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3/4 (2017), de Ilian Metev

 
Por Jaime Fa de Lucas.
3/4 (Three Quarters) hizo que Ilian Metev ganara el Leopardo de Oro de los Cineastas del Presente en la última edición del Festival de Locarno. Hoy se proyecta en el Festival de San Sebastián por primera vez, compitiendo en la sección Zabaltegi-Tabakalera. Se trata de una obra intimista, minimalista, en la que la cámara no se separa de los tres personajes principales: un profesor de física algo desconectado de sus hijos, una hija mayor que aspira a ser una gran pianista y un hijo pequeño que hace tonterías. Es una película conceptualmente inteligente que desarrolla con sensibilidad y sutileza las vicisitudes de esta familia, pero que flaquea en el apartado emocional y no acaba de ser una obra contundente.
Inevitables spoilers desde aquí… El título, 3/4, hace referencia a la ausencia de la madre del núcleo familiar –sólo vemos a tres personas–, así como al compás musical 3/4, algo que a su vez se entrelaza con la carrera musical de la hija mayor. El director búlgaro repite las secuencias con personajes caminando para remarcar la idea de ritmo, algo que queda mucho más claro con la frase final de la película, cuando Mila, caminando junto a su padre y su hermano, dice: “tenemos que coger el mismo ritmo”. En definitiva, se trata de una familia a la que le falta un miembro y cuyos ritmos son diferentes.
A nivel intelectual, Ilian Metev elabora un tejido muy sólido: 3/4, la música, el compás, el ritmo de los personajes, los tres miembros de la familia… todo ello acentuado con algunas metáforas. Especialmente relevante es la que explica el padre sobre el sol y la lupa, que concentra los rayos y acaba quemando el papel; esto funciona como metáfora de la posición que adopta el director a la hora de capturar a sus personajes: la cámara es la lupa y los miembros de la familia son los rayos. El problema es que se interrelacionan elementos metafóricos y conceptuales de manera muy sutil e interesante, pero no se trasciende ese plano intelectual, esas conexiones no cristalizan, no cogen relevancia en el conjunto y por ello no tienen toda la fuerza que deberían. El papel no arde.
El apartado estético, aunque no es rico en florituras, está muy cuidado y encaja a la perfección con el relato que se presenta. No obstante, si bien hay mucha cercanía física a los personajes debido a la distancia mínima que impone la cámara y a que Metev deja que los gestos de la familia hablen por sí solos, hay demasiada distancia a nivel emocional. Esta distancia emocional sirve para desarrollar de forma sutil unas relaciones algo complicadas, pero al mismo tiempo aleja al espectador y le impide entrar completamente en ese mundo, lo cual disminuye bastante el impacto emocional. Y es que, a pesar de no separar la cámara de sus sujetos, 3/4 no logra ningún momento memorable de intensidad dramática o intimidad sustancial.
Otra decisión cuestionable y que tampoco ayuda a que la película coja peso es la de favorecer la espontaneidad en detrimento de algo más nutritivo. La relación de los hermanos fluye mucho gracias a esas charlas despreocupadas y a la naturalidad que demuestran, pero sus conversaciones son mayormente banales e impregnan al metraje de una insustancialidad que quizá sirva para equilibrar ese tejido intelectual pero que por momentos puede resultar agotadora.
En resumen, 3/4 es una película conceptualmente inteligente, elaborada poniendo mucha atención a los detalles, pero que resulta poco impactante a nivel expresivo y emocional. Es un ejercicio minimalista interesante y sugerente, con buenas ideas, pero que en el fondo carece de la trascendencia necesaria para desmarcarse de lo moderadamente competente y adentrarse en el territorio de las grandes películas.

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