. El artículo tiene un enorme éxito, los diarios se leen con fruición (entre los que leen). Se espera con impaciencia la nueva entrega. A través de estos retratos costumbristas el pueblo se reconoce, se identifica, se encuentra. Se configura una especie de filiación patriótica. Aunque cabe decir que la mayor parte de los artículos de Larra son mordaces, extremadamente irónicos, punzantes. Pone el ojo en los aspectos más pintorescos, en la extremosidad de los malos hábitos, de las contumaces y atávicas costumbres del pueblo. Encuentra con facilidad las recalcitrantes manías patrias, las abrumadoras y vergonzantes extravagancias de sus contemporáneos.
A través de la ironía se puede extraer el sentido tácito, la verdadera intención didáctica del autor. En sus artículos se refleja a la perfección la idiosincrasia patria, que se mantiene en un conveniente atraso, anquilosada y extemporánea, pero con pasmosa vigencia en la sociedad actual. Si se leen con atención los simples títulos nos son perfectamente reconocibles. Frases lapidarias que con leerlas o escucharlas sentimos una identificación inmediata. Nos reconocemos, aunque no nos guste lo que vemos. Reconocemos artículos perturbadoramente certeros: Vuelva usted mañana, El Castellano viejo, La vida de Madrid y muchos otros. Porque a Larra como a Machado, también le dolía
España.
Otro gran articulista es el escritor norteamericano Tom Wolf. Aquí encontramos una obra literaria que supera la periodística. Recordamos títulos como: La hoguera de las vanidades, con una repercusión extraordinaria, considerado por el New York Times Books Reviuw novela del año. Elegidos para la gloria ( premiado con el American Book Award) o Gaseosa de Ácido eléctrico de corte underground. Se considera a Wolf como el padre del nuevo periodismo. Utiliza también la mordacidad, la sagacidad, la ironía y una lucidez clarividente en sus escritos. Es un meticuloso observador de la sociedad que la ha tocado vivir. Su prosa es elegante, certera, insolente.
Es realmente agradable y muy instructivo leer sus artículos. A través de su enfoque tan personal reconoces su escritura fácilmente. Utiliza, por supuesto, el estilo descriptivo, así como un cierto costumbrismo, inherentes al género. Su afilado y atinado enfoque nos facilita la identificación con los acuciantes problemas sociales, su reconocimiento y comprensión. Escribe sobre los temas más palpitantes de la realidad. No rehuye ninguna cuestión por polémica que pueda parecer. Bucea de manera intrépida y sin complejos en los vertiginosos cambios de la vanguardista sociedad norteamericana como el movimiento undergraund en la década de los sesenta, el obsceno mundo financiero de Wall Street en los ochenta o la fuerte irrupción de la ingeniería electrónica de Silicon Valley, en el nuevo siglo. No pierde de vista las grandes y decisivas transformaciones de una sociedad voraz, veleidosa e incansable. Con la simple lectura de sus artículos podemos entender con cierta facilidad las convulsas derivas del mundo. Podemos, además, penetrar en la compleja sociedad estadounidense, sus sueños y anhelos, sus miedos, sus fobias y sus filias, su inagotable capacidad de transformación. En los artículos de Larra podíamos ver precisamente lo contrario; la imperiosa y castrante necesidad de permanecer en el pasado, como parte de una identidad retrógada, inmovilista, crepuscular, conservadora en extremo. En Wolf vemos la palpitante pulsión de una sociedad inquieta, regeneradora, creativa, en donde lo nuevo conforma las costumbres, el paso decidido de una comunidad vigorosa, revolucionaria. Aunque eso les confiera una personalidad insolente y engreída.
Sus artículos cobran auténtica vida literaria, podrían perfectamente editarse como relatos cortos. Por otro lado, encuentro en nuestro entorno a grandes articulistas, escritores la mayor parte de ellos que han tomado las páginas de los periódicos para engrandecerlos, para aportar reflexión y coherencia. Por ejemplo Pérez-Reverte no deja a nadie impasible en sus entregas. Supera a Larra en mordacidad, en descaro, en provocación. Lo cierto es que remueve conciencias, despierta mentes abotargadas, descubre estupideces evidentes. Y todo en un tono heroico, caballeresco, que a veces nos recuerda las grande novelas decimonónicas de aventuras y desventuras, de héroes y villanos, de valor y honor.
Javier Marías es otro de los que nos propone unos ingeniosos artículos, clarividentes, certeros, inteligentes. Marías tiene una mirada educada, reflexiva, veraz. Una refinada escritura con una adjetivación profiláctica. Se atreve también con temas escabrosos, delicados. No duda en zambullirse en temas susceptibles (el feminismo, el ruido de las calles, o la descontrolada población de perros), todos ellos reales como la vida misma. Pone el foco en una cotidianidad molesta, gestiona a la perfección las evidencias. Pero es tal la sutileza de su escritura que sus invectivas parecen menos duras, menos dolientes, menos provocadoras.
Y por último y para mí el indiscutible maestro del articulismo español Manuel Vicent. Sus crónicas son el ejemplo de un lenguaje depurado, certero, inspirado. Síntesis del pensamiento oriental con la más profunda cultura greco-latina. Sus artículos son de un gran calado filosófico, con evidentes rasgos silogísticos. Rasgos que utiliza para que el espectador razone, deduzca. No hay animadversión ni frases altisonantes, algo que pueda debilitar el empaque aforístico, atemperado. Afronta los grandes problemas de la sociedad desde un elegante distanciamiento metafísico, pero altamente conmovedor y efectivo. Leer los artículos de Manuel Vicent es como visitar “La Academia” de los antiguos filósofos griegos, con vestigios humanistas en donde sólo es necesario escuchar, escuchar y oír, aprender, comprender. Descubrir los secretos de las filosofías herméticas, de la teoría de las esferas o de la luz. Redescubrir el hedonismo como posicionamiento vital contra las contingencias de los abrumadores avatares de la sociedad actual.

One thought on “EL articulismo

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