Un día triste
Un día triste.
Como siempre que se encuentran frente a frente la irresponsabilidad y la necedad. Y se juntan creando una mezcla viscosa que apesta ineptitud en la que se centra toda la atención de los focos de este circo. Una mancha oscura que se va extendiendo poco a poco empozando todos los rincones de la sociedad, tapando las gavetas que acumulan temas importantes y también los altillos que esconden secretos impúdicos; salpicando y manchando la ropa de quienes por allí pasan, impregnando incluso el alma y buen corazón de la gente sensata.
Nada es nuevo. Todo ha ocurrido ya antes. Aunque a veces no se sepa porque se vive mirándose el ombligo con el convencimiento de ser el centro del universo. Aunque no se quiera recordar porque solo nos importa el aquí y el ahora. O aunque las agendas interesadas retuerzan el brazo de la historia para arrodillarla y ponerla al servicio de sus objetivos.
La vida va mucho más allá del patio de casa. El mundo ha visto esto muchas veces. Funciones que se desarrollan llenas de tensión con finales diferentes. Paseos por el filo dirigidos por imprudentes que hacen correr a los demás (siempre a los demás) riesgos innecesarios. Imponiendo el enfrentamiento, esa vieja táctica, para reforzar sus intereses y egos inseguros. Fomentando el simplismo, la emoción y la superficialidad para que no quede en evidencia sus juegos sucios ni la debilidad y las inconsistencias de sus argumentos.
El momento actual que tanto nos obsesiona viene condicionado por lo que pasó ayer y marcará el mañana. Y aunque esta noche, aquí y allá, haya aires de fiesta con discursos grandilocuentes y masas enfebrecidas golpeándose el pecho, aireando banderas y entonando los cánticos de la tribu que apostó al rojo o al negro, hoy todos somos perdedores. La banca siempre gana.
La verdadera tragedia es que no haya ningún político que esté a la altura de las circunstancias. Ni dentro ni afuera. Ningún dirigente capaz de inspirar, de proponer ideas nuevas acordes con los desafíos de estos tiempos revueltos.
Nada cambiará si la sociedad, en lugar de caer en la inercia de las viejas trampas dicotómicas de ellos y nosotros, no levanta la vista dentro de su propio sector para pensar diferente y exigir responsabilidades a los que azuzan y a los que encienden la pira del enfrentamiento.
Nada cambiará si ante los mismos problemas de siempre seguimos haciendo las mismas cosas.
Fernando Travesí
Ps.- Y aunque por supuesto hay muchísimas más, algunas lecturas interesantes para apagar la televisión y pensar en estos tiempos revueltos: Identidad y Violencia (Amartya Senn); Ensayo sobre la lucidez (J. Saramago)
Grande y certero siempre mi querido Nando.
Gracias Christine. Un abrazo.
Lo comparto, encantadísimo de leerlo Fernando, desde Palamós en Gerona. ¡¡Gracias!!, por el recuerdo.
Gracias Ernesto. Un abrazo, ánimo y calma. Mucha calma.
Sí, triste, muy triste que la violencia sea una de las protagonistas de este domingo.
Preocupa que las distancias entre las posiciones se hagan aún más grandes e irreconciliables.
Sí, tienes toda la razón. Y preocupa mucho que como sociedad no se sea capaz de gestionar estas tensiones y encontrar soluciones en las que quepan todos. Una verdadera lástima. Un abrazo
Precioso artículo… tan agudo como siempre.
Gracias!!
Gracias, Nando por tu aportación de lucidez honesta. Nos resulta, tristemente, muy necesaria en estos días sombríos que parecen oscurecerse más cada hora que transcurre. El escenario se parece peligrosamente a otros que ya hemos observado en otras tierras, en otros momentos, ahora mismo, en otras latitudes. Empiezan a no sernos tan ajenos, no sé de cuánto tiempo disponemos antes de que todo asfixie tanto que no quede un espacio mínimamente respirable. Pero respiramos, estamos vivos, conformamos nuestra sociedad, todavía nos quedan los gestos y las palabras …¿y si los juntamos?
Gracias Mónica. Sí, escenario tristemente familiar… Espero que nos quede el tiempo suficiente para reaccionar y manejar los conflictos sociales y políticos (siempre inevitables) de manera constructiva en lugar de al revés. Un abrazo