'Pioneros' homenaje a la trama sencilla y rural
Por Owen L. Black.
El sol cae ya, pesado y rojizo sobre los interminables campos de cereal que separan cada hacienda del Divide. Alexandra observa la escena con paz y sintiendo que ha hecho todo lo que podía hacer por aquel lugar. Ese lugar al que llegó siendo una niña desde la fría Noruega, y al que prometió a su padre ligarse de por vida, y que con el trabajo de sus manos consiguió convertir en su hogar.
Estas líneas no aparecen en el libro de Willa Cather como tales, pero bien podrían servir de resumen para respirar lo que la autora quiere transmitir de su adorada Nebraska. Lugar de su infancia y como muchos otros escritores, lugar al que siempre recurre en sus historias.
Pioneros (1913) es de sus primeras novelas. Cather, tras una vida entregada al trabajo y los viajes, decidió a principios de siglo XX dedicarse enteramente a su gran pasión, la Literatura. Y como resultado de ello, dejó tras de sí un buen puñado de títulos, en especial, Uno de los nuestros (1922), ganador del Pulitzer al año siguiente.
Pero en esta ocasión, hablaremos de Pioneros. Una historia sencilla y rural, ambientada en la Nebraska de finales del siglo XIX. Allí llegaron, como muchos otros, los Bergson, una familia noruega que buscaba realizar su propio sueño americano.
La novela, breve y sin artificios, está narrada a saltos en el tiempo. Cather quiere que nos situemos en su mundo de forma rápida y concisa. Y apenas dedica unos capítulos a la infancia de los hermanos Bergson, verdaderos protagonistas de la obra.
Pronto salta hasta su adolescencia y juventud; y para cuando nos queremos dar cuenta. La joven Alexandra ha construido su hacienda con astucia y pericia. Lou y Oscar se han americanizado tanto que ya se sienten políticos, y el pequeño Emil ha crecido hasta convertirse en uno de los jóvenes más solicitados del Divide.
La vida, con sus alegrías y sus penas, entre campos de trigo. Exitencias anodinas, que se ahogaron entre sueños propios e inculcados, sobre la posibilidad de hacer fortuna y tener una vida mejor en esa nueva nación. Y como ocurre muchas veces, la mayoría de esos sueños ya cayeron por la borda, antes de llegar ni siquiera a puerto.
Así se podría resumir esta novela en unas pocas líneas. Aun así, su tono agridulce y realista no la convierte en algo pesado y plomizo, sino en una historia más humana, donde pese a sus saltos en el tiempo, la autora consigue transmitir y crear a unos personajes perfectamente reales que, aunque no siempre van a empatizar con el lector. Quizás el peor de ellos en este sentido, es la propia Alexandra, porque se nos vende como un personaje femenino diferente para la época, y se queda en un quiero y no puedo. Pues incluso así, el lector verá en ellos a seres humanos únicos, verdaderos creadores del sentir americano moderno y que terminaron formando la gran potencia que son hoy en día los Estados Unidos, a base de sudor, sangre y lágrimas.