LEVIATÁN o la ballena
Leviatán
Philip Hoare
Traducción de Joan Eloi Roca
Ático de los libros
Barcelona
476 páginas
Estas son algunas de las opiniones que ha suscitado este ensayo sobre lo que siempre será desconocido: los secretos del mar, los secretos del mayor de los animales. En definitiva, sobre la necesidad de mantener el mito.
Philip Hoare está obsesionado con las ballenas. Más aún, está obsesionado con el capitán Ahab, con una ballena ficticia, Moby Dick, y con el escritor Herman Melville. Ha escrito un libro brillante que examina conjuntamente todas estas obsesiones, reconstruyendo la biografía de Melville en el mundo real, siguiendo los pasos literarios de Ahab y la estela de espuma que dejan las ballenas, para describirnos la contradictoria relación que el hombre ha mantenido con esos leviatanes a lo largo de las distintas épocas.
El entusiasmo que muestra Hoare por las ballenas es contagioso, pero no se embarca en un monólogo sobre las maravillas del animal más grande del mundo. Aunque Hoare nos brinda mucha información científica sobre los cetáceos, su investigación es sólo el punto de partida desde el cual se embarca en la exploración del mito y el misterio de las ballenas. El resultado es un libro que, una vez comenzado, es imposible dejar de leer.
Leyendo Leviatán, uno se da cuenta de lo poco que sabemos de las ballenas. Hasta la década de 1970, cuando ya habíamos llegado a la Luna, no se obtuvo una fotografía de una ballena nadando bajo el agua en libertad. Incluso hoy en día hay muchísimas cosas que ignoramos sobre sus métodos de comunicación, estructura social, pautas migratorias, técnicas de caza y hábitos de reproducción. A lo largo del libro aparecen detalles fascinantes que capturan nuestra imaginación. Todos sabemos que la cadena Starbucks está bautizada en honor de uno de los personajes de Moby Dick. Pero, ¿sabíamos que si un día mientras sorbemos un latte en Starbucks escuchamos una canción de Moby estamos oyendo al bisnieto de Melville? Efectivamente, la estrella de la música pop Moby se puso ese nombre en homenaje a la obra de su bisabuelo. ¿O que JFK coleccionaba dientes de ballena, y está de hecho enterrado con uno?
Los datos biológicos son también impresionantes (el corazón de una ballena tiene el tamaño de un coche, por ejemplo), pero lo es todavía más la descripción que Hoare hace de la industria ballenera y su evolución a lo largo de varios cientos de años. Con un estilo digno de Sebald, el autor combina sus experiencias, sus conocimientos de historia y sus reflexiones personales, para transportarnos al pasado en un párrafo y devolvernos al presente en otro. Nos muestra como la industria de la ballena se ha usado para todo, desde lubricantes hasta ropas, y luego humaniza a estos animales hasta hacer que al lector le resulte incomprensible su caza.
Revista de letras
Este libro es uno de los homenajes más sinceros, intensos, tiernos y delicados que se hayan hecho jamás a las ballenas. Desprende tanto amor y tanta entrega que desde las primeras líneas quedarán subyugados incluso aquellos quienes nunca hayan sentido una especial inclinación hacia estos seres majestuosos. Philip Hoare resume el inicio de su extraña y maravillosa pasión con la siguiente frase brillante: “Todo empezó con aquella ballena en mi bañera”.
“Leviatán o la ballena” es una obra de difícil clasificación, que fusiona el cuaderno de viajes con el diario íntimo o la novela de aventuras marinas, pero que también incluye multitud de datos científicos que lo convierten en un riguroso tratado biológico sobre los cetáceos. Además, se trata de una crónica detallada de la relación del hombre con las ballenas a lo largo de la historia, desde las primeras capturas con arpón hasta la feroz masacre llevada a cabo por las grandes potencias mundiales para fabricar todo tipo de productos para el consumo humano y animal mediante el sacrificio de miles de ballenas.
El hecho de que los propios cazadores advirtiesen la necesidad de acotar las capturas para no destruir por completo la especie no significa que muchos tipos de cetáceos ya hayan desaparecido para siempre y sin remedio.
