'Llamarse nadie', de Salvador Galán Moreu
Por Víctor González (@chitor5 | @libresdelectura).
Doce relatos con sus doce historias correspondientes son las doce velas que Editorial Difácil ha querido regalarnos para celebrar su décimo año de vida en un mundo, el editorial, en el que parecen haberse extinguido las empresas independientes, de pocos y cuidados títulos anuales, de autores con voz poco escuchada o leída, de escritores con mucho por escribir y descubrir. Pero no, todavía quedan. Llamarse nadie es el título de este libro de relatos que firma Salvador Galán Moreu.
Estamos delante de un libro heterogéneo, incluso se podría decir que polifacético donde el peso recae siempre sobre el narrador. Con un continuo juego narrativo en el que quien habla aparece y se esconde, los doce relatos que componen Llamarse nadie, y que se dividen en tres partes, dan la sensación de ser un expositor del manejo del autor en la escritura de estos. Muy a lo Borges, con el característico narrador tan poco fiable, los juegos de espejos, la aparición de los dobles y los contrarios o incluso de aquellos animales fantásticos que tanto gustaban al argentino, Salvador Galán da muestra de cómo la escritura de un libro – y de muchas acciones más, si no todas – es siempre el reflejo de algo anterior, el eco que han dejado otras voces. Hay reminiscencias de aquel narrador apartado que es Pierre Menard en ‘La plaza de Santa Ana’, o del estilo kafkiano en el uso de iniciales en ‘El día de los inocentes’, o incluso de esos diálogos incrustados en la narración tan de las novelas de Trueba. Y mucho más: amplios guiños en forma de relatos a Twin Peaks y David Lynch, al maldito Céline o a Manuel Puig. Toda obra es hipertexto, aunque sea imposible determinar cuál es su hipotexto, y este libro es un claro ejemplo de ello. Pero siempre con la huella propia y personal, la que en este caso consigue imprimir Salvador Galán.
Todos distintos pero con un elemento clave y común: la importancia del narrador. A veces es quien te habla y a veces quien se esconde tras alguno de los personajes, pero siempre está presente como titiritero de las historias que se cuentan. Asemejándose en muchas ocasiones al rebuscado estilo narrativo de Noll, o incluso al del no tan conocido pero genial Luis Rodríguez, el discurso narrativo se erige en este libro como un río en el que a veces se puede ver el transcurso del agua y otras no. Pero siempre, aunque no se vea, hay movimiento. Siempre hay un narrador que mantiene un hilo de conexión con el lector.
Llamarse nadie es un libro para aquellos lectores experimentados en el género del relato, donde el autor busca mostrar su manejo o su maestría a la hora de contar y sus posibilidades como narrador en un género que goza de poca popularidad y, sobre todo, ventas. Solo por eso, aunque hay más y en especial dentro del libro, ya merecería una oportunidad. Felicidades y enhorabuena por el aguante, tan fácil para nosotros los lectores, tan difícil para vosotros los editores, tan Difácil.