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'Zorros plateados', de Manuel Moya

Por Ricardo Reques.
 

Portada del libro ‘Zorros plateados’

El instinto de supervivencia muestra lo mejor y lo peor del ser humano, pero la sensación de que todo se confabula para hacernos sentir desamparados hace aflorar afectos que pueden dar algo de sentido a nuestras vidas. Algunas de las grandes guerras del último siglo y su dramática irrupción en vidas cotidianas recorren transversalmente las páginas de este libro. Zorros plateados es el último volumen de relatos de Manuel Moya (Fuenteheridos, 1960), con el que ha ganado el XXVII Premio Tiflos de Cuento.

En estas diez historias Manuel Moya nos demuestra una notable sensibilidad ante los más desfavorecidos y una aguda capacidad para observar y escuchar. Con una aparente facilidad logra crear atmósferas especiales describiendo detalles mínimos como la pelusa de los abedules que danzan en el aire, el salitre que carcome los muros de una fachada, el manzano que da sombra en un huerto o el papel de estraza con el que una frutera envuelve unos plátanos.

A lo largo de las páginas de este libro vamos conociendo a personajes que buscan afectos entre el dolor. Son hombres y mujeres que intentan escapar de un destino que zarandea sus vidas: un hombre cuida con amor a su mujer sabiendo que, en realidad, ella nunca le quiso; una madre descubre que el deseo insatisfecho de su antiguo jefe puede provocar en ella el más profundo dolor; el autor de la soledad tiene entre sus heterónimos a sus más cercanos amigos; una extraña pareja formada por una mujer de la Toscana y un joven alemán comparten un gran secreto; dos amigos, a pesar de que la vida los separa, mantienen una ilusión viva desde la infancia; un soldado cambia el rumbo de su decisión cuando encuentra unos pequeños zapatos de una niña junto a una muñeca con pelo de mazorca y paja; un teniente, como los grandes héroes, lucha contra la burocracia y sus superiores por defender la vida de un grupo de personas que huye de la guerra; un anciano tuvo hace tiempo la mala fortuna de encontrar a una joven muerta sin saber que ese fatal hallazgo despertaría el interés en historiadores del arte; una joven pareja vive en Budapest una aventura de amor fantástica; un carpintero sabe que cuando en la aldea no queda ya nadie del gremio, solo él puede construir su propio ataúd.

Manuel Moya consigue conmovernos, igual que hacía Ignacio Aldecoa, con sus humildes pero vibrantes personajes que muestran una realidad cruda y a la vez llena de ternura. Los cuentos suceden en su mayor parte en los años anteriores y posteriores a la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil Española y, en cualquier caso, en todos están presentes las secuelas de los regímenes fascistas de Europa y Sudamérica. Son sucesos del pasado, pero también nos hablan del presente, de lo poco que ha cambiado el mundo después de las grandes guerras y de la insensibilidad que mostramos ante sucesos parecidos a los que pudieron padecer nuestros abuelos. El dualismo de los protagonistas impregna algunos cuentos; la frontera entre lo reprochable y lo plausible a veces es tenue. La estructura de los cuentos, la puntuación, los silencios necesarios y el lenguaje que utiliza Moya no solo consiguen mantener al lector atrapado, sino que, al igual que algunos de los personajes, puede llegar a sentir frío, hambre e impotencia.

Zorros plateados es un libro redondo. Los cuentos tienen un ritmo y una tensión creciente que te arrastran desde el principio hasta el fin y dejan un poso tras la lectura que te obliga a cuestionarte sobre la naturaleza humana y cómo los sucesos nos transforman.  Aquí Manuel Moya nos muestra, una vez más —como lo ha hecho en gran parte de su obra literaria—, una noble actitud ante el mundo.

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