El ser humano se presenta como el depredador despiadado e innecesariamente violento que ha demostrado ser a lo largo de toda la historia. La brutalidad de la caza de ballenas es un lastre sangriento que inevitablemente recorre todo el libro: las escenas de lucha son escalofriantes, ya que describen con detalle los arpones, las vísceras, la sangre, la majestuosidad infinita de la ballena flotando inerte sobre el agua, el hombre exprimiendo ufano sus restos en el mercado.
Es curioso y desconsolador saber que las ballenas, a pesar de su impresionante corpulencia, no sean capaces de defenderse aún más ante los ataques del hombre. Aun así, es obvio que muchos hombres han muerto en alta mar porque naufragaron los barcos donde viajaban porque las ballenas que querían matar se defendieron a tiempo. Y es que, según se explica en el libro, estos mamíferos infinitos son mucho más ágiles de lo que podría presuponerse. Además, cuentan con una inteligencia muy desarrollada, según se ha desprendido de numerosos estudios científicos. El problema es que durante siglos su existencia no se vio comprometida por la mano del hombre y, cuando esto empezó a suceder, no estaban preparadas para defenderse. No conocen la maldad, no saben nada del hombre. Habitan otro lugar (mucho más puro y ancestral) que estamos muy lejos de poder a llegar a conocer por completo.
Resulta inevitable destacar aquí la forma tan característica en que está escrito este libro. ¿Cómo es capaz de conseguir atrapar al lector de una forma voraz, si éste no siente el más mínimo interés previo por las ballenas? Magia. Canto de sirenas.
La prosa de Philip Hoare atrae con la misma fuerza que el abismo azul del agua en alta mar: independientemente de la voluntad de cada uno, el magnetismo de la profundidad, del vacío, de la oscuridad y de la nada, es más fuerte que el más poderoso de todos los humanos. La intención de Philip Hoare al escribir este libro es rendir un sentido homenaje a las ballenas y su mundo (que dista mucho del nuestro) y, para ello, recrea cada escena con un lenguaje afín, creando un ambiente totalmente ajeno a nosotros. Hoare lo transmite sumergiéndose de lleno en la narración, deliciosamente absorto.
Su prosa atrapa, está cuajada de palabras que se enredan entre sí, que te rodean, salvajes, silenciosas y capaces de arrastrarte al inescrutable fondo del océano. Estamos en el lugar donde habitan las ballenas. Es un lugar mágico poblado por seres superiores y, sobre todo, muy antiguo. Sagrado. El hombre nunca debió profanarlo.
Pero lo más bonito de la relación de Hoare con este libro es la admiración sin límite que siente por Herman Melville y su obra maestraMoby Dick: en este libro se incluyen algunas fotografías actuales de los lugares donde vivió y se cuentan anécdotas de su vida y de su amistad con el escritor norteamericano Nathaniel Hawthorne. De hecho, Philip Hoare viene a ser una suerte de Ismael moderno, alguien que ha abandonado su trabajo y su rutina para perseguir su sueño y vivir dentro de él: el mundo de las ballenas y todo lo que lo rodea.
Este libro es un viaje iniciático a través del mar que tiene como finalidad conocer a fondo las ballenas pero que a la vez sirve para que el autor consiga conocerse también a sí mismo. En ese sentido, tiene ecos de los viajes de Marco Polo y del “Corazón de las tinieblas” de Conrad.
La inclusión de multitud de fotografías y grabados es una característica que convierte a este libro en una joya especial: imágenes de ballenas fotografiadas en múltiples actitudes, escenas de captura, ataques a barcos y marineros, maquetas de esqueletos y reproducciones en museos, mapas antiguos de navegación, esquemas explicativos de sus funciones biológicas y un largo etc.
