EL juego de la luna

Por Haizea Ustaran

El juego de la luna es un cómic creado por Enrique Bonet e ilustrado por José Luis Munuera, publicado el 25 de septiembre de 2009, por la editorial Astiberri.

Enrique Bonet nació en Málaga en 1966.  La mayor parte de su obra es de carácter breve y humorístico, como las series cómicas tituladas Cuestión de Clase y o las publicadas en la revista Dos veces breve. Entre otras de sus publicaciones destacan Pláginas Amarillas (2001) o  Sólo para inútiles (2002). Finalmente, en 2009, se unió a José Luis Munuera para reelaborar una obra que él mismo creo en 1995, dando así vida a El Juego de la Luna.

José Luis Munuera nació en Lorca (Murcia), en 1972. Estudió Bellas Artes en Granada y tras alguna publicación menor en el ámbito universitario, dio el salto al mercado francés del cómic. Así se ocupará de la serie Spirou y Fantasio, uno de los más icónicos cómics de la historieta francobelga; y de los cinco álbumes de la serie Navis. Por último, en 2009 publicó, junto a Enrique Bonet, El juego de la luna.

El juego de la luna es una historia ambientada en Aldea, un pueblecito aislado y perdido  en el tiempo y en el espacio. No sabemos en qué época concreta tiene lugar, ni en qué lugar del mundo, sin embargo, sus calles sin asfaltar pobladas de adoquines, sus casas de piedra y su afición por la fantasía nos hablan de un pueblo sencillo y tranquilo, ajeno a la urbanidad y al desarrollo tecnológico, amante de antiguas leyendas y mitos inventados, fuertemente arraigado en su entorno natural.

Un frondoso bosque rodea Aldea. Para que nunca se atrevan a ir allí, los ancianos del pueblo inventan y cuentan a los niños terribles historias acerca de él y de un lugar que se encuentra al otro lado del mismo, al que llaman la Torre del Loco. Sin embargo, todas estas historias solo hacen del bosque un lugar aún más fascinante, que constituye, de hecho, el lugar de juegos favorito de la mayoría de los niños del pueblo. Artemisa y su hermano son dos de los niños del pueblo que disfrutan jugando en el bosque, sobretodo de noche. Además, es en el bosque donde Artemisa puede ver mejor la luna, astro que ejerce sobre ella un irresistible influjo.

La misma fascinación que la luna ejerce sobre la chica, ésta la ejerce sobre dos chicos de Aldea: Rufo y Lambrijo. El primero, junto a su pandilla, siempre al acecho para hacer la vida imposible a cualquiera que se cruce en su camino.

El otro, un muchacho serio y silencioso, posee la capacidad de comunicarse con los animales, lo que le lleva a rehuir toda compañía humana, excepto la de Artemisa.

Un día, Narizón, el peculiar criado de la curandera,  así llamado por el gran tamaño de su nariz, propone a los niños un juego, al que llamará el Juego de la Luna. Los niños deberán acudir a un lugar del bosque de noche y buscar un amuleto que Narizón ha escondido. Durante este juego, tiene lugar una terrible tragedia que sacudirá la vida de Artemisa y cambiará por completo la vida de los habitantes de Aldea, dando lugar a una época de oscuridad y desconsuelo para Aldea.

El juego de la luna es una historia que ahonda en dos aspectos fundamentales en toda sociedad humana: el valor de la cultura y el paso a la edad adulta. Así, por un lado, esta historia recrea una sociedad puramente rural caracterizada por el apego, a veces excesivo, a tradiciones rituales, supersticiones y elementos mágicos, y en permanente contacto con la naturaleza. Una sociedad que mantiene vivos su cultura y su folklore en forma de aterradores relatos teñidos de magia.

Por otro lado, El juego de la luna escenifica un viaje hacia la madurez, puesto que a medida que avanza la historia los protagonistas van creciendo, cambiando y madurando. Dejan de ser los niños que jugaban en el bosque, llenos de sueños e ilusiones, para convertirse en adultos que dejaron atrás una pequeña parte de sí para dejar espacio al sufrimiento que llevan a cuestas.

De este modo, Bonet y Munuera dan vida a una obra que pone a prueba la imaginación del lector, sus ganas de soñar y de dejarse llevar a un mundo nuevo y a un tiempo antiguo. Una historia que explora los límites de la leyenda y lo onírico hasta difuminar la línea que separa la fantasía de la realidad.

En lo referente a las ilustraciones, éstas carecen de color y en su lugar están elaboradas con diferentes tonalidades de grises. El único color que salpica la historia es el rojo, color de la capa que lleva Artemisa en determinados momentos de la narración. Un color tan vivo como el rojo resalta enormemente entre los grises, por lo que dicha capa posee una inmensa simbología y fuerza visual. Si el color rojo de la capa no es meramente accesorio, tampoco lo es el poder que tiene la luna en esta historia, puesto que la luna siempre ha alimentado numerosas leyendas y ritos desde tiempos muy antiguos. Tal tradición ha encontrado su lugar en este curioso relato.

Sin duda, la gran capacidad ilustradora de Munuera merece ser elogiada por su habilidad en el manejo de los grises a la hora de crear luces y sombras, ya que en ocasiones un cómic en blanco y negro puede ser complicado de realizar, dando lugar a un resultado confuso. Pero no es éste el caso. En su lugar, tenemos una obra que si bien está bañada por diferentes tonalidades de gris, las ilustraciones son tan claras y expresivas o más que aquellas que llevan color. Cabe añadir, que unas ilustraciones tan bien ejecutadas van acompañadas de unos diálogos cargados de significado y belleza poética, sin los que la historia no sería lo que es.

Para terminar, El juego de la luna es una obra que recuerda perfectamente a la clase de cuentos que contaban nuestros abuelos y cuyos monstruos poblaban nuestra imaginación, sobretodo de noche. En definitiva, una historia realmente original que invita a la ensoñación y reaviva emociones dormidas.

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