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Introducción al haiku

Alan Watts fue uno de los mayores divulgadores del arte y el pensamiento orientales de mediados del siglo pasado, al menos en lengua inglesa. La variedad y el vigor de sus temas lo han vuelto un referente tanto para filósofos como para historiadores de la religión, sin que por ello el lector curioso quede fuera.
Un ejemplo perfecto de lo anterior es el programa de radio que hizo en Berkeley en 1958 con el tema de los haikús, los poemas mínimos de la tradición del budismo zen. A pesar de que las formas de poesía oriental estaban en boga en esa época (el poeta beat Kenneth Rexroth se volvería un gran compilador de poesía china, y la influencia del budismo en Allen Ginsberg, Gary Snyder o Jack Kerouac ha sido largamente estudiada), la transmisión de Watts no busca sólo el interés de los escritores sino especialmente el de los lectores, a quienes cuenta sobre los vínculos entre el haikú y la espiritualidad a partir de la publicación de su ensayo al respecto en 1960.

haiku
El ensayo ejemplifica, más que comentar, algunos haikús de la tradición zen, así como sus diferencias con la poesía occidental; una de las primeras diferencias que encuentra es que el haikú “no parece tanto una obra de arte como obra de la naturaleza”. Algunos ejemplos citados por Watts tratan de ejemplificar cómo las restricciones formales del haikú, tales como el número de sílabas o los temas y animales más frecuentes, no son una restricción sino una invitación a fundirse con la experiencia que retrata el poeta. De este modo, no se trata tanto de pequeñas explicaciones filosóficas en las que habría que buscar algún simbolismo oculto (Watts previene activamente contra esto), sino de pequeñas piezas que “se levantan a partir de la tensión entre la rigidez de la forma y la profundidad de la emoción poética”. Un par de ejemplos:
La hoja cae
¿pero vuelve a la rama?
La mariposa.
A fallen leaf
Returning to the branch?
Butterfly.[26]
(Moritake)
______________________
La cerradura
de puerta de maleza:
el caracol.
A brushwood gate
And for a lock
This snail.
(Issa)
 
La relación que Watts elabora entre este tipo de poemas y el budismo zen es difícil de explicar, pues como él mismo afirma:
la vida se revela a sí misma más llanamente cuando no te aferras a ella ni con tus emociones ni con tu mente intelectiva. ¡Toca y vete! De eso se trata el arte. Es por eso que nuestros ojos ven mejor cuando rozan los objetos y no cuando los miran fijamente.
El haikú, como el zen, puede pensarse por un momento como el arte de la interrupción: ahí donde la mente racional coloca adjetivos y juicios, la mano del poeta y la mente del monje son como un cielo abierto por donde las nubes pasan sin dejar rastro. Para el zen, este estado de mente se llama mushin, que significa “estado de no mente”. Para Watts:
esto es cuando estamos simplemente conscientes de lo que es sin distorsionarlo con las complejidades de la autoconciencia como cuando, haciendo un esfuerzo para extraer lo más posible de la vida, no sólo sentimos que sentimos, sino que sentimos que sentimos lo que sentimos. El estado de mushin es, pues, una clase extremadamente clara de des-conciencia de uno mismo, donde el poeta no está separado de su tema, el que sabe de lo que se sabe.
 
“Haikú” de Alan Watts (completo en inglés puede consultarse aquí) es uno de esos textos que pueden leerse tanto como una introducción informada y especializada como por su simple valor estético, y en cuanto a lo que produce en el lector: la experiencia de ampliar sus horizontes de lectura.
 

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