La ya de por sí esmerada presentación formal del libro, junto con la inclusión de decenas de imágenes, hacen de “Leviatán y la ballena” una verdadera joya de bibliófilo, además de contar con una incuestionable calidad literaria. ¿Lo oyen? Ya se escucha su llamada…
El mar de letras
Llamadle Ismael. Pero se llama Philip, Philip Hoare. Nadie desde Melville y Moby Dick nos había explicado como él en su libro Leviatán o la ballena (Ático de los Libros, 2010) tantas y tan emocionantes cosas sobre estos animales. Que la historia de Jonás es posible y en 1893 encontraron en el estómago de un cachalote a un marinero macerado por la mucosa gástrica pero por lo demás bastante entero. Que en el féretro de JFK, Jacqueline colocó uno de los dientes de ballena que el presidente coleccionaba. Que el codiciado ámbar gris, tesoro de los perfumistas, es en realidad “mierda de ballena”. Que su piel es tan sensible que la presión de un dedo humano les causa temblores por todo el cuerpo. Que surcan los océanos especies aún desconocidas. Que los cachalotes padecen caries. Que las hembras de ballena franca disfrutan tanto con el amor que permiten que las penetren varios machos a la vez…
Como Ismael encaramado al ataúd de Quiqueg, Hoare también ha nadado, a la vez horrorizado y asombrado, entre cetáceos y en una prodigiosa ocasión tomó entre sus manos el pene de una ballena enana (!). Su extraordinario libro, a caballo entre el ensayo científico y literario, el género de viajes -de New Bedford a las Azores-, el de aventuras y las memorias (hasta habla de la muerte de su madre), y que ha encantado a miles de lectores, no solo está lleno de información, lirismo (“el narval arrastra su propia melancolía”) y mitomanía (e incluso de un raro erotismo), sino también de experiencias personales.
“Las ballenas existen más allá de lo normal y se mueven por un mundo del que nada sabemos”, señala con un arrebato de romanticismo. “Cuando vi saltar la primera me pareció la cosa más poética del mundo”. Es Hoare un hombre locuaz, apasionado e inteligente (ya apuntó Melville que la ballena no tolera la necedad). Su interés obsesivo por las ballenas -“nadan en mi cabeza”- viene de niño. “Mi madre usaba mantequilla de ballena que procesaban las factorías de Southampton”, recuerda. Y reflexiona: “¡Qué rápido han pasado de ser un elemento industrial a un símbolo de lo que hay que preservar!”.
El escritor, alabado por Sebald por su anterior libro sobre el hospital militar de Netley (Spike Island, 2001), siente admiración, piedad y hasta amor por la ballena, pero es sensible a la épica atroz de la vieja caza, la del “¡por allí resopla!” y del trineo de Nantucket. “Era algo muy heroico, locura adrenalínica”. Opina que “no hay libro como Moby Dick. Melville inventó un nuevo tipo de obra, con especulación, aventura y metafísica”.
En su libro, pleno de historias sensacionales como la de William Scoresby, que mató 533 ballenas y escribía el diario de a bordo en verso, o la de la tripulación integrada solo por marineros negros, Hoare resalta la paradoja de la ballena: “Son los seres más grandes del planeta y el 95% de la gente nunca ha visto una. Y cuando las ves, no las entiendes. Su aspecto escapa de entrada a nuestra comprensión. Ves trozos, una aleta, un chapuzón, y has de componer el rompecabezas gigante de su verdadera forma”.
Para Hoare, la relación con la ballena “es la más extraña que ha tenido el hombre con la naturaleza”. Dice que sentimos hacia ella, el cetáceo, una atávica sensación de culpa colectiva y a la vez terror, y admiración, y ternura. Son el mal y la inocencia. Los antiguos inventaron prodigios acerca de ellas pero la realidad es mucho más asombrosa: “El telescopio Hubble, allá arriba, funciona porque está lubricado con grasa de ballena que no se congela, los cachalotes tienen pensamiento abstracto, autoconciencia y luminiscencia para iluminar su reino a 500 metros de profundidad; hoy se cree que hay ballenas que pueden llegar a vivir 300 años…”. Así que Moby Dick podría estar viva y lucir como ornamentos los arpones de Ahab. Nos quedamos pensando en ello: “Son maravillosas. ¿Sabes que los maoríes se acuestan a su lado cuando las encuentran varadas en la playa para que no estén solas al morir?”.
Jacinto Antón / El País
https://www.culturamas.es/blog/2017/08/09/luz-en-las-grietas-de-ricardo-martinez-llorca/
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